Espanyol, Málaga y el ascenso geométrico de Albesa
Pueden los pericos volver matemáticamente a Primera ante los malagueños, como en 1990, con un héroe que tenía muy claro por qué iba a convertir su penalti decisivo.
Puede convertirse el 2 de mayo de 2021 en una de esas fechas señaladas en la historia del Espanyol. Como lo fue el 10 de junio de 1990. Y, curiosamente, en ambos casos por idéntico motivo y contra el mismo rival: Un ascenso a Primera frente al Málaga. Club de Fútbol ahora, Club Deportivo hace 31 años. De La Rosaleda, donde Alberto Albesa transformó un penalti decisivo en la tanda más interminable, al RCDE Stadium, donde el exjugador tiene una puerta a su nombre (la 40), pasando por Sarrià, en cuyo barrio regenta una cafetería.
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"Cada vez que bajo caminando los diez minutos que tengo hasta el viejo estadio me entra la nostalgia", reconoce Albesa, quien recibe a AS en su establecimiento, Petit Ca la Flauta, en ese pequeño remanso de paz entre la hora del desayuno y los primeros menús. Casi como lo sería, para el Espanyol, subir con cinco jornadas todavía por disputarse. "La casualidad, con el Málaga de por medio –en este caso, deberían también perder Almería y Leganés sus partidos para que el ascenso sea matemático este domingo–, es enorme. Pero ahora la perspectiva es positiva: si ganas, subes ya; y si no, es cuestión de tiempo. Lo nuestro conllevaba sufrimiento", remarca.
Recuerda Albesa que la 1989-90 "fue una temporada durísima, con muchas críticas, el equipo no llegó a funcionar, nos metimos en la promoción a última hora… Así que con el penalti y el ascenso nos quitamos un terrible peso de encima", suspira aún, después de tres décadas. Y añade que "ahora no se le da el mérito que tiene porque te has ido haciendo a la idea de que vas a subir, entonces fue más épico porque nos lo jugamos todo en dos partidos. Lo de la tanda fue totalmente agónico, en su campo y con la afición en contra".
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Se sitúa ya el que fuera central en aquel 10 de junio, camiseta roja con rayas horizontales blanquiazules, publicidad de la tienda deportiva Araña, en una Rosaleda "con muy poca gente del Espanyol, detrás justo de la portería, pero que era la que más gritaba y se le escuchaba". Venía de ganar el Espanyol la ida de la promoción en Sarrià, 1-0, y de acabar con idéntico resultado a favor del Málaga en la vuelta, tras los 90 minutos y la prórroga. Y la tanda iba dilatándose sin que nadie pareciera querer subir. "Ya habían tirado todos los especialistas, así que Juanjo (Díaz, el entrenador perico) preguntó si alguien estaba interesado en lanzar el siguiente, porque nos iba la vida. Vi a los compañeros muy dubitativos, pero yo no tenía miedo", asegura.
Y dio Albesa el paso adelante para ejecutar la pena máxima que, pese a llamarse así, paradójicamente podía deparar las máximas alegrías, al devolver al Espanyol a Primera. "A esos pocos aficionados pericos los saludé con la mano para tranquilizarlos, porque tenía la convicción de que lo iba a meter… Y no es fanfarronería". No, de hecho, se trataba de una cuestión meramente geométrica: "Si no pasé nervios fue porque lo calculé matemáticamente: Jaro (el portero del Málaga) es muy alto, y entendí que él adivinaría que lo iba a tirar a su derecha, porque soy diestro, así que pensé que si la chutaba abajo, rasa y fuerte, con su altura era difícil que la detuviera a tiempo".
Dicho y hecho. Ni las piernas ni las botas ni el balón desobedecieron a su cerebro y Albesa se convirtió en el héroe del ascenso. "Sin público nos hubiera costado más, creo que hay que estar mentalmente más preparado, sobre todo a domicilio, porque a veces que te chillen es una forma de motivarte", compara inevitablemente. Como lo hace con los deberes que tendrá el Espanyol cuando regrese a Primera, con la voz de la experiencia de quien volvería a vivir solo tres años después otro descenso y vuelta a empezar.
"Lo bueno que ha hecho el Espanyol es mantener al 80 por ciento del equipo en Segunda, pero la próxima temporada hay que buscar gente joven. Es muy importante", destaca. "Camacho lo tenía claro, y por ello subió a Lardín o Roberto. Eso nos dio un plus de frescura, de alegría. El Espanyol debe mantener la plantilla pero buscar nuevos y buenos jugadores, porque con el equipo actual podemos tener problemas", advierte.
Y, hablando de penaltis, relativiza Albesa la racha de tres seguidos fallados por Raúl de Tomás, o que ante el Almería se lo cediera a Adrián Embarba. Y recuerda otro lanzamiento a lo Panenka que él sufrió como jugador: el de Igor Korneiev ante el Burgos, en El Plantío, en 1993. "Lo queríamos matar. Íbamos 0-0 cuando lo falló, acabamos perdiendo e iniciamos una racha de fatal desenlace", se lamenta todavía hoy.
Y, mientras va regresando tras la barra, explica Albesa –quien inició su trayectoria deportiva en las categorías inferiores del Barcelona– que "en el Barça eres uno más, un número, mientras que el Espanyol es como una familia", y por ese motivo ahora todos en la familia son socios pericos. Que anhelan regresar cuanto antes a Cornellà-El Prat. "Ojalá LaLiga y las autoridades nos dejen dar la enhorabuena al equipo aunque sea en las dos últimas jornadas", aventura. Será después de otro ascenso, con otros héroes, aunque sin tanta épica como el suyo en 1990.