Un oasis de 50 meses
Con el ERTE a jugadores y técnicos cierra el Espanyol uno de los periodos de bonanza más longevos de su historia, en que la masa salarial se disparó en más de un 200%.
Fue bonito mientras duró. Y, aunque poco sirva de consuelo a los afectados, al menos en esta ocasión la crisis llega generada por factores ajenos al club. El caso es que con el Expediente de Regulación Temporal de Empleo que hace justo una semana se presentó sobre jugadores y técnicos (de primer equipo masculino y femenino, filial y juveniles) se pone fin a una de las etapas de bonanza más longevas de la historia del Espanyol, que comenzó cuando hace 50 meses se canceló otro ERTE que llevaba en marcha desde 2013 sobre los empleados.
El aterrizaje de Chen Yansheng, que estabilizó primero y después saneó un club amenazado de quiebra técnica y de descenso administrativo, generó un oasis inédito en 120 años de una entidad que ya tuvo que reinventarse a poco de su fundación, en 1909, y que ha vivido históricamente endeudada, y casi siempre por sus estadios. Cuando no era por la construcción o la remodelación de Sarrià, que finalmente tuvo que venderse, fue por la edificación de Cornellà-El Prat. E incluso en un momento en que el destino perico parecía dar un giro, a finales de los años 60, estalló el caso Matesa que acabó con el presidente Juan Vilà-Reyes encarcelado.
En este último lustro que incluye los 50 meses de oasis, todos los indicadores del Espanyol se han ido multiplicando, desde la cifra de negocio, que ha pasado de 40,68 millones en el ejercicio 2014-15 a los 89,43 proyectados para la actual temporada 2019-20, un 119 por ciento más, a los ingresos televisivos, que crecen en un 180 por ciento, de 22,92 a 64,27 millones.
No obstante, una de las partidas ha aumentado más que el resto, y quizá eso explique la celeridad con la que el Espanyol ha anunciado su ERTE, y por qué afecta de pleno al primer equipo. Los gastos de personal han pasado en solo cinco años de 24,54 millones a los alrededor de 80 que suman desde el pasado mercado de invierno. Un salto de más del 200 por ciento que, ya sin la crisis de la COVID-19 podía augurar un cierto desequilibrio.