El Atlético del Cholo ya figura en el Olimpo de las defensas
Su método ya es analizado como el Estudiantes de Zubeldía, los Detroit Pistons de Larry Brown, el Limoges de Maljkovic o el ‘Telón de Acero’ de los Pittsburgh Steelers.
El Atlético son los Pistons de antaño: un equipo duro”. A principio de año Griezmann sentenciaba así, echando mano de su otro deporte favorito, el talante de su equipo, ese que hoy llena horas de tertulias. Se discute ya sobre el Unocerismo como forma de vida, como se hizo antaño sobre otros referentes en el arte de defender. Aquel fue un símil baloncestístico que retrotrae al aficionado a un imaginario colectivo, el referido a los equipos de marcado perfil defensivo, del que también emana una mística singular. Porque para el fútbol, como para muchos deportes, puede valer ese axioma de que el ataque gana partidos pero las defensas dan títulos.
Seguramente Griezmann se refería a los últimos Pistons victoriosos, aquellos de Larry Brown de la campaña 03-04, que devolvían las mieles del éxito al Palace de Auburn Hill 14 años después. Los herederos de los Bad Boys de los 80. Y es que aquel equipo hizo de la defensa un caballo de torturas para liquidar a los Lakers de Shaquille, Kobe, Karl Malone y Gary Payton. El afro con el que Ben Wallace adornaba su cuerpo de gladiador se convirtió en el icono de una franquicia con una cuota importante de calidad al servicio, sin excusas, del sacrificio defensivo. Como al Cholo, a Larry Brown no le faltaban detractores. La sucesión de tiempos muertos, el ritmo cansino o el marcaje sin miramientos de Prince sobre Kobe generaban rencor. En Europa pasó lo mismo con el Limoges de Maljkovic en el 93. El padre de la genial Jugoplastika no tuvo escrúpulos después para ocultar al máximo los defectos del equipo francés. Jugando a 60 puntos, confiaba las operaciones ofensivas al talento de Michael Young y aleccionaba al resto para achicar agua. El resultado fue merendarse al Madrid de Arlauckas y Sabonis en semis, dejándole en 52 puntos, y al Benetton de su discípulo Kukoc en la final, que sólo pudo anotar 55. Eso le dio el título, como en 2014 le dio la Liga al Atlético.
Porque el arte de defender también ha tenido sus héroes. Simeone los ha sentido, además, muy cerca. Bilardo, que metió su nombre en la historia jugando en el medio campo de un legendario equipo ganador… y defensivo. El Estudiantes de la Plata del obsesivo Osvaldo Zubeldía de finales de los 60 (tres Copas Libertadores y una Intercontinental) se hizo un nombre controlando todo lo controlable... Lo primero, al rival. Aderezado, como se sabe, con una retahíla de leyendas, algunas demostradas y otras no, sobre cómo el equipo exploraba los límites del reglamento. Pero nadie duda de que Zubeldía fue el germen del Futbol Total de Rinus Michels ni de que Bilardo le dio lustre a lo aprendido para que su Argentina acompañara a Maradona en el 90. A los que profesan este particular credo poco les importa el qué dirán. Italia ganó su último Mundial en 2006 encajando un gol en la fase de grupos y uno en la final. El resultado fue ver a Cannavaro con el Balón de Oro, el más polémico quizá de la historia. Y lo fue porque, a diferencia de otras latitudes, en lo futbolístico parece no seducir igual el ingeniárselas para que el rival no anote. Cuestión de cultura.
NFL.
Por ejemplo, en el fútbol americano nadie se asombra cuando una franquicia invierte más en linebackers que en quarterbacks, ni se pondrían en duda las gestas del Telón de Acero de los Steelers o de los Bears del 85. Como se disfrutó en su momento de las artes sobre el hielo de los Flyers de los 70. En España, hace bien poco hemos celebrado el éxito de los Hispanos, cuyo punto de partida es la defensa organizada por Viran Morros y Gedeón Guardiola. En el balonmano, el reinado de Francia se ha puesto en duda, después de que durante tanto tiempo cimentaran sus éxitos en el hacer atrás de Dinart, Gille, Omeyer y compañía.