Con Diego Jiménez empezó todo
La historia moderna del Eibar no se entiende sin una peculiar historia en la que el exfutbolista de Alcoy eliminó al equipo de su vida con un gol en el minuto 89.
Los que no conozcan la historia del Eibar, tal vez no pongan cara a Diego Jiménez, un centrocampista lleno de técnica y calidad nacido en Alcoy y criado futbolísticamente en su querido Alcoyano, club en el que militó desde 1998 hasta 2012, año en el que recaló en un Eibar en el que ya mandaba Gaizka Garitano, aún en Segunda B.
Según los dirigentes del club armero, aquella era la última temporada en la que las tocadas arcas casi con telarañas permitían confeccionar un equipo para luchar por ascender a Segunda División. De lo contrario, el futuro del Eibar pasaría por pelear para mantener la categoría en Segunda B.
Los de Ipurua se ganaron el derecho a jugar los playoff por cuarto año consecutivo. Los fantasmas de las anteriores eliminatorias planeaban por Ipurua, pero sin perder un ápice de ilusión. El Eibar llegó de Alcoy con un 2-2 en la primera eliminatoria, lo que hacía albergar esperanzas. En la vuelta en casa, el Alcoyano marcó en el minuto 78, y parecía que la pesadilla se volvía a repetir. Cuando ya medio estadio estaba cabizbajo, apareció la figura de Diego Jiménez, heroica, casi épica, para marcar con un inapelable derechazo desde fuera del área el tanto que hacía seguir a los de Garitano dentro de la lucha
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La pelea después no fue tan cruel ante Oviedo y Hospitalet, y el Eibar regresó a su categoría favorita, la Segunda A, sin siquiera soñar lo que pasaría un año después, el histórico ascenso a Primera. Diego Jiménez no celebró aquel gol con el que empezó todo. Es un caballero y lo demostró aquella tarde. Pero, los que aman al Eibar saben que, si no llega a ser por aquel derechazo sobre la campana, nada de lo que hoy se está viviendo hubiera sido posible. "Tengo mucho respeto por el club en el que me formé, y dentro de mi carrera deportiva solo cambiaría que aquel gol lo hubiese marcado otro, pero que todo lo demás hubiera sido igual", dice.
La vida ha cambiado, y la pandemia también le ha golpeado en forma de verse obligado a cerrar su gimnasio, aunque ha vuelto a trabajar como osteópata y dando masajes. "Antes trabajaba tres horas cuando jugaba al fútbol, pero ahora…", dice entre risas. Recuerda sus dos años en Eibar con un cariño más que especial. "Siempre se dice que los vascos son cerrados, pero es que a los dos días de llegar ya éramos una familia más de la ciudad. Hice buenos amigos, la gente cuidó a mi familia de una forma increíble. Mi mujer tenía 27 años y mi hijo mayor 7, acabábamos de cruzar España para vivir en otro lugar, y la gente tocaba al timbre de casa para ver si necesitábamos algo. Nunca he vivido nada así", dice.
Al hablar de la afición se le encoge el corazón. "Gran parte de mi rendimiento en el Eibar fue por ellos. Es que era salir al campo desde el banquillo y la gente me ovacionaba sin siquiera haber tocado el balón. Se me erizaba la piel, y eso no se me olvidará jamás. En Eibar, pese a no llegar a jugar en Primera, la gente me hizo sentir futbolista de Primera División".
El sentimiento de cariño es mutuo. De hecho, Eskozia La Brava le hizo un homenaje en su tierra, y su presidente, Joseba Combarro, no tiene más que palabras de elogio y admiración hacia la figura de Diego. "Quisimos agradecerle la dedicación y compromiso en los años que estuvo, ya que con él empezó todo este sueño que aún vivimos. Su gol fue el paso del infierno hacia el cielo", asegura. "El acto fue muy emocionante, porque conocer a una persona 10 como Diego Jiménez ocurre muy pocas veces en la vida. Es un emblema del Eibar que quedará siempre para la historia". La distancia, en este caso, no hace el olvido, y tanto Diego Jiménez desde Alcoy como toda la afición del Eibar desde Ipurua, siempre tendrán una conexión especial, invisible a los ojos, que solo se entiende desde el alma. Porque sí, así es, con Diego empezó todo.