A pesar de todo, la nave va
Griezmann resuelve la papeleta ante un buen Athletic, tras una falta de Messi y el autogol de Jordi Alba en el 1-1, y pone al Barça con 40 puntos.
En medio de la tormenta perfecta que sacude al Barcelona a nivel institucional, económico, social, con el informe Planes sobre la mesa, el contrato de Messi aireado a los cuatros vientos y en plena campaña electoral, el equipo de Koeman se colocó segundo de LaLiga tras derrotar al Athletic Club por 2-1 en otro partido agónico. Jugó el Barça para ganar más tranquilo, pero lo de la tranquilidad en este equipo es una quimera. A lo tonto, el Barça ya ha atrapado al Madrid agarrado a la filosofía de Koeman, que el sábado dijo que “no estamos para ganar mucho”.
Ante la ausencia obligada de Busquets, sancionado por acumulación de tarjetas, Koeman dejó al descubierto su planteamiento y antes de sustituir al catalán por Pjanic decidió sacrificar la llegada de De Jong como extremo para que fuera el holandés el que iniciara el juego. Puede haber técnicos mejores que Koeman, pero encontrar uno más prístino sería complicado. Se le entiende todo.
El partido empezó como una fotocopia de la final de la Supercopa. Con el Barça dominando y el Athletic buscando el picotazo a balón parado. La diferencia respecto a Sevilla fue la puesta en escena de Umtiti, que demostró que si raciona minutos tiene ratos aprovechables, y que esta vez Messi estaba para jugar.
A los cinco minutos el argentino ya obligó a lucirse a Unai tras una asistencia de Griezmann en una jugada que se inició con una recuperación de Umtiti en el centro del campo. El francés volvió a disparar poco después y el Athletic ya notó que lo pasaba mal cuando al cuarto de hora de partido Messi casi anota de golpe de pecho.
Al dominio del Barça le faltaba hacerse carne en el marcador y ahí es donde apareció Messi de nuevo. El Athletic planteño el partido fiel a las instrucciones de Marcelino, que en la previa declaró que “hay que limitar la actividad de Messi”. O traducido, hacerle faltas cuando no tiene la pelota. Todas esas faltas que en Sevilla no se vieron, Mateu Lahoz las llevaba preparadas y estuvo atento a los bloqueos al argentino.
En uno de ellos en la frontal, le quedó a Messi una falta estupenda para marcar su tanto 650 con el Barça y poner el partido a favor de obra blaugrana. Pero tras el gol, los de Koeman se achicaron y a pesar de seguir dominando no fueron capaces de ampliar el marcador. Y eso, ante un rival como el Athletic que ha acreditado sobradamente desde la llegada de Marcelino que no se rinde nunca y que lo suyo son las remontadas, irse al descanso con un raquítico gol de margen era jugar con fuego.
Y dicho y hecho, al conjunto vasco no le hizo falta ni chutar para igualar el partido. Fue Alba el que se coló el gol en propia puerta tratando de defender a De Marcos después de que Mingueza volviera a perder un duelo como lateral.
Con todos los fantasmas del pasado asomando en el Camp Nou y temiendo que el Athletic volviera a comerle la tostada al conjunto blaugrana, Mingueza corrigió su error en el tanto del empate apareciendo por sorpresa en ataque para aprovechar un pase de Dembélé que le llegó en una jugada marca de la casa del francés. Capaz de lo mejor y de lo peor, Ousmane resbaló, tras realizar lo que en ballet se conoce como spagat, écart o split y que para la grada es un despatarre. Pero se recuperó y asistió a Mingueza que sirviño el gol a Griezmann.
La situación volvía a estar igual que en la final de la Supercopa y Koeman optó por la defensa. Retiró al autor del gol y añadió a Lenglet. Tocaba de nuevo sufrir otro final sin repetir errores recurrentes. Esta vez, el equipo se defendió con la pelota y ganó. A pesar de todo, la nave va.