Con los Williams y sin Europa
Debutó Nico y coincidió con su hermano Iñaki en el campo, pero el Real Valladolid logró igualar dos veces el marcador tras ponerse en ventaja el Athletic. Los pucelanos salen de descenso.
El Real Valladolid se coló en la fiesta de los Williams. Estuvo ahí, asistía mudo al estreno histórico de Nico, el hermanísimo de Iñaki, y acabó con 34 años en el Athletic sin dos familiares sobre un campo. Fue rebañando las migajas, que al final fueron un buen punto. El Athletic chispeante del domingo ante el líder volvió a las andadas, se pasó de confiado. Es incapaz de encadenar dos victorias seguidas y en tres días ha apagado gran parte de la llama de la ilusión en Bilbao. Retorno a la casilla de salida con el enésimo empate, desperdiciando dos ventajas ante un equipo en descenso que gracias a las tablas salió del infierno. Mostró, desde luego, una entereza mental impecable. Lo del cuadro bilbaíno contra los del sótano en LaLiga es más que inquietante.
Hay que ser paciente con los chavales de Lezama, pero es mejor que crezcan con victorias. Segunda jornada consecutiva apostando por ellos. De inicio, dieron intensidad ofensiva y se esforzaron en la presión. El Athletic puso al Real Valladolid a su disposición. Si a Sergio le gusta tener la bola, ni la olieron en la primera parte. Tras 25 minutos de control absoluto y juego dinámico, los rojiblancos se dieron una tregua, porque venían de un gran esfuerzo tres días atrás y había que dosificar sudores, y los pucelanos encargaron alguna ocasión, tímida, eso sí. Como un remate de Weissman en el 42 ante Balenziaga tras un córner que acabó en gol, invalidado por un fuera de juego por centímetros.
La tropa de Marcelino veía que a nada que apretara, ahogaba de nuevo al adversario. La rentabilidad parecía volver a las filas vizcaínas. Un zapatazo, un gol, de Morcillo, el mejor. Y tuvo la segunda, otro disparo desde la frontal. No se entendía cómo un Pucela que se jugaba la vida podía ser tan poco agresivo y manejar un ritmo tan bajo. El mediocentro defensivo ni se enteraba por dónde soplaba el viento. Unai López estaba solo en la organización, no le detectaban. La enorme movilidad de Sancet y Villalibre en los apoyos y descargas sacaba a los centrales de sitio y desordenaba el ecosistema blanquivioleta.
La segunda parte mató el dinamismo local. Los que se duermen con marcadores cortos, lo suelen pagar. El Athletic salió a contemplar cómo estaba el Real Valladolid, como un médico con un paciente tras una larga convalecencia. Se planteó regalar la posesión y esperar el contragolpe. Sergio tuvo una larga charla con el árbitro en el descanso, hasta en eso tomó la iniciativa. Orellana se cambió de banda con Plano y los blanquivioletas buscaron más arriba al rival. Con cuatro o cinco toques ya se acomodaban cerca del área. Le costaba salir al Athletic. Así que llegó el empate. De Orellana, de cabeza, tras un córner en el que midió mal Raúl García. Eso sí, Villalibre tuvo ocasión fantástica, de nueve puro, pero la atajó un gran Masip.
Los pucelanos eran la bomba con Orellana metiéndose hacia dentro y Plano llegando desde el otro lado. Salió Nico y todos se quedaron mirando a un estreno tan histórico. Pero fue su hermano Iñaki el que, tras un pase con el exterior de Ibai, atacó a Nacho y cedió a Raúl, que la enganchó en carrera por el centro como si tuviera una cesta de esas del jai alai. Míchel, Hervías, Roque Mesa y ese Olivas ¡qué bueno que volviste! cambiaron completamente el panorama. ¡Los jugones al poder! El Real Valladolid tocaba la pelota como quería desde 30 metros y los muchachos de Sergio podían centrar a placer. Como esta vez había más gente en zona de riesgo, llegó un nuevo empate, por obra de Weissman, en esta ocasión con despiste de Núñez. Merecidísimo. Adiós bilbaíno a Europa, a base de empates se despide de esos viajes largos. Y el Pucela, al contrario, está más vivo en la categoría que el martes. De momento escapa del montacargas hacia Segunda.