El Mundial llega a la iglesia ortodoxa rusa... por Youtube
As visita el monasterio de Trinidad y San Sergio, uno de los más importantes de la Iglesia ortodoxa rusa. No tienen televisión, están poco comunicados con el exterior, pero se las ingenian para ver lo que sucede estos días a través del teléfono móvil. Es la magia única del fútbol.
A 70 kilómetros al noreste de Moscú se levanta el imponente monasterio de la Trinidad y San Sergio. En cada esquina de este magnífico conjunto arquitectónico se respira espiritualidad. Una espiritualidad exacerbada. Para muchos es el más importante centro que la Iglesia ortodoxa rusa posee en el país. Fue fundado en el siglo XV y desde entonces el peregrinaje hacia allí es masivo. Algunos lo denominan ya la Fátima de la Ortodoxia.
El número de seguidores de la Iglesia ortodoxa crece cada año y en estos momentos es superior a los 150 millones en todo el mundo. De hecho, en cuanto a Iglesias cristianas es la segunda en número de fieles por detrás sólo de la católica. Todos los días, también los laborables, hay cientos de devotos orando en el monasterio. Se arrodillan a las puertas de los templos. Rezan en voz baja. Las colas de autobuses son amplísimas. El atractivo turístico es innegable.
Pero este mes es especial. Algo tan diferente a la fe como el fútbol ha rodeado la paz interior del lugar. La coincidencia con el Mundial es una realidad y, aunque no se quiera, ha cambiado algunos hábitos. “Nos gusta el fútbol, pero por normas internas y porque no hay televisión no podemos verlo. Hay que ingeniárselas. Algunos nos juntamos cuando para verlo por Youtube, a través del móvil. Seguimos la liga española. Cristiano Ronaldo, Messi…”, cuenta Anton, un sacerdote que de un día para otro cambió su vida para dedicarse a la religión.
Anton es de los pocos que accede a hablar con los periodistas de As, extranjeros además de desconocidos. No están acostumbrados a que lleguen visitas de este tipo, y mucho menos relacionadas con algo tan banal para ellos como el fútbol. Nadie sabe inglés. Tampoco parece bien visto dedicar aunque sea un mínimo tiempo a otra cosa que no sea la fe. “No solemos hacer esto”, dice Ivan, el otro cura que se presta a colaborar. Se le ve un buen manejo de balón mientras se fotografía para el reportaje. Seguramente lleve mucho tiempo sin tocar ninguno. “Sabemos que hay un Mundial, claro que lo sabemos. Pero nosotros estamos para otras cosas”, cuenta con prisa por irse.
Los fieles que llegan al lugar tampoco son muy amigos de perturbar la paz. Alguno hasta se queja de que allí haya gente con otra idea que no sea rezar. No hay camisetas de selecciones, ni bufandas de países. No se oyen gritos de aliento apoyando a ningún equipo, como sí ocurre en casi todos los rincones a los que ha llegado el Mundial.
Sólo a 70 kilómetros se juegan partidos del Mundial en las sedes moscovitas de Luzhniki y Spartak Stadium. La ciudad está plagada de aficionados de todos los países, hinchas bulliciosos que denotan que hay en juego algo que traspasas fronteras de todo tipo e índole. Pero el monasterio de la Trinidad y San Sergio es como si estuviera en otro planeta. Uno en el que el Mundial se sigue poco y quien lo hace es por Youtube.