SEMIFINALES (IDA) | VILLARREAL 2-ARSENAL 1
Pépé pincha un globo de euforia
Un gol de penalti del delantero que no fue, con uno menos, deja abierta una eliminatoria que el Villarreal pudo sentenciar tras los goles de Trigueros y Albiol.
El Villarreal se comportó durante 72 minutos, sin serlo aún, como un equipo laureado al que sus vitrinas ya se le quedan cortas. Dio un golpe de autoridad durante gran parte del partido con grandeza, a base de efectividad, solidez y entusiasmo, que le dejaba más cerca de la primera final de su historia. Los goles de Trigueros, nada más empezar, y el de Albiol, en un córner, dispararon por momentos el estado de euforia en un pueblo con fútbol de capital, arrinconando al Arsenal y obligando a Arteta a ponerle velas a Lacazette y Aubameyang para la vuelta. Pero en las eliminatorias de este calibre los detalles pesan y las resurrecciones son tendencia. Un penalti que no fue de Trigueros a Saka en el 73’ fue transformado por Pépé, cuando jugaba con uno menos por expulsión de Ceballos por doble amarilla (44’ y 57’). El Submarino pasó de perseguir la sentencia a refugiarse en una cueva.
Emery apostó por su once de gala a estas alturas, que ha variado respecto al inicio de la temporada en dos detalles: la entrada de Foyth por Mario, allá donde le reclaman, y la de Chukwueze por Moi, en cualquier sector en el que se exija su bendito desborde. Si la aportación del argentino fue arrolladora desde el lateral, la del nigeriano fue clave en el extremo para fijar a una defensa de mantequilla. Ellos dos cocinaron el 1-0 (5’) en el que Trigueros obedeció con la derecha lo que le dictaba impulsivamente el alma.
El 4-4-2, que muta en ataque en un asimétrico 4-3-3 debido a que Gerard vive a la mediterránea, volvió a mostrar los automatismos que por fin ha logrado institucionalizar el técnico de Hondarribia. Arteta, por su parte, aireó con su desdibujado sistema que ha llegado a esta eliminatoria con mejor banquillo que once titular. Y eso es mucho decir. En esta ida fueron suplentes Bellerín, David Luiz y Willian, además de los tocados… El aficionado cañí lo agradeció. Los problemas internos del Arsenal, entre lesiones y malaria, devolvieron el foco a viejos conocidos como Ceballos, que vive en continúa reivindicación, y a Odegaard, que se debate en la Premier entre consolidar su enorme talento en la élite, para volver por la puerta grande al Madrid, o ir enlazando cesiones mientras se evapora esa precocidad divina que le catapultaba. Los dos dejaron guiños de su calidad, al mismo tiempo que detalles de su falta de liderazgo. La expulsión de Ceballos, que pudo llegar incluso antes, le puede costar fama.
La tensión se palpaba desde el arranque. El Villarreal, séptimo en Liga, y el Arsenal, décimo en Inglaterra, tienen esta competición como un atajo hacia la Champions que se le ha esfumado con tanto tropiezo los fines de semana. Y a esa opción esperanzadora hay que sumar la activación que supone la ilusión local por cobrarse la revancha de 2006 y la necesidad del Arsenal de volver a ser quien fue. Se mascaba el estrés y el ritmo fue vertiginoso. El Villarreal se aprovechó de la pausa de Pau y Parejo en la salida y de su mordiente en la presión. Así fue cómo acabó empujando a su adversario cuando éste insistía con la posesión. Fruto de esa confianza, el Submarino se plantó con firmeza en el área de Leno, al que volvió a superar en el 29’ con un saque de esquina botado por Parejo, que peinó Gerard y empujó el mariscal Albiol.
El Arsenal resoplaba. Su medio campo, desbordado, era de pladur. Partey no encontraba espacio donde galopar. Y el partido pedía a gritos a Martinelli para inquietar, al menos, en los metros finales. Arteta no se atrevía a dar el paso. Esperaba a que un golpe de magia o de fortuna le metiera en el partido. Y la intuición casi le da vida. El colegiado señaló un penalti de Foyth a Pepé (34’) que el VAR se encargó de echar atrás por mano previa en el control orientado. Para eso apareció la tecnología en nuestras vidas: para impartir justicia donde no se aplicaba.
Con el susto en el cuerpo, el Villarreal se marchó al descanso, donde Emery se encontró con el enésimo achaque de Alcácer. Ni se inmutó. Donde todos veían un serio problema, él encontró una magnifica (¿?) oportunidad. Coquelin, un ex, salió por él con la misión de reforzar el centro del campo. Había opciones menos expertas aunque más alegres. El Arsenal regresó algo enfadado y transformó esa energía en insistencia ofensiva. Hasta que el mal humor se desató con la huelga de Ceballos, justo cuando Arteta tenía diseñado su cambio. Con esa roja, el Arsenal fluctuó: de buscar el gol de la esperanza a defender el de la puntilla. El Submarino se afanaba en conservar la renta y en lanzar contraataques amenazadores. Chukwueze y Gerard pudieron rematar la faena. Le faltó frescura. El penalti de Trigueros a Saka, evitable e inventado, cayó del cielo y cambió por completo el panorama del partido y el futuro de una eliminatoria que ya no podrán concluir Capoue, expulsado, y Foyth, lesionado.
Así, de momento, la diferencia sólo se refleja en las casas de apuestas. Queda la segunda parte de una batalla épica. En Londres. Dentro de siete días. Y otra vez sin público en las gradas. Aunque eso no será impedimento para que se sienta de nuevo el calor y las gargantas de un pueblo orgulloso. Ése que vive con la ilusión de soñar si el 26 de mayo tocará mirar, e incluso viajar, a Polonia. Como recordó el mensaje lanzado al mundo en la lona que presidió el partido de ida, ‘es su historia, es su sueño, es su momento’.