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COPA DEL REY

El Rayo, ante una noche histórica: "La gloria está en este partido"

Los vallecanos se miden el miércoles al Mallorca en cuartos. Sólo han llegado a semifinales una vez, hace 40 años. Desempolvamos con Uceda y Anero, dos de sus protagonistas, aquella cita.

Actualizado a
Semifinal de Copa del 82 entre Rayo y Sporting.

Vallecas está loca con la Copa. La afición sueña con pasar la barrera de cuartos contra el Mallorca el próximo miércoles. Se quedaron en ese punto seis veces en toda su historia (los años 80, 81, 95, 97, 00 y 02) y sólo lo superaron en el 82, tras dejar por el camino a Parla, Cacereño, Oviedo, Atlético Madrileño —el filial del Atleti— y Zaragoza. Ahí, los franjirrojos, cayeron en las semifinales contra el Sporting. Nunca han emulado tal hazaña. De ahí la ilusión que se respira en cada rincón del barrio, que ve factible pasar de ronda con este Rayo de Iraola.

Una sensación que comparte Miguel Uceda, central y capitán de aquel histórico equipo de semis: "Recuerdo que eliminamos a dos Primeras. Hicimos partidos muy buenos en casa. Con este Rayo se puede soñar. Está jugando bastante bien, tanto que el descenso lo descartamos. Ahora en Liga le está pasando como a nuestro Matagigantes, que ya en la segunda vuelta te conocen y es más difícil. Destaco el buen papel de Trejo, Isi... Bueno, me dicen que Catena se parece a mí (risas)".

Uceda es el segundo jugador que más encuentros ha defendido la Franja en toda la historia (429, sólo Cota le supera). "No lo sabía y lo vi hace unos días trasteando con la tablet", admite, antes de hablar sobre su técnico en aquel momento, otra leyenda, Peñalva. Él cogió las riendas en la decimosexta jornada, relevando a Chato González en el banquillo. "Siempre era la solución cuando el equipo no funcionaba. Le tenía mucho aprecio porque cuando yo llegué, ya estaba con Olmedo en Vallehermoso. Fue fiel al Rayo toda su vida", le describe el mítico defensa.

La ida de aquella única semifinal se jugó en Vallecas el 10 de marzo de 1982. Entonces hacerse con una localidad costó 2.000 pesetas en la tribuna, 600 en el caso de los socios, unos precios prohibitivos que restaron almas a la grada. Aún así, quienes fueron cumplieron, como lo hacían los de Peñalva, que acorralaron a los asturianos en muchas fases del juego. De hecho, su gol (el 0-1 definitivo) llegó gracias a un punterazo de Doria (66') en un golpe franco, que se coló entre la barrera rayista. El Sporting tiró de oficio para mantener la ventaja y se convirtió en un muro infranqueable para una Franja que gozó de más dominio y ocasiones (Aguilar, Morón, García Jiménez, Juan...). Incluso el colegiado Sánchez Arminio obvió un posible penalti por un empujón de Pereda al local Aguilar en el 61'.

La vuelta data del 31 de marzo. Aunque los franjirrojos se mostraron voluntariosos y luchadores les faltó mordiente, algo que le sobró a los asturianos, que sellaron su pase a la final con un contundente 3-0. A los nueve minutos cayó el primero, después de que Mesa aprovechase un rechace de la zaga vallecana. La posesión era de los visitantes, pero no tuvieron su primera ocasión hasta el 36', una buena jugada personal de Benito. Cuando muchos aficionados comenzaban a irse del Molinón, Ferrero mandó un centro de Joaquín al fondo de la red y apenas un minuto después, en el 82', Abel sentenció con un disparo que pega en Rocamora y despista al cancerbero rayista Mora.

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En dicha cita, Anero disputó 22 minutos. Él, que había sido junto a Uceda uno de los pilares del Matagigantes, estaba viviendo su última campaña vistiendo la Franja. "Cuando descendimos (79-80) me rompí la clavícula en el Camp Nou y la lesión me dejó chungo. Lo pasé fatal aquel año, me sentí muy fuera del equipo, aislado sin explicaciones, maltratado. Me olía que me querían apartar para promocionar a otros compañeros como Izquierdo y García Jiménez. Peñalva fue mi valedor en el Rayo. Con 18-19 años me dejaba entrenar con el primer equipo. Me tenía en estima. Por eso, con perspectiva, intuyo que había alguien en el club que tenía pensada otra cosa para mí...", reflexiona el lateral.

Buceando entre sus recuerdos coperos, fueron los cuartos, los que más presentes tiene. "¡El partido del Zaragoza en Vallecas! Había estudiado Ingeniería Aeronáutica y su equipo de fútbol se metió por primera vez en la final del campeonato universitario. Por la mañana jugué en el Paraninfo pensando que no tendría minutos por la tarde... y salí en el 74'. Estaba físicamente como un tiro, aunque me dolía un dedo por una patada que me habían dado", confiesa. Hoy, igual que ayer, la Copa supone el camino más corto hacia el éxito. "¿Y por qué no? El Rayo alguna vez tiene que pasar de ronda y este año han venido bien dadas. Es una gran oportunidad y puedes marcar un hito".

Es entonces cuando sale el Anero entrenador, el que ha estado 30 años dirigiendo fútbol base: "A los futbolistas se les debe plantear como un paréntesis de la Liga y como una final. Tienen que abstraerse y entender que la gloria está en este partido. Nosotros somos como actores y hay que convencerles, con argumentos de todo tipo, para dar el máximo". Este Rayo de Iraola vence y convence, también al legendario defensa: "Yo era de los que el año pasado, en Segunda, no estaba muy convencido de que el equipo tuviera futuro, pero este curso me ha sorprendido para bien. El técnico marca mucho e Iraola me parece interesante, tan moderado, sin ansias de protagonismo... Además, tiene un buen equipo. Una de sus virtudes es que corren más que los demás y parece que se multiplican. Todos tienen muy claro a lo que juegan. Es una propuesta muy consistente".

Anero reconoce en el espíritu de este Rayo aquel de su Matagigantes y desvela su debilidad por Fran García, "aunque Álvaro está muy bien". A cada nombre, se le ocurre otro efectivo a destacar. "Trejo es importante, Falcao un fenómeno, Comesaña y Óscar forman un gran entramado en el mediocampo... También la defensa. Este equipo me recuerda al nuestro, cuya seña de identidad era robar el balón, correr e ir rápido arriba, con ambición por marcar y sin encajar. Fuertes en Vallecas. Un portento físico. Nosotros nos matábamos en la Casa de Campo, ¡cómo no hacerlo sobre el campo! Además, estos jugadores tienen también esa ambición de querer ser alguien. No soy famoso ni internacional, pero puedo romper moldes y no me voy a conformar. Así es como un equipo de barrio ganó a todos los grandes... El estado emocional es fundamental", concluye. El de Vallecas es propicio para construir algo grande.