La guerra de Crimea sigue siendo una astilla clavada en cualquier relación entre Ucrania y Rusia. Incluso las deportivas. Los periodistas rusos que cruzaron la frontera para cubrir el conflicto armado en el sur de Ucrania han sido vetados y no podrán cubrir la final del sábado por orden estatal. “Violaron la legislación ucrania y no importa que ahora tengan una acreditación para un evento deportivo”, aseguró una fuente oficial al diario Izvestia.
Ucrania quiere zafarse de la tradicional influencia rusa y ha llegado al extremo de recomendar a los ucranios que no viajen al Mundial. A pie de calle, la desconfianza con el poderoso vecino del noreste es palpable. Preguntar a un kievita por Rusia es verles torcer el gesto. “Ellos vetaron primero a nuestro presidente”, justifica uno. Habla de Petro Poroshenko, el Willy Wonka de Ucrania, así le apodó Forbes porque es un magnate del chocolate. Estando ya en la presidencia tuvo que cerrar su fábrica en Rusia “por presiones políticas de Moscú”.
El pulso latente ha alcanzado a la UEFA. Tras una intensa negociación, la poderosa empresa gasista rusa Gazprom, patrocinadora de la Champions desde 2012, no está presente junto al resto de esponsors en los carteles que adornan las calles y tampoco lo estará en el Champions Festivalque se levantará en la Plaza de la Independencia, el bastión del orgullo nacional ucranio.