El Rayo Vallecano de París
El Red Star es el equipo obrero de una ciudad que se ha convertido en puro glamour desde la llegada del PSG y que deja poco espacio a los pequeños.
La historia del fútbol recordará siempre a Jules Rimet, o al menos hasta 2022, como uno de los principales inductores de la creación de lo que conocemos hoy como el Mundial de fútbol. El abogado, árbitro y expresidente de la FIFA se dio a conocer dentro del deporte rey francés muchos años antes, concretamente en 1897, en una etapa en la que el movimiento obrero comenzaba a destacar en los lugares más inhóspitos de una París preparada para la histórica Exposición Universal de París de 1900 que presentaría el siglo XX.
Rimet decidió, junto a un grupo de amigos, crear el Red Star. Lo materializó de la forma más natural posible, en uno de los míticos cafés parisinos que, a diferencia de los europeos, colocan las terrazas orientadas a la calle para que los habitantes de la capital francesa no se pierdan todo lo que ocurre alrededor de sus tunantes avenidas. Situado en el 7ème arrondisement (barrio en francés), Rimet fundó el club, pero el nombre lo bautizó un inglés, Miss Jenny, que puso "Red Star" no porque fuera un equipo comunista desde el principio, sino porque Red Star Lines, una compañía naviera fundada en 1871, fue uno de sus primeros impulsores.
El Red Star no juega estrictamente en París. Lo hace en Saint-Ouen, una comuna situada en Isla de Francia que se encuentra a escasos kilómetros de la capital francesa. En sus inicios, el club jugaba en Champs de Mars, es decir, al lado de la Torre Eiffel. Fue el inicio de un movimiento popular, ya que los principales obreros de la ciudad se dirigían a uno de los símbolos de la Expo de 1900 para disfrutar del fútbol de barro y para desconectar de las interminables horas de trabajo que reinaban en la época. El club no solo significó una revolución dentro del fútbol, también lo fue en lo social. Atraía a las personas más desfavorecidas de los barrios populares de París, fomentaba el fútbol como más que un deporte y participaba en actos sociales que equilibraban las grandes desigualdades de comienzos del siglo XX en Francia.
Sin embargo, el esplendor de la época y el furor que provocaba ver cada semana al Red Star en el 15ème arrondisement se desvaneció de un plumazo. Unas obras inmobiliarias, las mismas que le han impedido en la actualidad ampliar la capacidad del estadio por la construcción, por orden del Ayuntamiento, de un bloque de edificios a escasos metros del Bauer, y que evitan que el símbolo más preciado de la institución parisina pueda albergar un mayor número de espectadores. Aquellas obras, dedicadas para la creación de un Velódromo para las competiciones de ciclismo, supusieron el fin del primer Red Star y el levantamiento definitivo del club contra el capitalismo, que quería hacer de París una ciudad de ricos y no de clase obrera.
En lo puramente futbolístico, el Red Star consiguió afianzarse durante sus primeros años de existencia en la élite del fútbol francés. Obtiene cuatro Copas de Francia hasta la Segunda Guerra Mundial y se consolida como uno de los equipos punteros de París. La Segunda Guerra Mundial lastra al club y renace la figura de Rino Della Negra, miembro de la plantilla del Red Star en 1942, campeón de la Coupe de France y un componente activo de la Resistencia francesa en la Segunda Guerra Mundial. El Stade Bauer se encuentra actualmente con una zona llena de flores, conmemorando el aniversario de su muerte y dándole nombre a una de las tribunas de uno de los símbolos de la resistencia francesa a la invasión nazi. El estadio, el Bauer, se bautizó así en honor a Jean-Claude Bauer, un médico, declarado comunista que durante el régimen colaboracionista de Vichy se enfrentó a los nazis y terminó ejecutado.
En Saint-Ouen se educó el expresidente de la República Francesa, François Hollande. Durante su mandato en la República, el Ejecutivo visitó al Red Star en varias ocasiones para bendecirlo como ejemplo de multiculturalismo y de la diversidad, varias de las premisas que intentó establecer en los cuatro años que estuvo en el Eliseo. Lo hizo cuando el equipo estuvo, durante la temporada 2015-2016, año en el que el conjunto parisino estuvo a un paso de ascender a la Ligue 1, terminando 5º en la Ligue 2 en un equipo que contaba con jugadores como Sliti, el venezolano Fernando Aristeguieta o el canterano del Lyon, Xavier Chavalerin.
El Ayuntamiento no ayuda
El Ayuntamiento de París, concretamente el de Saint-Ouen, es lo que se puede representar como el mayor exponente de que el fútbol no interesa en Francia, o más bien en París. La ciudad, que cuenta con tan solo un club en la Ligue 1 (el PSG), no reconoce al Red Star como equipo de la capital francesa (es lógico, pero al París F.C, equipo con una masa social infinitamente inferior a la de sus homólogos, le cede el Stade Charlety, que nunca se llena) y, por culpa de la burbuja inmobiliaria, le obligó a mudarse a Saint-Ouen. Justo cuando el Bauer quería remodelarse, La Marie de Saint-Ouen decretó la construcción de un bloque de edificios pegado al estadio para evitar una ampliación de las gradas. Lo curioso del veredicto del Ayuntamiento es que la mayoría de los vecinos no son aficionados al fútbol y tienen que soportar cada lunes el estruendo que generan las fragorosas tribunas del Bauer.
La LFP y el Ayuntamiento han impedido que el Red Star pueda jugar en una categoría superior en su emblemático estadio. Al no reunir las condiciones necesarias para "garantizar la seguridad", el club tuvo que mudarse al Jean-Bouin, estadio pegado al Parque de los Príncipes en el que juega con asiduidad el equipo femenino del PSG, o a Beauvais, más conocido por su aeropuerto que por el fútbol, para competir en la segunda división del fútbol francés. Ese rechazo obligó a movilizarse al club y a preparar las obras, que actualmente siguen en proceso, para una renovación de las tribunas para no tener que desplazarse más de su recinto deportivo.
Otra prueba del poco reconocimiento del Red Star en París es que las altas instancias del Eliseo fomentaron en 1970 la creación del PSG para que la capital pudiera tener un equipo en la primera división del fútbol francés. Reconocer al conjunto parisino como el único de la ciudad fue un insulto hacia el Racing Club de Francia y, sobre todo, para el Red Star, que nunca tuvo el beneplácito del Gobierno Francés por su cercanía al comunismo y al antifascismo. Se les consideraba un equipo problemático y es por ello por lo que, todavía en la actualidad, sigue luchando administrativamente para poder recibir el reconocimiento que se merece.
El nuevo Bauer, que se inaugurará en la temporada 2023/2024, albergará a 10.000 espectadores, dispondrá de un espacio adicional, el "Palco Bauer", que tendrá tiendas, un centro comercial y una escuela de negocios en la que se formará a jóvenes que jueguen en el club y que, por desgracia, no puedan tener el mismo porvenir que los que sí llegan al primer equipo a través de la cantera. Sin embargo, toda la remodelación contrasta con el grupo de aficionados con más apego a la idiosincrasia que ha caracterizado a la entidad durante toda la historia. El Red Star ha sido un club de los barrios populares y de la clase obrera y convertirlo en un centro moderno con restaurantes y con palcos para gente más adinerada ha provocado el rechazo de una parte importante de los aficionados que inundan las gradas de un estadio que recuerda al de Vallecas por la cantidad de grietas que existen y por las contadas remodelaciones que ha sufrido a lo largo de la historia. El hecho de haber llevado la marca "Adidas" durante varios años, convertido en un exponente del marketing actual, pues cada vez que el Red Star da a conocer sus nuevas equipaciones el club es Trending Topic en Twitter, es otro de los pasos hacia el globalismo que no han gustado, en absoluto, a los aficionados.
En The Guardian, en 2017, ya mostraron los entresijos de lo que es, actualmente, el Red Star. El equipo ayuda a otros proyectos como Rocket París, Hotel Radio París y se promociona gracias a fotógrafos de renombre que nos muestran, a través de imágenes en blanco y negro, esa lucha y ese pundonor que se identifican con las señas del club. Una institución amiga de sus aficionados, que organiza comidas para fomentar la conciliación entre club-hincha y, que, además, nunca ha subido el precio de las entradas por necesidades económicas para hacer saber que el equipo es tanto de los dirigentes como de los aficionados.
En lo puramente social, el Red Star cuenta con una afición fiel, que no ha dejado de alentar a su equipo sin importar la categoría en la que se encuentra. Es el único club de Francia que, a diferencia de la mayoría, tiene un bar enfrente del estadio en el que se organizan reuniones antes, durante y después del partido. El bar, conocido como "L'Olympic", está repleto de pegatinas de diferentes grupos de aficionados con los que se ha hermanado el equipo de Saint-Ouen. Incluso españoles, miembros del grupo Bukaneros, van asiduamente a ver los partidos del Red Star, así como del Sankt Pauli, el club alemán al que se podría asemejar la identidad de los verdes, que es el color que predomina en las camisetas
En cuanto a sus categorías inferiores, el Red Star es un equipo tan humilde que no cuenta con una cantera a nivel profesional. Los chicos del barrio, que sueñan algún día con llegar a ser futbolistas, pueden vestir las camisetas de sus ídolos. Steve Marlet, mítico exjugador francés y que fue en su día el presidente de la entidad, llegó a ser uno de los pioneros del proyecto deportivo que estuvo a un paso de ascender a la Ligue 1. Esta temporada, el club ha registrado, en un momento crítico, sobre todo por los resultados, la mejor afluencia de National, la tercera categoría del fútbol francés en la que el Red Star está 12º, tan solo seis puntos por encima del descenso. El exjugador del Valencia, Ludovic Butelle, está en una plantilla que es entrenada por Habib Beye, internacional senegalés que formó parte de aquella selección que obró una gesta histórica en 2002 ante Francia en Corea y Japón. Por mucho que lo quieran evitar, el Red Star sigue más vivo que nunca y alumbra los barrios más inhóspitos de la desconocida Saint-Ouen.