1x1 del Real Madrid contra la Real: ‘Bobby’, el rey de Copa
Endrick decidió con un tanto de ‘killer’. A pase de un Bellingham que aprovechó su oasis entre sanciones. Y Tchouameni dio un golpe en la mesa. Esta vez, como central.

En Copa, el rey es Endrick. Un idilio que estiró en Anoeta. Un feudo inexpugnable, que derribó el cañonero de Taguatinga. Bellingham le buscó y le encontró. Como el 16 hizo con la portería. Lunin, tan Courtois como el belga. Tchouameni, más sólido que Rambo. Vinicius, que fue más capitán que él mismo. O Güler, que no aprovechó la oportunidad para aplacar el caso. Lo haya o no. Pero, sobre todo, fue un Madrid que sin tanto Fantástico ganó con sacrificio. Un partido de suplentes, con muchos titulares.
Lunin: No baja los brazos. Y en Anoeta los levantó más que nunca. La Real arrancó en cohete y se topó con el gigante ucranio. Sacó un balón muy complicado a Kubo, estuvo firme ante un chut potente pero centrado de Brais y reaccionó como un gato a un disparo cercano de Oyarzabal. Y dejó el vuelo de postal para un zapatazo de Barrene que olía a empate. Todo eso, en la primera parte. Porque en la segunda subió la apuesta y fue un muro ante una doble ocasión txuri-urdin a bocajarro. La Copa es su jardín.
Asencio (46′): Vivió un infierno en San Sebastián. Tanto en Anoeta, como antes. Fue el foco de la ira de la afición y Sánchez Martínez activó incluso el protocolo contra el odio en los campos. Por los repetidos gritos de “Asencio, muérete” que llegaban desde la grada. Un espectáculo lamentable. Y en lo estrictamente deportivo tampoco tuvo su día. Comenzó con un par de acciones de mérito, pero Barrene fue un dolor de muelas constante. El extremo le sacó una amarilla y entre eso, y el contexto, Ancelotti prefirió dar entrada a Lucas.
Tchouameni: Cuando empezaba a coger vuelo en la sala de máquinas, vuelta al centro de la defensa. Y vaya si cumplió. Oyarzabal le encontró las cosquillas en el amanecer del duelo, pero Aurélien se rehízo. Ganó poso y dejó un par de cortes providenciales, uno ante Brais y otro tras un envío de Barrene. También anticipó bien para ponerle la venda a jugadas que amenazan terminar en herida. En Anoeta se vio a un Tchouameni seguro y cómodo. Con balón y también en lo aéreo. Y al pasar al centro del campo, casi asistencia de tacón a Bellingham. Muy buen momento del francés. Y eso es mucho. Porque la confianza lo es casi todo.
Rüdiger: No fue Rambo. Ese fue Tchouameni. El francés fue más líder que el alemán. Un Rüdiger que sufrió en alguna ocasión y erró en acciones puntuales. Mientras que en los duelos, lejos de mostrar su contundencia habitual, sufrió contra la vanguardia realista.
Fran García: Mejor sin balón que con él. Más Mendy que Fran. Cal y arena. Y es que, u n error clamoroso en salida de balón complicó su buena noche. El peligro parecía Kubo, pero fue Barrene. En gran parte por el estupendo encuentro defensivo de Fran hasta ese momento. En la primera hora. Optó por restarle vuelo a su fútbol. Apostó por la sujeción. Por una presión constante a Take. Y acertó casi siempre. Casi, pues un fallo grosero obligó a Lunin a intervenir de manera providencial. Y ello apagó un poco el brío del canterano e hizo crecer la nipón. La única duda de Ancelotti en las noches grandes es el carril del tres. Actuaciones como la de Fran en Anoeta potencian el dilema. Para lo bueno y lo malo.
Ceballos: Sin tener el tino habitual (por debajo del 85% de acierto en el pase), fue el líder de la sala de máquinas. Se ofreció, dio alternativas a sus compañeros y estuvo hiperactivo. Aunque el mayor brilló llegó en lo defensivo. A veces pecó de exceso de ímpetu, pero fue el mayor ‘duelista’ del equipo blanco (ganó ocho). Indiscutible. E indispensable. Dio el susto con un choque final que le hizo abandonar el campo, con dolores en la rodilla y entre lágrimas...
Camavinga (88′): Con menos peso que Ceballos en la creación. No vive Cama un momento rimbombante, aunque su físico y su fútbol vigoroso es un plus. De hecho, evitó el primer tanto de la Real al comienzo del partido. No obstante, no consiguió asentarse ni, más allá de dos acciones puntuales, romper líneas. La batalla por el pivote que mantiene con su compañero Tchouameni está, en estos momentos, en el lado de la balanza de Aurélien.
Güler (84′): Si Endrick tiró la puerta a cañonazos, Güler pasó de puntillas por Anoeta. Haya o no ‘caso Arda’, el de Altindag perdió una oportunidad de oro. Se llevó algún aplauso de Ancelotti por su esfuerzo defensivo, porque ahí sí cumplió. Pero no es ahí donde puede comprar papeletas de titular. Un disparo en el arranque del encuentro, su bagaje ofensivo. Poco para un futbolista que necesita mucho.
Bellingham: Entre sanción y sanción, brilló. No tan cerca del área, pero tan fantástico como casi siempre. Más bisagra y menos cañón. Aunque decisivo. Fue el faro que encendió al Madrid. Con un servicio milimétrico al que Endrick quitó el envoltorio. Muy móvil, en la conducción estuvo muy acertado, logrando saltar líneas con varias cabalgadas y a punto de hacer el 0-2 desde la frontal. Amén del esfuerzo defensivo que su fútbol lleva intrínseco. En un oasis, su oasis, convirtió el agua en oro.
Vinicius (84′): Por primera vez portó el brazalete. Una cortesía de la revolución de Ancelotti. Y asumió el papel. Maduro, presionó. Aportó ese “equilibrio” que tanto anhela Carletto. Es más, de una presión del 7 nació el tanto blanco. Y en el primer tiempo se ofreció y apareció en tres cuartos para aportar soluciones para sus compañeros. No tanto para sí mismo, eso sí. Y con el paso de los minutos fue perdiendo llama. Fue más capitán que Vinicius.
Endrick (72′): Solo habla el idioma del gol. Porque no necesita mucho para morder. Y el pase de Bellingham fue mucho. Como el control del menino con el muslo. Como su remate con el exterior. Así descorchó la semifinal. No mojó contra la Minera, pero no se ha vuelto a quitar la capa desde entonces en el torneo del KO. Héroe ante el Celta, artillero contra el Leganés, clínico frente a la Real. Cuatro partidos, cuatro tantos. En menos de 300 minutos. Y seis entre todas las temporadas. Que pudieron ser siete, porque reventó el larguero con una zurda que no es pierna, sino cañón. Va casi a gol por hora. Y, además, tomó buenas decisiones lejos del área. No es Endrick, es Bobby. Es el rey de la Copa.
También jugaron
Lucas (46′): Ancelotti ya deslizó que físico necesita mimo. De ahí que no entrase hasta el segundo tiempo. Dejó una buena actuación, con alguna incorporación vigorosa.
Alaba (72′): Más minutos. Y en un momento complicado. Señal inequívoca de que las palabras de Carletto (”puede ser titular en Champions”) no caen en saco roto. Confía en Alaba en presente.
Brahim (84′): Sorprendió a muchos su suplencia y apenas tuvo tiempo de intervenir. Eso sí, celebró su partido número 100 con el Madrid.
Rodrygo (84′): Reposo para el de Osasco de cara al aluvión de partidos.
Mendy (88′): Salió para blindar el triunfo en un doble lateral con Fran García.
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