El Leganés y una terapia de choque para cambiar su inercia
Casi descartada la fórmula del ascenso por la vía directa, el Leganés quiere cambiar el chip para afrontar los últimos diez partidos desde el optimismo, no desde el derrotismo.
El Leganés entra en la zona Aragonés (los últimos diez partidos del campeonato) con media estocada en el lomo. La derrota en Mallorca (1-0) se eyectó en el vestuario pepinero como una bomba de derrotismo. Pesimismo en vena que destiló el tono bajo de su entrenador, de Asier Garitano, en sala de prensa. El técnico dio casi por perdida la opción de ascender por la vía directa. Luego pidió recomponer el grupo para garantizar el play-off y afrontarlo con garantías. En esa transformación psicológica anda sumido ahora el equipo y toda la entidad.
El cambio pasa por mutar la perspectiva. “La mayoría de estos jugadores quería ir a por el ascenso directo y quizá no lo juguemos. Nos hará falta todo el mundo para levantar a la gente. Hace 15 días nuestra mentalidad era pelear con los tres de arriba”, recordó el propio Garitano. Con un presupuesto de 30 millones de euros, el tercero más alto de la categoría, el club se había fijado el objetivo de ascender por la vía directa, como en 2016.
Ahora esa opción está a diez puntos con 30 por disputarse y aunque no es imposible, parece más que complicado. Así que desde Butarque está empezando a asentarse otro discurso, el que señala que en un club como el Leganés jugar un play-off de ascenso es también un éxito que debería ilusionar a todos los actores de este equipo: desde jugadores a cuerpo técnico pasando por directivos y afición.
“De dónde venimos y a dónde vamos”
La perspectiva del tiempo ayuda a apuntalar este mensaje que pretende reconvertir la energía negativa que rodea al equipo en aliento para lo que está por llegar. Porque hace apenas cinco años este Leganés afrontaba su segunda temporada consecutiva en Segunda después de haber estado una década a la sombra del pozo de Segunda B. Cuatro años en la élite, insisten al sur de la capital, deben servir para azuzar la ambición, pero no para estirar el hocico hasta hacer insoportable todo lo que no sea arrasar en la categoría.
“El Leganés jamás debe sufrir por estar en Segunda División”, comentó tajante Garitano antes de viajar a Oviedo, hace tres jornadas, en un discurso que ahora cobra una dimensión mayor. Casi de mandamiento para reconducir la situación actual.
“Conozco el club, la ciudad y la historia de dónde venimos y a donde vamos. Un club como el Leganés no puede sufrir en categoría profesional. Que quieras estar más arriba y volver a estar los años que estuvimos en Primera, pues sí… ese es el objetivo y la ambición. Pero eso se consigue desde estar contentos en un sitio”, argumentó aquel mediodía.
“Si el Leganés, por estar en esta categoría, va a sufrir, entonces, seguramente más pronto que tarde estará más cerca de Segunda B que de otra historia. Después de eso, la ambición será subir a Primera. Pero siempre estar conscientes de quienes somos, contentos de poder competir contra grandes ciudades y equipos en esta categoría”, zanjó su reflexión.
Con el paso del tiempo (y los resultados) ahora el Leganés pretende reencauzar el discurso del grupo para reformular lo que está por venir y transformar la zona Aragonés en una mini-liga de diez partidos que les permita batallar por el ascenso directo hasta que haya opciones matemáticas y, cuándo estas se agoten, consolidar su imagen de aspirante serio al ascenso aunque sea por la compleja (pero también extremadamente gozosa) vía del play-off.