La foto de los suecos que dieron una auténtica lección
Su juego serio les llevó a cuartos de final de la cita mundialista. Basaron su fútbol en el compromiso y la dignidad, tal como son.
Es mucho más que hacerse el sueco lo que hicieron los suecos en el Mundial. Eso de hacerse el sueco no es precisamente alusivo a un defecto (¡o a una virtud!) de estos nórdicos, porque la expresión nació en la antigüedad y se refería más bien a lo que hacían cómicos que calzaban unos zapatos (succos, zuecos) determinados para agigantar sus torpezas. Y es cierto que se dijo de marineros suecos que se hacían los tales en los puertos españoles…
Pero ni una cosa ni otra se ajusta al carácter de los suecos. No pasan de nada y son más rápidos que la pólvora, son educados y cumplidores en todas las disciplinas en las que se empeñen.
Esos suecos han dado muchas lecciones a la humanidad y ahora acaban de darle un ejemplo a todo el mundo en el curso de la competición más importante del fútbol, acaecida en Rusia. Llegaron a los cuartos de final haciendo un juego serio, fueron capaces de arrostrar a grandes selecciones, sin contar con una tradición futbolística de primer orden, desposeídos además de su estrella más rutilante (y más antipática), Ibrahimovic, que además perdió con Beckham la apuesta de que Inglaterra iba a caer frente a los amarillos. Los amarillos pasearon por el Mundial su dignidad hasta el suspiro final. Basaron su fútbol en la convicción estética que adorna su manera de ser, el compromiso y la dignidad, en el fútbol y en cualquier cosa, y al final demostraron que no estaban allí para dar lecciones de fútbol, aunque las dieran, sino de ciudadanía. El equipo que fue de Larsson recibió, finalmente, dos goles de Inglaterra, cuyo fútbol no hizo tirar cohetes, llegó hasta los cuartos tras una docena de años sin oler Mundial y celebró con orgullo su trabajo.
La foto final de esta trayectoria no es, pues, de grandeza en el resultado, pero fue de grandeza en el ánimo. El entrenador, Jan Andersson, reunió en el propio campo a sus futbolistas y les hizo la arenga de los que pierden: ganar no es tan solo la virtud; la dignidad mayor es perder luchando, dando la cara.
Comparar es humano, aunque a veces resulte insoportable. Y yo no pude quitarme de la cabeza la manera española o argentina de despedirse del Mundial, después de haber quemado en naderías de medio campo la energía acumulada por una afición y por un fútbol que al fin no estaba hecho para competir sino para contemplar. Los suecos dieron una lección para la que han estudiado en las escuelas y en los campos: saber perder.
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