Aprobados y suspensos del Pucela: Premio al juego ofensivo
El ascenso del Real Valladolid recompensó la osadía de una apuesta que le convirtió en uno de los equipos más entretenidos.
Lo advirtió Pacheta, y cumplió: su Real Valladolid no especuló y fue hasta el final con una idea que le premió con el ascenso directo. El conjunto blanquivioleta encontró en las postrimerías del curso la recompensa a su ambición y a su osadía, que le convirtió a la postre en el equipo más goleador de toda la Segunda División y también en uno de los más entretenidos de ver para el espectador, sino en el que más. Atrás quedan 'petardazos' varios. El ascenso culmina merecidamente una campaña sobresaliente en la que brillaron con luz propia varios componentes del plantel.
Masip: 23 partidos, 2.070 minutos (20 goles encajados). Arrancó como suplente y terminó como titularísimo casi sin discusión, más allá del ligero valle de rendimiento de dos partidos puntuales. Rindió a un nivel alto y encajó, a la postre, menos de un gol por partido, a pesar de que la defensa, con sus errores, no siempre jugó en su favor. No necesitó rescatar muchos puntos para dar una buena imagen, sobria y de nivel para la categoría.
Roberto: 19 partidos, 1.710 minutos (23 goles encajados). Arrancó la temporada como titular y cuajando alguna buena actuación, aunque con él el equipo encajó más goles de los seguramente debidos por un aspirante a subir a Primera División. Como le sucedió a Masip, la zaga le costó algún disgusto, pero, de repente, dimitió y la marea se lo acabó cobrando como víctima. Dio sensación de desconexión y no inquietó en demasía a su rival por el puesto.
Luis Pérez: 37 partidos, 3.038 minutos (dos goles y dos asistencias). Rutilante al principio y luego sostenido. Comenzó esgrimiendo una capacidad física que le otorgaba superioridad a muchos rivales por la banda, aunque con el avance de las jornadas dejó de sorprender tanto. No cabe reprochárselo, porque su nivel fue bueno igualmente; incluso, eso permitió una evolución durante el curso hacia un Luis Pérez con mayor capacidad defensiva.
Janko: 15 partidos, 624 minutos. No encontró su sitio. En buena medida, porque Luis Pérez fue, junto a Pozo, el mejor lateral de la categoría, pero también porque, como la temporada pasada, el físico no le acompañó. Tuvo demasiadas lesiones y además se convirtió en internacional por Gambia, lo que le hizo desaparecer de la escena cuando Luis Pérez pudo necesitar un relevo.
Fresneda: Un partido, 90 minutos. Si se tiene en cuenta el choque de Copa del Rey frente al Real Betis, a la postre campeón, fueron dos los que disputó, y en ambos dejó buenas sensaciones. La fuerte competencia le relegó a continuar compitiendo dentro de la estructura de cantera, en la que le costó mantener el nivel alto, puede que en parte por las incógnitas sobre su futuro.
Kiko Olivas: 22 partidos, 1.308 minutos. Como a otros, las exigencias acabaron llevándoselo por delante, aunque nunca se desenganchó. Pasó de ser titular en las once primeras jornadas a apenas disputar once encuentros más en el resto de la temporada y acabar casi inédito en 2022. No volvió a ser el que fue antes de la lesión, pero su compromiso es indubitado.
Javi Sánchez: 28 partidos, 2.062 minutos (dos goles). Unos inoportunos problemas físicos le apartaron al final de ser el central con más minutos. No obstante, después de un gran esfuerzo personal, también fuera del campo, pareció olvidar las lesiones durante muchos tramos del año. Solidificó el centro de la zaga junto a El Yamiq en sus mejores momentos y, aunque cometió algún tímido error, ofreció unas prestaciones acercadas a lo que se esperaba de él.
Josema: 5 partidos, 274 minutos. Fue una apuesta en el mercado invernal con la que se trataba de cubrir eventuales coyunturas. Aunque no acabó siendo necesario taparlas en demasía, no se puede hablar de fichaje fallido, dado que los problemas en los centrales invitaban a eso. No brilló en las oportunidades que le ofreció Pacheta y fue simplemente fondo de armario.
El Yamiq: 25 partidos, 1.893 minutos (dos goles y una asistencia). Hay dos acciones que definen perfectamente lo que es El Yamiq. La buena es la conducción previa a su asistencia ante el Huesca, brillante y perfecta. La mala, la que favoreció el gol del Ibiza una semana antes. Hizo muchas cosas buenas, de central dominante y formó buenas parejas con Javi Sánchez y con Joaquín, pero cada vez que se echaba la mano a la pierna o cometía una imperfección, todos temblaban.
Joaquín: 26 partidos, 2.092 minutos (una asistencia). Líder del equipo en despejes, recuperaciones, duelos terrestres... Cuando está bien, es infranqueable, y estuvo bien unas cuantas veces a lo largo de todo el curso. Pareció en algún tramo que le costaba tener continuidad y tuvo algún que otro problemilla físico que le incomodó, pero conjugó mucho el verbo ganar y pocas el perder: con él en el campo, el Pucela solamente cayó en tres ocasiones.
Nacho: 43 partidos, 2.766 minutos (dos goles y cinco asistencias). Se merendó a Olaza, que ni quiso competir. Lo hizo, además, ofreciendo un nivel que hace tiempo que no daba. Encontró una gran versión ofensiva, como indican los datos, pero también su asociación con Toni Villa, muy positiva para el equipo cuando coincidieron en sus buenos momentos. Además, atrás mejoró también con respecto a tiempos recientes.
Carnero: 6 partidos, 264 minutos (una asistencia). Tardó en aparecer porque venía de una lesión prolongada. Cuando lo hizo, comenzó sorprendiendo porque no dio la sensación de que notara tanto la inactividad como debía. Sin embargo, el paso de sus actuaciones terminó dejando un poso peor, forzado a un segundo plano como el vivido por varios compañeros.
Roque Mesa: 39 partidos, 2.989 minutos (tres goles y siete asistencias). El capo, dentro y fuera del campo. Gobernó lo que pasa con puño de hierro, como uno de los mediocentros más dominantes de toda la categoría, sino el que más, si se tiene en cuenta la pureza de la posición. Prueba de ello es que lideró unas cuantas estadísticas de creación de fútbol en toda la categoría. Junto a su labor de creación, aportó varios goles. Su lunar, las 15 amarillas.
Aguado: 41 partidos, 2.883 minutos (cuatro goles y tres asistencias). Fue la gran revelación. Tras varios años desahuciado, Pacheta encontró un filón en él. De apariencia frágil, no lo es; brega como pocos. Formó una dopla capital con Mesa, la mejor de Segunda, con personalidad para pedirla y conducir cuando venían mal dadas. Si hubiera tenido un poco más de finura de cara al gol, habría alcanzado, seguro, los dobles dígitos. Un jugón.
Monchu: 15 partidos, 705 minutos (dos goles y cuatro asistencias). El buen momento de forma que esgrimió y su buen encaje nada más llegar 'obligaron' a que Pacheta cambiara el dibujo. A balón parado es un puñal. Es la pausa cuando se precisa y la velocidad en el juego también, gracias a sus envíos precisos profundos y verticales. En cuatro meses ha demostrado nivel para volver a Primera y ser un buen complemento como blanquivioleta.
Anuar: 34 partidos, 957 minutos (cuatro goles y dos asistencias). Pasó de tener las maletas echas en enero a deshacerlas y convertirse, de pleno derecho, en un elemento vertebrador del equipo. Lo es porque su corazón es del Pucela como el de pocos, casi ninguno, en la plantilla. Pero también por cuanto ofreció maximizado por un Pacheta que le supo entender, que supo comprender como solamente había hecho Rubén Albés que su desorden puede ser bueno.
Iván Sánchez: 12 partidos, 684 minutos (un gol). Completó tres regates por partido, aunque da la sensación de que fueran más, porque no hay quien le quite el balón. Por momentos, igualó e incluso mejoró el acierto en el pase de Roque Mesa y Aguado, lo que habla de un muy buen constructor de juego. Actuó como volante más que como extremo, e igualmente brilló; fue, quizás, el mejor de los fichajes que se hicieron en el mercado de enero.
Plata: 30 partidos, 1.888 minutos (seis goles y cinco asistencias). Los problemas extradeportivos de finales de 2021 rompieron con su buen inicio. Recuperada la presencia en el equipo, confirmó las sensaciones que venía dejando, de ser un jugador con un potencial importante, aunque todavía no del todo capaz de estar 100% conectado a los partidos. No importa; la afición le quiere aquí por el espectáculo que ofrece y porque, además, también ha ofrecido buenos números.
Hervías: 6 partidos, 66 minutos. Su mayor éxito fue poder volver a jugar, cuando hubo un momento en el que se creyó que quizás debería colgar las botas; no en vano, volvió a sentir molestias al final del curso. Cuando jugó, mostró unas ganas tremendas, que no se llegaron a traducir en acciones peligrosas o provechosas. Normal, después de tanto tiempo sin continuidad.
Narro: 3 partidos, 31 minutos. Asomó en tiempos de crisis, cuando había tantas bajas, pero, como le sucedió a Fresneda, no se logró asentar debido a la competencia aumentada en enero. Entonces, se llegó a pensar que podía quedarse arriba, aunque no fue así. Lideró al Promesas en los peores momentos. Con el primer plantel no tuvo casi participación.
Toni Villa: 37 partidos, 2.248 minutos (cinco goles y tres asistencias). La mejor noticia del fichaje de Morcillo fue el murciano, que pegó un subidón de rendimiento. Ha hecho sus mejores números como profesional y se ha mostrado más maduro que nunca, comprendido, como su inseparable Anuar, y espoleado por un estilo que le favorecía... incluso en banda. Indiscutible en ese costado zurdo, siempre hace la misma jugada y casi siempre le sale.
Morcillo: 11 partidos, 230 minutos (un gol y dos asistencias). Salvo por la cuestión anterior, de la activación a Toni, resultó bastante intrascendente. Apenas sumó dos titularidades y no le alcanzó para demostrar demasiadas cosas, pero lo cierto es que en los minutos de que dispuso tampoco las acabó de demostrar, más allá de retazos de su profundidad por banda.
Óscar Plano: 32 partidos, 2.169 minutos (tres goles y cuatro asistencias). Su lesión en el tramo final de temporada fue un mazazo, porque era, otra vez, un jugador clave, como así reconoció Pacheta cuando cayó. No siempre se le ve, esa es la realidad que lleva al público a exigirle tanto, ni siempre está tan participativo como se le reclama por su calidad, pero es fundamental en lo que sucede en campo rival y decoroso por su trabajo defensivo.
Cristo: 29 partidos, 863 minutos (dos goles y una asistencia). Otro de los que dimitieron antes de consumar el ascenso. A pesar de que tiene calidad a espuertas, esta salió a cuentagotas. Ojo: su rendimiento seguramente no fuera tan malo como más de uno ha podido pensar, pero bien es verdad que, como jugador ofensivo, y teniendo a Sergio León y Weissman como rivales, debió dar más prestaciones para ganarse ese mayor protagonismo.
Sergio León: 32 partidos, 1.777 minutos (siete goles y cuatro asistencias). La dolorosa y tardía sanción de cuatro partidos le llegó en el peor momento, porque en su ausencia se cernieron dudas alrededor del dibujo, pero lo cierto es que ya había perdido la partida anteriormente. El fútbol no se la devolvió con un último gol, pero sí con un ascenso merecido por su capacidad de ponerse al servicio de Weissman y del grupo. A sus 33 años ha sido un redescubrimiento.
Weissman: 38 partidos, 3.158 minutos (veinte goles y tres asistencias). Como ha sido bautizado en redes sociales, el padre de todos por ser el líder espiritual de una afición que le adora como hace tiempo no adoraba a un futbolista. Rematador puro, de los de antes, su capacidad de desmarque y su definición eran de otra categoría, esa que recupera después de un año excelso, en el que, solo en punta o acompañado, marcó diferencias.
Pacheta: Él lo sabía; sabía que todo esto iba a pasar. Lo soñó y de algún modo lo predijo, algo que no siempre creyó todo el mundo, porque hubo momentos malos, en los que las críticas arreciaron, cosa normal teniendo en cuenta lo que significa el Pucela en Segunda. Pero confió y el fútbol puso todo en su lugar: el equipo jugó como hacía unos cuantos años que no se veía, entretuvo, devolvió la comunidad a la grada y llevó la 'pacheneta' a la Primera División.
* No han sido tenidos en cuenta los jugadores salidos iniciada la Liga o en enero, el lesionado Hugo Vallejo o el testimonial Slavy.