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LEGANÉS

Despegue bajo el síndrome Burgos

Desde el 4-0 en El Plantío, el Leganés no ha hecho más que mejorar influenciado por las consecuencias de aquel choque. Aquella goleada sigue aún presente y excita la competitividad.

Teodora.2022
DANI SANCHEZDIARIO AS

Hubo un tiempo en el que las derrotas eran derrotas. Varapalos que no tenían nada positivo más allá del pitido final del árbitro, ése que cerraba el partido para buscar el siguiente camino del un deseo por la redención. Tiempos en los que el fútbol era otra cosa. Ahora el fútbol es mensaje. Y con muchas derrotas llega cargado de un llamativo optimismo. Le pasó a Xavi y su Barça tras caer en la Supercopa de España ante el Real Madrid. En su discurso, más que perder, parecía haber sometido al eterno rival. Curioso. Desde aquel día de 'dulce' derrota (oxímoron sumo), su equipo fue otro. Mucho mejor. Lanzado. El Leganés de Mehdi Nafti también ha tenido su propio clásico de redención. Aunque en la goleada de Burgos (4-0, 3-0 ya en el 30’), al contrario que la caída culé en Riad, no dejó ni un solo destello positivo más que la certeza de que los pepineros habían tocado fondo. Más bajo no se podía caer.

Desde entonces, el equipo ha sufrido un vigorizante efecto rebote con gestos de fortaleza en todos los campos posibles. El fundamental, el de los resultados. Después del bochorno en El Plantío, el Leganés ha disparado su rendimiento y engarzado cinco partidos seguidos sin perder. En total, 11 puntos de 15 posibles. Dibujan la segunda mejor racha de la era Nafti (también del curso) que le permite asomarse, aunque sea en la lejanía, a los puestos de playoff (seis puntos de distancia) con el descenso cada día un poco más lejos (ya son once los puntos que le ha metido de por medio.

Decirse “cosas a la cara”

“Una explicación en sí misma no hay”, cuenta Nafti a propósito del porqué en ese vuelco de un Leganés paupérrimo, seguramente de los peores en la última década, al actual, fornido, valiente, descarado y competidor. “Es verdad que después de aquel partido hablamos. Nos dijimos cosas”, continúa describiendo el técnico. Él, como otros protagonistas, admite que los días siguientes fueron duros, pero también de mucha charla íntima para sacudirse verdades a la cara y tomar verdadera dimensión de la necesidad por cambiar.

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Nafti (como la mayoría del club) no olvida esa fecha, brecha profunda aún latente y sin cicatrizar. “Parece que ese partido está muy lejos… está muy lejos… pero también está presente. Porque no queremos volver a vivir ese tipo de partidos”, añade. Es por eso que en la previa de los últimos duelos, especialmente de las salidas, siempre ha avisado a sus chicos de que la relajación, como aquel mediodía, puede ser letal para el Leganés.

“La clave -continúa- es el trabajo. No conozco otra fórmula. Cuando la cosa funciona también. Hemos trabajado. El equipo sabe últimamente sufrir más de lo que se vio en 2021. Somos un equipo más arropado, más contundente en las dos áreas (…) Esto sigue”, cierra su análisis el preparador, que en su discurso sobre el trabajo esconde varias claves deportivas también relevantes.

Más blindaje, menos fantasía

La primera es que, sin despreciar el gusto por el balón, el Leganés ha mutado hacia fórmulas de juego más conservadoras que pretenden, por encima de todo, defender su portería. Aunque eso conlleve, en ocasiones, jugar feo. No importa. Sacar el resultado ya hará del duelo algo bonito. Además, Nafti ha acelerado su política de meritocracia para ajustar alineaciones y dar galones sólo a los que realmente rindan. Si alguien demuestra durante los entrenamientos o un partido que puede jugar, juega. Lo contrario implica banquillo o incluso grada.

También fue importante aquella derrota para acelerar un mercado invernal que, por entonces, estaba algo amilanado. En el club aceleraron el paso para tomar decisiones relevantes en las llegadas (cuatro de las cinco caras nuevas se produjeron tras Burgos), pero también en las salidas, con la marcha de hombres con nombre como Rodrigo Tarín (fue titular en Burgos) o Sabin Merino.

Y todo por una derrota que fue algo más que una derrota. Un ejercicio de redención para reencontrarse con la competitividad que siempre se le ha supuesto al Leganés. Queda claro que las derrotas ahora no son solo derrotas.