El sueño del Emperador se va cumpliendo
El chico del Lakua que portaba la camiseta del Athletic en las pruebas de tecnificación debuta ante el Girona a los 24 años con regates, despliegue y descaro. “Describe el jugador que intento ser, que tenga personalidad y hambre”, lanza el delantero.

Declaraciones recientes como “se me ha pasado toda la vida por delante” o “llevo 24 años preparándose para algo así”, reflejan la personalidad y ambición de un Maroan Sannadi (Vitoria, 2001) que irrumpió ante el Girona este sábado en San Mamés como si la fecha del 8 de febrero de 2025 estuviese grabada a fuego en su mente. Sobre el verde no se notó en absoluto que procedía de la Primera Federación, donde había marcado, eso sí, 11 goles en 20 partidos dejando sentadas a las defensas en muchas ocasiones más como ariete pujante, dotado de unas condiciones portentosas.
Ante el Girona los números del Elefante africano, como le denominaba su técnico Bittor Llopis, o el Emperador, como le llamaban sus compañeros en el Barakaldo, motes que le describen, reflejan parámetros espectaculares para un recién llegado: en 28 minutos, dos regates, uno de ellos a portería, 19 intervenciones, diez pases, siete de ellos buenos (el 70 por ciento), cinco en el último tercio, tres regates y una falta provocada. Sannadi lo ejecutó todo como un cirujano con cientos de operaciones a sus espaldas. Lo explicaba posteriormente en sala de prensa con una sonrisa dibujada en su rostro y arrancándose con el euskera con total naturalidad fruto de su educación en Ikastola. “Describe el jugador que intento ser, que tenga personalidad y hambre. Lo que voy a dar en todos los partidos, voy a morir por esta camiseta”, lanzaba tras un estreno desenfrenado, en el que no necesitó alcanzar picos de 34 km/h a los que es capaz de batir en competencia con los Williams. Sí que dejó destellos de su calidad con los pies y de su fuerza bruta para desequilibrar adversarios.
Lejos quedaban sus pruebas de tecnificación con la camiseta del Athletic en su etapa en el CD Lakua, equipo de su Vitoria natal convenido con el club de Ibaigane. Pertenecía a la estructura del Alavés desde verano de 2021, cuando se incorporó a las filas del San Ignacio, su segundo filial, procedente del Ariznabarra, otro de los clubes clásicos de la capital alavesa, antes por el Aurrera, donde se fue forjando como 9 de referencia mientras iba creciendo hasta su techo de 1,92. El fútbol fue su válvula de escape para integrarse en una sociedad donde el hijo del inmigrante siempre parece que debe demostrar más.
Es cierto que donde ha explotado definitivamente ha sido en el Barakaldo esta media campaña en Primera Federación. Apuesta personal de Joseba Núñez e Imanol de la Sota, que reclamaron su cesión en verano sabedores de su potencial. El Alavés, eso sí, viendo su mejora a marchas agigantadas, prolongó su contrato hasta 2027 aumentándose su cláusula de 6 a 12 millones con la pretemporada en el equipo de Coudet asegurada. Sin embargo, Mikel González, director deportivo del Athletic, y Ernesto Valverde, que se quedó prendado con su actuación reciente ante el Bilbao Athletic en Lezama con su propia plantilla viendo el envite en directo desde el balcón de la residencia de jugadores, decidieron una ofensiva sin esperar a próximas ventanas. Lo han atado hasta el 30 de junio de 2029 pasado por caja por algo más de 3 millones, más unas variables que elevarían la operación a unos 5.

La vida de Sannadi, que sigue en una nube asimilando su cambio de status, no ha variado demasiado por el momento. De padres marroquís asentados con negocios en Vitoria desde hace décadas, comparte piso en Basauri, a apenas 7′5 kilómetros de Bilbao y bien comunicada con Lezama por el alto de Santo Domingo, con su compañero y amigo Aymane Jelbat. Un central que, curiosamente, ya pasase por Ibaia y una campaña por el Bilbao Athletic para regresar a las filas del Barakaldo. Un Sannadi que es extrovertido, una esponja, que se deja asesorar, humilde (solo había que testarle mirando con admiración a Sancet en la sala de prensa tras marcar los tres goles el mediapunta), y que aprende cada día para que su sueño no se difumine.
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