NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA
Barcelona
Jordi Alba y Messi celebran uno de los goles del Barça.
Jordi Alba y Messi celebran uno de los goles del Barça.AFP
LACOPA

La brutalidad de partido con el que el Barça barrió al Celta de la Copa por 5-0 tiene dos lecturas. Una se reduce a Leo Messi, que en su primer cuarto de hora en la competición dijo eso tan torero de “aquí estoy yo porque he venido” . La otra es una lectura mucho más coral, más trascendente y que queda eclipsada por la maravillosa exhibición del argentino, que ha hecho de su asociación con Jordi Alba la pareja más definitiva desde que se conocieron Han Solo y Chewbacca.

Si podemos, que ya es mucho suponer, obviar la hora descomunal con la que Messi castigó al Celta siendo absolutamente indefendible, el Barcelona de Valverde ofreció una imagen impresionante. En ausencia de jugadores fundamentales como Ter Stegen, Sergi Roberto, Umtiti, Paulinho y de los refuerzos de lujo que son Dembélé (que jugó la última media hora) y Coutinho (que lo vió desde la grada) la exhibición del Barça fue tremenda, contundente y viene a demostrar que, a día de hoy, el equipo de Valverde está jugando a un nivel físico, táctico, técnico y moral que recuerda a la mejor época del conjunto blaugrana. Lo extraño es que esas exhibiciones apenas las vean en directo 60.000 espectadores. A día de hoy, en fútbol pocas cosas mejores pueden verse. Y clarísimamente, nada mejor que Messi. Un escándalo futbolístico.

El Celta llegó al Camp Nou tras empatar consecutivamente ante el Barça en la Copa hace una semana y ante el Madrid hace tres días. La tralla podía pasar factura y el Barça, con mucho más fondo de armario (esta vez bien utilizado), sacó la artillería con un equipo en el que Suárez y Messi debutaron en la Copa. Quince míseros minutos necesitó Leo para dar la eliminatoria por archivada exprimiendo su sociedad con Jordi Alba.

El lateral catalán y el mejor jugador del mundo hacen el mejor truco del planeta. El que todo el mundo se espera pero nadie puede evitar. La frustración de las defensas que han estudiado la jugada entre ambos para evitarla y ven como se la hacen en la cara debe ser comparable únicamente a la de los defensores que trataban inútilmente de cortar otras conexiones como la de Bird con McHale, Magic con Kareem, Estiarte con Iván Pérez o Tom Brady con Randy Moss. Alguien definió la asociación entre ambos como un alley-oop de baloncesto. Pero no, en esa jugada el base asiste y el pivot la machaca por encima del aro. Con esta pareja nunca se sabe quien va a anotar, porque la pelota es de ida y vuelta. Puede marcar Alba tras asistencia milimétrica de Messi como en el tercer gol o devolverla para que el argentino fusile. Y a esa sinfonía añádanle el trabajo y el peligro constante de Suárez, que marcó el cuarto y le anularon otro que hizo en posición legal.

Y por detrás de todos, una serie de jugadores que siguen creciendo. Empezando por Busquets, inmenso, Rakitic, que completó la goleada tras un saque de esquina de Dembélé, un Semedo al que ya no le pesa la camiseta, Iniesta que jamás falla o André Gomes, que sigue con su proceso de reinserción.

De la mano de Messi, en fin, el Barça superó una duna que parecía complicada y descarriló a un Celta al que le pesó la sucesión de partidos. Pero más allá de la clasificación, el Barça de Valverde empieza a intimidar.