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ATLÉTICO

Griezmann, la historia rojiblanca a sus pies

El francés decanta el derbi con un golazo en el 100′. Se quitó la camiseta, la depositó en la hierba y la besó. Icónico.

Griezmann besa la hierba del Metropolitano tras el 3-2.
THOMAS COEXAFP

Y entonces, en la noche en la que el Metropolitano homenajeaba que Griezmann se había convertido en el máximo goleador de su historia, superando a Luis, Antoine se convirtió en Torres. Fernando Torres en aquel derbi tras regresar de su largo Erasmus. Torres marcando. Torres besando el suelo de ese estadio que tanto había añorado, el Calderón. Antoine se sacaba de la nada una delicia para llegar al 175. Se zafó de Vinicius, entró en el área y apenas sin ángulo, voilá, magia. Era el 3-2. Entonces corrió, entonces celebró, entonces se arrancó la camiseta que llevaba para depositarla con ternura en la hierba, planchar el escudo con las manos y besarlo. También añoró mucho esa hierba del Metropolitano.

Había sabido medirse el francés. Dosificarse. Por si venía la prórroga. Para que no pesaran las piernas como lo habían hecho en Riad. Desde el 70′ de plomo. Ayer no. Ayer el partido comenzó con Griezmann sin parecer Griezmann y con Griezmann siendo Griezmann en la prórroga. Para decidir el partido. En su día. El día de su homenaje. En el día en que cumplía 800 partidos como profesional (369 con el Atlético, 202 con la Real, 102 con el Barça y 127 con Francia). El Atlético estaba en los cuartos de la Copa. Aún faltaba el gol de Roro, pero la bota de Grizi había guiado. Otra noche más. Come solo en su mesa. Si eso, algún día permite que le acompañe su compatriota Mbappé.

Griezmann y el Cholo, tándem mágico

Griezmann ya había hecho de Luis en el Metropolitano. Fue en su primer partido, aquella tarde de septiembre de 2017 en la que este campo subía el telón. Primer gol. Como aquel de Luis a la orilla del Manzanares, el viejo Calderón. Fue justo antes del viaje que le llevó a Barcelona para descubrir cuánto dolía la rojiblanca cuando se añora. Uno solo sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Y el francés lo aprendió en aquellos dos años que buscó en el Barça lo que solo le da Simeone. Gasolina. Confianza. Magia. 18 goles lleva ya esta 23-24, como en su prime. Como en aquel año que terminó en Milán y su dolor más grande, aquel penalti. Pero Griezmann ha demostrado que segundas partes no solo pueden ser buenas sino mejores. El hijo de Isabelle y Alain. El padre de Mia, Amaro y Alba. El marido de Erika, que volvió para cumplir su profecía: “Aquí serás leyenda”. Eso.

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