Mucho fútbol, poco premio
El Madrid pasó por encima del PSG pero se dejó la victoria en dos descuidos finales. El VAR le quitó un penalti al PSG. Doblete de un gran Benzema y partidazo de Valverde. Keylor, decisivo. Los blancos, segundos de grupo.
Lo del PSG era una prueba nuclear para el Madrid y funcionó. Esa versión atómica que ha ofrecido en la Liga quedó mejorada ante un rival gigante, al que no ganó por Keylor y por un descuido final que afeó su gran partido. Benzema le mandó otro mensaje a Francia y Valverde confirmó su condición de imprescindible.
El partido nació sin drama. Se lo quitó el Galatasaray al empatar con el Brujas, resultado que ponía al Madrid en octavos sin calzarse las botas. Nada, pues, iba a romperse. También nació sin Modric ni Bale. Zidane entiende que dos partidos por semana superan el peso máximo del croata. Y que a Bale, tras el despiporre fotográfico tras la bandera de sus prioridades, conviene más esconderle que exponerle. Hasta que se enfríe el plato, jugar en el Bernabéu será para él hacerlo fuera de casa. Así que del fondo del armario sacó a Isco, que ha venido muy a menos en los últimos tiempos. A punto de acabar noviembre sólo había sido dos veces titular y en ninguna de ellas ganó el Madrid.
Al otro lado, Tuchel sentó a Neymar. Esto era más previsible. El técnico está empeñado en una versión orquestal y no pierde la ocasión de recordarle que no está por encima del equipo y tampoco de Mbappé. En realidad, no hay casi nadie por encima de Mbappé. Hubo momentos en que Marcelo sintió que le atropellaba un tren. Porque por su banda arrancó El Deseado aunque a los 20 minutos y con un gol en contra Tuchel le cambiara el flanco. Ahí también fue amenaza. La impresión que dejó es que ha llegado para reinar. Teniéndolo en contra Florentino debió imaginar lo que debe ser tenerlo a favor.
En cualquier caso, fue fantástica la primera media hora del Madrid, que ha ido de palo a palo en este curso. Las labores de desescombro parecen haber acabado. El equipo de Zidane se metió el partido en el bolsillo desde el empeño. Se le fueron pocos balones divididos en el pleito. En París fueron de Gueye. En el Bernabéu, ni de él ni de nadie vestido de azul.
Sinfonía incompleta
El Madrid fue el sueño de su hinchada. La suma de entrega y fútbol en un partido de máxima altura. Con Valverde ha funcionado el plan de musculación del centro del campo y de ahí en adelante Benzema se ha vuelto contagioso. Hazard se acerca a su mejor versión (una lástima su lesión por patada alevosa de Meunier que no mereció ni amarilla), Isco sacó mucho provecho entre líneas, Kroos es una ametralladora. El Madrid tiró 28 veces, hizo un gol antes del descanso (en magnífica combinación Hazard, Carvajal, Valverde, remate al palo de Isco y puntilla de Benzema) y convirtió en héroe a Keylor, que demostró al Bernabéu lo que ha perdido.
Más viendo a Courtois al otro lado, que pudo echar a perder todo ese trabajo con una salida improcedente ante Icardi. Lo derribó con claridad, en acción de penalti y roja (indiscutible el primero, discutible la segunda). Y el VAR corrió en auxilio del mejor al retrotraer la acción a un empujón previo de Gueye a Marcelo, que existió. Para el árbitro, ante el monitor, fue suficiente para dar marcha atrás y salvar al Madrid. Para el PSG, resultó tan leve como inexplicable la rectificación. La polémica empañó el baño del equipo blanco en la primera mitad.
En la segunda llegó al encuentro Neymar sin demasiado ánimo, con aire de larga despedida, y la pelota cambió de dueño aunque el partido no lo hizo de sentido. Keylor salvó otras dos, a remates a quemarropa de Benzema e Isco, para sostener vivo al PSG, reducido al veloz entusiasmo de Mbappé, con metas más altas que el propio partido. En el Madrid, en cambio, corrían todos. Valverde, el medio extensible, por encima de la media. Recibió una ovación de megaestrella al ser sustituido. Fue antes de marcara de nuevo Benzema y de que entre Varane y Courtois le regalaran el consuelo a Mbappé, que ya sabe que si da el paso estará en buena compañía. Y casi de inmediato empató Sarabia. Un exceso de confianza mató al mejor Madrid y le dejó sin opciones de ser primero de grupo.