Mario Fernandes era un lateral desconocido para el gran público hasta el pasado verano. Desde el carril diestro, fue uno de los pilares de Rusia para llegar hasta cuartos de su Mundial, donde cayó por penaltis ante la Croacia de Modric. Tres meses después, vuelve a cruzarse con el croata, esta vez como parte del CSKA que recibe al Madrid. A sus 28 recién cumplidos, Fernandes está asentado en Moscú. Pero su carrera pudo ser distinta si el Madrid se hubiese rascado el bolsillo. Procedente de la cantera del Sao Caetano, Fernandes firmó por el Gremio de Porto Alegre en 2009. Allí permaneció tres temporadas que en realidad son dos: su progresión siguió un curso prometedor en 2009 y 2011, con un agujero negro en 2010 en forma de depresión y vida desordenada. Llegó a desaparecer de Porto Alegre para aparecer en la casa de su tío en Sao Paulo, a 850 kilómetros de la ciudad de su club. Cayó en el agujero, pero supo salir de él.
A finales de 2011, el Madrid peinaba el mercado en busca de un lateral derecho. Llegó a mandar un ojeador a un Fluminense-Gremio y estableció contactos. Pero el CSKA se agenció al defensor por algo más de diez millones de euros. Con su progresión, era cuestión de tiempo que recibiese una llamada de la selección brasileña. Fue convocado y no acudió en 2011, en medio de su infierno personal, que se haría patente después. En octubre de 2014 llegó a jugar un amistoso de Brasil ante Japón, pero su adaptación a la vida rusa fue tan natural que atendió a los deseos de la Federación. Un decreto exprés de Putin para acelerar el trámite hizo el resto.
