REAL ZARAGOZA / HISTORIAS DE SEGUNDA (XV)
1949-50: un esfuerzo mayúsculo sin premio
En otra temporada con dos presidentes y dos entrenadores, el Zaragoza tiró la casa por la ventana con los fichajes, pero no logró ascender a Primera División.
De nuevo en Segunda División y con el doctor Valdés en la presidencia, el Zaragoza tiró la casa por la venta para intentar un segundo ascenso consecutivo hasta la élite del fútbol español. Se incorporó a la junta directiva el ‘alifante’ Tomás como delegado de fútbol, con funciones de secretario técnico, y se acometió una profunda renovación de la plantilla, con hasta 20 bajas y 17 incorporaciones, sin pagar, eso sí, ningún traspaso, porque la Federación Española había abolido temporalmente el derecho de retención de los clubes sobre los jugadores que habían finalizado sus contratos. Abandonaron el equipo veteranísimos como Lecue, Pruden, Matamala, Galvany I, Pica I o Bescós y fueron llegando en cascada el portero Soro (Gimnástico de Tarragona), el defensa derecha Echániz (Real Sociedad), el defensa central Jugo (Galdácano), el medio volante Careaga (Baracaldo), el interior izquierda Belló II (Albacete), el extremo Noguera y el delantero centro Badenes, ambos cedidos por el Barcelona, el defensa izquierda Lanza (Maestranza Aérea de Logroño), los medios volantes Moyano y Vecino, cedidos por el Atlético de Madrid…
Pero la noticia bomba del verano de 1949 fue el anuncio del fichaje del argentino José Alberto Valdivielso, un trotamundos del fútbol, con pasado en el San Lorenzo de Almagro, el Moctezuma y el Atlas de Guadalajara mexicanos, el Loyola venezolano y el Atlético de Madrid. Fue el primer extranjero en la historia del Zaragoza. Y llegó a la capital aragonesa en un avión procedente de Madrid, lo que le dio a la contratación todavía más realce, convirtiéndose en el mejor pagado del plantel, con 125.000 pesetas de prima de fichaje. Valdivielso, un medio volante muy técnico, trajo nada menos que la rabona al fútbol español y se hizo especialmente famoso por llamar a los suplentes ‘el camión del pescado’, una expresión que hizo fortuna y que aún se mantiene en la actualidad.
Con la plantilla casi cerrada, el Zaragoza inició el 3 de agosto de 1949 la pretemporada con un reconocimiento médico en la Academia General Militar, y cuatro días después, al haberse adelantado el comienzo del campeonato de Liga por la disputa del Mundial de Brasil, y debido también al asfixiante calor del mes de agosto en Zaragoza, el equipo se concentró en Sarvisé, en el Valle de Broto. Se instaló el cuartel general en el Hotel Pirineo y se habilitó un campo de fútbol en la pradera de un antiguo aeródromo militar, con medidas reglamentarias y porterías. El Zaragoza se desplazó en su autobús, apodado el ‘Pirata azul’, con el delegado de Fútbol Tomás y el en principio segundo entrenador Juanito Ruiz como jefes de expedición, secundados por el comandante Víctor Garay, como preparador físico, por Lerín, preparador de porteros y entrenador del filial Atlético Zaragoza, por el utillero Benjamín Simón y por el masajista Luis Monzón. Era la primera vez en su historia que el Zaragoza celebraba una concentración de pretemporada en condiciones para un equipo profesional.
Durante la estancia en Sarvisé llegó para ser sometido a una prueba el delantero argentino Juan Laureano Martín, Lauren, expresamente recomendado por su compatriota Valdivielso. No tenía una gran trayectoria –Banfield juvenil de Buenos Aires, Salmantino y Granada-, pero convenció por sus dotes de malabarista y su excelente golpeo a balón parado, y se le fichó. “Soy –dijo en su primer día- capaz de darle la vuelta al campo dándole a la pelota con los pies y la cabeza sin que se me caiga al piso”.
Se ha apuntado antes que el ‘alifante’ Juanito Ruiz había acudido a Sarvisé como segundo entrenador, en espera de que el principal, Isaac Oceja, el mismo que había ascendido al Zaragoza de Tercera a Segunda, regresara de unas cortas vacaciones, tras acudir en Burgos al primer curso de la Escuela Nacional de Entrenadores, pero éste rescindió su contrato el 19 de agosto, argumentando que su deber estaba cumplido, y ese mismo día el presidente Valdés nombró a Juanito Ruiz, también con el título nacional recién estrenado, entrenador del Zaragoza, con una ficha de 30.000 pesetas y un sueldo mensual de 2.500 pesetas.
La Federación Española de Fútbol reestructuró la Segunda División en la temporada 1949-50 y la categoría contó con la participación de 32 clubes divididos en dos grupos de 16, agrupados por criterios de proximidad geográfica. Los dos primeros equipos de cada grupo pasaban a la fase final, consistente en una liguilla a ida y vuelta. Y los dos primeros ascendían automáticamente a Primera División, mientras que el tercero y el cuarto jugaban una promoción de ascenso a partido único con los dos últimos de la Primera División, que iba a aumentarse de 14 a 16 equipos para la campaña 1950-51.
El Zaragoza quedó encuadrado en el Grupo I o Norte y, pese a ser un recién ascendido, se le colocó rápidamente el cartel de favorito, junto al Santander, que hizo los fichajes de mayor ruido de aquella Segunda División: Alsúa II (Real Sociedad), Mariano (Sevilla), el argentino Herrero (Valencia), el húngaro Nemes (Girondins de Burdeos), el danés Mathiessen (Atlético de Madrid)... El club de El Sardinero se gastó en total 3,5 millones en primas de fichaje, por 1,9 millones del Zaragoza.
Como siempre, el club aragonés tuvo que volver a fichar a golpe de crédito de los directivos, sin ayudas institucionales o empresariales. Y es que fue casi insignificante la aportación de 500 pesetas por socio numerario impulsada por el presidente Valdés a mitad de la temporada anterior. Así, a finales de julio de 1949, sólo 190 socios numerarios habían pagado las 500 pesetas de golpe y otros 60 lo estaban haciendo a plazos. Y a todo esto, y para no perder la costumbre, los socios se quejaban de la subida de las cuotas mensuales: General (10 pesetas), Tribuna de Gol (21 pesetas), Tribuna lateral (25 pesetas) y Tribuna central (30 pesetas).
Aún sin dinero fresco, el Zaragoza acometió diferentes reformas en Torrero durante el verano de 1949. Para empezar, amplió en veinte metros el tapiado de la instalación, con lo que puso fin al último tramo del famoso ‘tendido de los sastres’, donde el público podía ver el fútbol por la cara. Además, se introdujeron diferentes mejoras en la General y en los vestuarios y se ampliaron los palcos por toda la ‘Rotonda’. También se reformó el aparcamiento, se instalaron pupitres de prensa con un único teléfono para todos los periodistas, se colocaron las banderas de todos los equipos de Segunda División en orden a su clasificación, se resembró el campo adyacente de San Antonio y se levantó un pequeño frontón. Dentro del impulso polideportivo que Valdés quería darle al club se proyectaron también dos canchas de baloncesto, varias pistas de tenis, una pista de hockey sobre patines y un foso para tiro de pichón, obras que nunca llegaron a realizarse.
Y antes de entrar en lo que fue el campeonato 1949-50 en Segunda División apuntar que esa temporada apareció en los campos españoles el marcador simultáneo Dardo, en el que se daba cuenta de los goles que se iban produciendo en toda la jornada. Era un cuadro publicitario a base de letras que significaban las marcas patrocinadoras y que exigían una clave que se vendía a las puertas de los estadios. Aquel marcador acabó con la vieja costumbre del pizarrón que se paseaba por las bandas en el descanso con todos los resultados.
El Zaragoza, empujado por contundentes triunfos como local, se encaramó rápidamente a la segunda plaza de su grupo, por detrás de un Santander intratable, y ahí se mantuvo hasta que en la jornada vigesimosegunda una derrota en Torrero, precisamente frente al equipo cántabro (1-2) y con dos goles del ex zaragocista Mariano, provocó la destitución del técnico Juanito Ruiz el 12 de febrero de 1950.
Dos meses y medio antes hubo relevo en el sillón presidencial. El 21 de noviembre de 1949, un día después de una formidable exhibición del Zaragoza frente al Erandio (7-2), con dos goles de bandera del habilidoso extremo Noguera que celebró Valdés lanzándole su sombrero desde el palco en señal de admiración, el presidente reunió de urgencia a su junta directiva y anunció su dimisión irrevocable. Valdés ya había advertido un mes antes de que dimitiría si la suscripción de obligaciones para la compra de Torrero no quedaba cubierta. Hasta que no se pronunciara la asamblea de socios compromisarios, tras ser legalmente convocada, quedó como presidente accidental el vicepresidente segundo Julio Descartín Burillo.
El 24 de noviembre, el doctor Valdés hizo públicas las razones de su dimisión: “He dimitido por hacer honor a mi palabra. Interpreto la frialdad con que ha sido acogida la emisión de obligaciones como una censura a mi labor en la presidencia, porque la adquisición de Torrero yo lo consideraba como un auténtico referéndum. Es muy triste que en una ciudad de 260.000 habitantes no se haya podido cubrir una suscripción por un millón y medio de pesetas. En Madrid –se refería a la construcción del estadio Santiago Bernabéu- sucedió algo bien diferente... El Zaragoza necesita adquirir Torrero como requisito esencial para su vida”.
Valdés precisó, además, que, con la aportación del Ayuntamiento de Zaragoza, se habían cubierto 900.000 pesetas y que quedaban, por tanto, 600.000. Y añadió que se debían 100.000 pesetas a Campo de Deportes de Torrero S.A., propietaria de la instalación, y que la junta directiva tenía avalados ya 3,5 millones de pesetas.
La debilidad del arquitecto Julio Descartín en el cargo de presidente accidental provocó que enseguida surgieran serias discrepancias en el seno de la junta directiva sobre la cuestión de seguir reforzando o no al equipo para el ascenso, especialmente el puesto de delantero centro. Y el 30 de enero de 1950 Descartín presentó su dimisión y propuso inmediatamente al doctor Julián Abril, de 46 años, médico del Iberia primero y del Zaragoza después, socio número 11 y entonces secretario de la junta, como presidente efectivo. Un día después, la directiva del Zaragoza ratificó por aclamación el nombramiento de Abril, cuya primera decisión fue nombrar vicepresidente al dimitido Jesús Valdés. “No podía negarme a aceptar la presidencia. Mis principales objetivos son ascender a Primera División y comprar Torrero”, advirtió el nuevo presidente.
Julián Abril, decidido y con un dinamismo desbordante, no reparó en nuevos gastos, avalando un crédito con su propia firma, y viajó a Barcelona en busca de refuerzos de urgencia para la delantera. Firmó al extremo derecha del Palamós Huguet y también cerró el fichaje del veterano delantero centro del San Andrés, Mariano Martín, vieja gloria del Barcelona y de la selección española, por 12.500 pesetas por partido jugado (Martín se resintió de una vieja lesión en su rodilla y sólo disputó dos partidos, devolviendo todo el dinero cobrado cuando rescindió su contrato).
Pero la apuntada derrota frente al líder Santander en casa, con un Torrero a reventar, pese a unos precios en taquilla por las nubes, propició que el Zaragoza cediera por un punto al Lérida la segunda plaza y Juanito Ruiz fue inmediatamente relevado de sus funciones. Abril recurrió entonces a un viejo conocido del banquillo de Torrero, a José Planas, el mismo que había dado la espantada en 1936 en plena fase de ascenso a Primera División. “Estoy encantado de volver al Zaragoza. Todos unidos podemos lograr lo que el Zaragoza merece”, dijo en su presentación Planas, que firmó por 60.000 pesetas y pidió, curiosamente, como ayudante al destituido Juanito Ruiz.
El Zaragoza derrotó 2-1 al Lérida en la antepenúltima jornada y recuperó así sus opciones de alcanzar la fase final de ascenso. Se llegó a la última jornada con el Santander líder destacado y con tres equipos con posibilidades de ser segundos: el Lérida (39 puntos), el Zaragoza (38 puntos) y el Gijón (37 puntos); el Lérida jugaba en el campo del Orensana, el Zaragoza, en Torrelavega, y el Gijón recibía al Arosa, ya descendido.
Durante toda la semana, el Zaragoza, el Lérida y el Gijón se movieron para primar a todo el mundo. Un delegado de Gijón y otro del Lérida viajaron a Torrelavega para primar convenientemente a los jugadores locales. Por su parte, Andrés Lerín, entrenador del Atlético Zaragoza, llevó 200.000 pesetas a Torrelavega para que los jugadores cántabros se dejaran ganar: al Zaragoza le bastaba con vencer y que el Lérida no pasara del empate en Orense, porque le superaba en ‘goal-average’. Pero en vísperas del partido, una emisora de radio de Torrelavega hizo públicos todos los manejos y llamó a la conciencia de los jugadores de la Gimnástica. El Gobernador Civil de Santander, Camilo Menéndez Tolosa, exigió entonces que se preservara el desarrollo normal de la competición bajo amenaza de fuertes sanciones. La Gimnástica de Torrelavega declaró ‘Día de Auxilio al club’ y El Malecón se llenó hasta la bandera. Pese a todo, a los jugadores del Zaragoza les aseguró Planas que el defensa central estaba comprado y se afrontó el partido con gran optimismo.
Pero en un ambiente terrible, el Zaragoza, totalmente desbordado, acabó goleado y humillado, encajando un escandaloso 6-2. El portero Vélez, pésimo, se ‘tragó’ los tres primeros tantos. Especialmente escandalosos fueron el primero -se le escapó por debajo del cuerpo un cabezazo de Duque, autor de cinco goles- y el tercero -se le escurrió el balón de las manos en una falta directa-.
La goleada causó una enorme decepción y el periodista Ángel Castellot fue así de contundente en ‘Amanecer’: “El Zaragoza parece estar maldecido de unos años a esta parte. Todo resulta estéril. La innegable realidad, la gran verdad, es que se carece de la adecuada dirección técnica desde que cierta persona, cuyo nombre no hace al caso, pero que es fácil recordar a los viejos aficionados, abandonó nuestra ciudad. Busquemos ahí el principal fracaso del Zaragoza (se refería, por supuesto, al ex presidente y gran pionero del fútbol aragonés José María Gayarre). Todos han querido mandar en las alineaciones y al final sólo ha pagado el pato Juanito Ruiz. Un año más vamos caminando por esta calle de la amargura demasiado larga y desagradable, que no sabemos cuándo terminará”.
Planas, por su parte, tiró de tópico para justificar el fracaso: “El fútbol es esto: unas veces se gana y otras se pierde. Todos lo sentimos... pero la cosa no tiene remedio”.
El Lérida venció 0-1 a la Orensana, probablemente arreglando el partido, y se clasificó para la fase final, ascendiendo después a Primera División junto al Santander.