Perdió las semifis con el Fulham (3-1) y empató en la pelea por el tercer y cuarto con el anfitrión (1-1) en la Copa de las Tradiciones. Jugó Arrizabalaga.
Es verdad que a diferencia de los tembleques del curso precedente, a estos jugadores no se les podrá achacar que salen al campo sin brújula, sin una idea. La cosa es buscar el juego, atacar, pero la defensa aún sufre unos desajustes alarmantes, con estas desconexiones atrás en la Liga lo va a pagar caro. Los cuatro goles recibidos en Alemania llegaron por poca atención defensiva. El equipo aprieta la salida del balón enemiga pero no tiene ese brío en su propia parcela. Y ensaya la estrategia pero con el balón en juego no acaba de acertar.
En la primera semifinal el equipo desmoronó pasado el ecuador. Tras 20 minutos de gran fútbol y notable presión, todo el tenderete se vino abajo ante un Fulham con el meta canario Fabri defendiendo los tres palos. La banda derecha, de nuevo con De Marcos al aparato (sus aventuras a campo ofensivo dejaron un solar a la espalda), fue un puñal y por ahí nació el gol rojiblanco. Una galopada del correcaminos de Laguardia, que se apoyó en Muniain para una pared prodigiosa que acabó en centro al corazón del área a Aduriz, que no tuvo más que empujarla. El tercer tanto en tres partidos del donostiarra. No está nada mal. Sumó otro tras falta pero se invalidó por fuera de juego (lo metió Christie en propia puerta pero es verdad que Artitz podía interferir un poco más adelantado). La presión rojiblanca fue perdiendo espuma y los ingleses, con más recorrido en pretemporada, se ordenaron mejor y superaban la línea de tres cuartos con enorme facilidad. Seri, jugador de gran caché perseguido no hace mucho por el Barça y por el que el Fulham ha tirado la casa por la ventana con 30 millones, se movió entre líneas a su antojo. Slavisa Jokanovic, ídolo del equipo ascendido a Premier, cambiaba su gesto en la banda ante lo que veía.