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Las Palmas

Tonono y el Insular, una despedida inesperada

Hoy, hace 45 años, el legendario futbolista grancanario jugó su último partido en el mítico estadio de Las Palmas. Falleció dos semanas después.

Actualizado a
Tonono y el Insular, una despedida inesperada
Diario AS

Si el añorado y llorado Estadio Insular fue un recinto de leyenda, pocas leyendas como Tonono surcaron su césped con ese porte mágico a la par que imperial. Su aura mágica se mantiene más de cuatro décadas después de su muerte, acaso imperecederos sus recuerdos futbolísticos para toda la sociedad de grancanaria. Su despedida, por inesperada, tanto del fútbol como de la vida, cubrió su personaje de un aura interminable.

Ocurre que el 25 de mayo de 1975, hace hoy 45 años, portando además el brazalete de capitán, Tonono jugó, con apenas 31 años, su último partido en el Estadio Insular, ese al que tantas tardes encandiló, ese al que tanto fútbol le dejó a deber. Dijo adiós a lo grande, pues aquel 3-1 contra el Celta dejaba a su amada Unión Deportiva Las Palmas, por aquel entonces con Sinibaldi al frente, una temporada más en Primera División.

Sin saberlo ni Tonono ni nadie, aquella tarde dijo adiós desde Ciudad Jardín. Menos de una semana después, el 31 de mayo, Las Palmas estaba en Málaga para jugar un importante compromiso de la Copa del Rey que acabó 1-1 (2-1 en la ida) y con la UD pasando de ronda. Ya no estaría Tonono. Su cuerpo comenzó a mandar señales de alerta, cada vez más evidentes. Todo era incertidumbre, tal vez desconocimiento por parte de la gran masa social amarilla, acaso unida en el solo anhelo de que su gran ídolo volviera a surcar el césped del Insular. Ya se había marchado de forma tan cruel Juanito Guedes. Otro ídolo más, no. No podía caber tanta desgracia prematura.

No pudo ser. Ingresado como estaba en la Clínica del Pino, en Las Palmas de Gran Canaria, una complicación hepática acabó con su vida el 9 de junio de 1975, tiñendo de luto a toda una isla que, todavía hoy, evoca aquellos tiempos en los que los suyos eran los mejores. Con Germán, Castellano, Tonono o Guedes, la gloria era posible. Vaya si lo fue.