San Diego o la fe como recurso
Volvió a detener el portero del Espanyol un penalti, igual que a Messi, pero esta vez no fue el punto de inflexión hacia el 'Melendazo' sino camino del 'catenaccio' absoluto.
Punto de inflexión. Reniega el portero del Espanyol del apelativo de San Diego, pero sus hechos le llevan la contraria. En Riazor volvió a obrar un milagro, que los pericos no perdieran un partido que mereció más el Deportivo, en un penalti detenido con muchísimo oficio a Lucas Pérez. Recordó, aun siendo en el otro palo, al que hace un mes le paró a Messi en el ‘Melendazo’, con la gran diferencia de que esta vez no supuso un punto de inflexión hacia la victoria, sino hacia el más absoluto ‘catenaccio’. Vio el Espanyol las orejas al lobo de tal manera que se acabó de echar atrás, si es que en algún momento se había lanzado al ataque, para aguantar un 0-0 que le mantiene en el vacío más absoluto, el de las siete jornadas que encadena sin victorias y, sobre todo, sin un solo motivo por el que alegrarse.
Involución. Lamentaba Quique la “involución” sufrida por el Espanyol en este último tramo de temporada, pero para paliarla no recurrió a ninguna evolución, ni mucho menos a una revolución, sino a una vuelta a los orígenes. Concretamente, a los de sus inicios en el banquillo del Espanyol, hace año y medio. Salvo Darder, Granero y ‘La Roca’ Sánchez (éste, obligado por el traspaso de Javi Fuego), todo el equipo titular pudo haber formado en una de las primeras jornadas del curso 2016-17. Aprovechando el retorno de Piatti, se aferró el técnico a lo seguro, si bien lo que un día funcionó no tiene porque valer siempre.
Versión ‘beta’. No engañaba desde luego Quique con su alineación, en la que fue muy cuestionada la reiteración de Víctor Sánchez en el lateral derecho, aunque completó un partido más que correcto el de Rubí. Se encomendó el Espanyol a su versión 1.0, de esperar atrás, robar y jugar lo más directo posible. La buena noticia fue que, a diferencia del encuentro ante el Villarreal de la pasada semana, el primer remate a puerta llegó en el minuto 7, y no en el 80. Lo negativo, que no se sucedieron después demasiadas ocasiones de peligro, salvo una de Piatti con Baptistao que precisamente recordaba a ese curso pasado. Por lo demás, puede parecer que, más incluso que el Espanyol 1.0, que aniquiliaba a sus rivales con el mayor pragmatismo posible, se vio en Riazor una versión ‘beta’, de prueba, inocuo, 63 jornadas después de la llegada de Quique al banquillo.
Ya saben a qué juegan. El Deportivo, claro está. Tres jornadas le han bastado a Seedorf para mostrar sus virtudes y dominar a un rival. Tenía que ser el Espanyol, que buscaba en Riazor un antidepresivo y que, aunque al menos no suministró su clásica aspirina a un adversario casi desahuciado, en algunos tramos parecía bajo los efectos de un somnífero y ni aun así reduce los nervios. Si el Depor no ganó fue gracias a Diego López y a los palos, el de Cartabia en la primera parte y el de Andone en la segunda. Al santoral, a la fe, debe recurrir un Espanyol sin muchos más argumentos.
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