Hay quien sostiene que lo que pasa en la pretemporada se queda en la pretemporada. Como en Las Vegas. Que la liga es otra cosa. Pues no. Al menos para el Racing de Guillermo Fernández Romo, y para Romo, eso no cuenta. El juego exhibido ante el Tudelano ha tenido las mismas virtudes y los mismos defectos que venía adelantando en los bolos veraniegos. Seriedad, orden, implicación defensiva y pocas ocasiones concedidas por un lado. Lentitud en la circulación del balón, previsibilidad, escaso dinamismo por dentro, demasiada distancia con los de fuera y dependencia total del talento de Pablo Torre para generar en campo contrario. También la punta de forma (buena) de Cédricla conocíamos ya. Como que a Romo le gusta más un cero en su portería que ciento volando.
Puede que en Teruel, la Alcarria y el Páramo de Masa haya poca densidad de población. Comparable a la de Laponia, dicen. Hong Kong me parecían ayer mientras veía el solar que era el centro del campo racinguista durante muchos minutos. Tienza y Sergio Marcos en paralelo y diez metros por delante de los centrales, Manu Justo arriba, a 35 metros, haciendo compañía a Cédric, mientras Soko y Camus pisaban permanentemente la raya de cal. Conclusión, mil metros cuadrados sin presencia verdiblanca. Los mil metros cuadrados en donde nace el fútbol. Si se vuelve a dar que Pablo Torre no puede jugar, Romo debe encontrar una solución..., si quiere mandar en el juego y no solo hacer daño con contras.