Reinildo, resiliencia, promesas cumplidas y disparos de bala
La carrera del último fichaje del Atlético ha estado marcada por la muerte de sus padres y la lucha. La última vez que viajó a Mozambique, sobrevivió a un tiroteo.
Reinildo Mandava. Su nombre apareció el lunes 31 de enero en la página de LaLiga pasadas las once de la noche. Quedaba apenas una hora para el cierre del mercado invernal. La negociación con el Lille había sido ardua. El Atlético buscaba cambiar el ‘julio’ por el ‘enero’, traer ya a un futbolista que era para la próxima temporada. Reinildo. Lateral izquierdo del Lille, actual campeón de Francia. 28 años, tres millones de euros. Y una vida marcada por la dureza y esa palabra que se le ajusta como guante: resiliencia.
Reinildo nació en 1994 en Beira, provincia de Sofala, la segunda ciudad más poblada de Mozambique después de Maputo, su capital. Y lo hacía en una familia muy pobre. “No necesariamente tenía que comer ni donde dormir”, reconocía él mismo en una entrevista en ‘France Football’. Recorría largas distancias a pie, ya mascaba fútbol. Porque en su casa no podía haber nada pero eso, el fútbol, no faltaba. Su padre era entrenador y jugador. Reinildo creció respirándolo. “Una vez le pedí a mi padre que viniese a verme”, rememoraba en la misma entrevista. Recibió un ‘no’, el que quizá más duele: “Me dijo que no era lo suficientemente bueno”. Pero lo descubrió espiándolo jugar tras un árbol. Fue en un entrenamiento en el que Reinildo marcó varios goles. Al llegar a casa el ‘no’ se había convertido en un ‘sí’ lleno de orgullo de padre. “Me dijo que si trabajaba duro, me convertiría en profesional’. No lo vería, sin embargo. Cuando Reinildo firmaba con 18 años, en 2012, su primer contrato como futbolista profesional con el primer equipo del Ferroviario de Beira, hacía siete años que su padre ya no estaba, que había muerto. Una enfermedad se lo había arrebatado cuando tenía 11 años, en 2005. “Me dio una gran motivación para seguir jugando a fútbol. Lo convertí en mi misión”. Algo a lo que agarrarse en medio de tanta penuria.
Era 2007, cuando llegó a la cantera del Ferroviario. Era 2013, un año después de su primera firma como profesional, que sus partidos en la Copa de Mozambique y su paso a la Liga Deportiva de Maputo llamaron la atención de los ojeadores. Su billete a Europa se estaba imprimiendo. En 2015 abandonaría África rumbo a Lisboa (“mi club favorito”) y la pena llenando su maleta. Lo hacía huérfano, qué palabra tan dura, tan difícil de asumir, de aceptar. “Perdí a mi madre. Al menos pude despedirme de ella en el hospital y me pidió que lo diera todo”. Esas palabras aún resuenan en su interior. Atadas al hilo de la misión que le prometió cumplir a su padre. El fútbol. Tampoco fue fácil en Europa.
Portugal, Francia, el tiroteo
Fichaje en diciembre de 2016 para el filial de las Águilas, en verano saltó al primer equipo, pero una lesión le trabó, nunca llegó a debutar con el primer equipo. Encadenó dos cesiones a clubes de Segunda (FAFE y Sporting Covilha) antes de llegar al Os Belenenses en la 2018-19, desde donde despegaría definitivamente. 19 partidos en la élite (y donde fueran: “Puedo jugar de lateral o extremo, de ‘9’, o central”, se definiría) fueron suficientes para que los ojeadores del Lille apuntaran su nombre y diera otro salto, el penúltimo, a la liga francesa en enero de 2019. Koné y Bradaric le cerraban las puertas en el once. Pero poco a poco, amarrado a su misión, a las palabras de su madre aún en su interior, a esa palabra, resiliencia, fue arañando minutos, presencia. Si jugó apenas 95’ en seis meses, poco a poco, en la 2019-20, se fue haciendo imprescindible. “Trabajo todos los días para tener una oportunidad. No hay que rendirse nunca”, decía en ‘France Football’. La frase bien podría pertenecer al Cholo Simeone.
Reinildo puede ser la masa madre que le falta a su plato favorito, la pizza. Reinildo como puerta que cierre el túnel que los rivales siempre escarban a la espalda de Lodi (970’ esta 2021-22, un futbolista cuyas carencias defensivas nunca han terminado de convencer al Cholo), alrededor de los errores de Hermoso (2.200’). Reinildo como hombre que devuelva la solidez perdida (en esta 21-22 ya ha encajado más goles, 26, que en toda LaLiga pasada, 25). “Nunca pensé que sería campeón con el Lille”, decía el futbolista en una entrevista. Pero lo fue. Ante el poderoso PSG de Neymar y Mbappé, antes de la llegada de Messi, la 2020-21. Reinildo fue elegido en el once de la competición. Por sus 4,3 entradas por partido, 1,2 intercepciones (el noveno jugador que más intercepta en la Ligue 1), por lo difícil que resulta regatearle, sólo 0,2 por juego y un 79,3% de acierto en el pase, por declararse ganador de casi todos sus duelos (111 de 194).
Con el trofeo de campeón francés aún reciente en sus manos viajó el verano pasado a Mozambique donde fue recibido por el Presidente de la República, Filipe Nyusi, las autoridades municipales de su ciudad natal, regaló a sus familiares y amigos una casa y sobrevivió a un tiroteo. Unos ladrones le siguieron por las calles de Zero, Mopeia, provincia de Zambezia, en el centro de Mozambique, asaltaron cuando iba a ejercer de testigo a una boda. Querían su coche, un Toyota Hilux.