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Bale celebra su gol con Lucas Vázquez.
Bale celebra su gol con Lucas Vázquez.Getty Images

Se abre un mundo entre fijos y eventuales en el Madrid, mala noticia para lo que se avecina: un calendario para el que todos serán llamados a filas. El plan B ha adelgazado alarmantemente hasta el punto de que sólo Lucas, Ceballos, Mayoral y el ejemplar Nacho se mantienen en pie. En Soria dejó pasar otro tren, aunque no corre el Madrid peligro de entrar en zona catastrófica en la Copa. El Numancia, también repleto de suplentes, puso la ilusión que le faltó al equipo de Zidane hasta que el infortunio y los penaltis le sacaron de pista.

La Copa no tonificó a los suplentes del Madrid, sobre los que se extiende una sensación de desánimo que no existió la campaña pasada, cuando Zidane hizo ciencia de la rotación extrema de la plantilla sobre su eje. Cierto es que la Copa, a estas alturas, resulta poco estimulante: clima desapacible, esta vez menos siberiano de lo habitual en Soria; rival de poco calado y sensación extendida de que no se romperá nada en la ida. Pero el Madrid ofreció un partido ártico, en el que se envalentonó el Numancia, a pesar de la adversidad de ver cómo se lesionaban sus dos laterales izquierdos y de que Estrada viera en un área, la de Munir, lo que pasó por alto en la otra, la de Casilla. Un penalti de Theo a Dani Nieto no señalado antecedió a otro más claro, este sí advertido por el árbitro, de Carlos Gutiérrez a Lucas Vázquez que puso en ventaja al Madrid sin demasiados merecimientos.

El equipo de los otros, que tiende a separarse demasiado de los titulares, se apoderó del partido con  un trasteo de pocas ocasiones. Quedó un duelo de poca actividad en el que el Numancia tuvo sus opciones, especialmente en un remate cruzado de Higinio salvado por Casilla.
En Theo se advirtió un claro peligro de ‘coentrización’, con repentinas caídas de tensión y de compromiso. Aquel jugador que disfrutó el Alavés sigue en Vitoria. Mayoral, ariete exageradamente esporádico, parece poca cosa si no aparece para el remate. Se dejó ir una clara en la primera mitad pero  acertó otra en el descuento. Se le aprecia hambre. Bale sigue en su eterno volver a empezar, Llorente no despega y Marco Asensio ha desacelerado notablemente, quien sabe si descorazonado por no haber tocado la titularidad cuando lo merecía. Sólo Ceballos y Lucas, al que le hicieron dos penaltis, están por discutir su suerte.

Así que esta segunda unidad compuso un partido sin ángel, que fue embolsándose gracias a la desdicha del Numancia, que se calentó con el árbitro y se pasó de frenada. Un pisotón infame de Diamanka a Nacho le dejó con diez. Y en inferioridad Íñigo Pérez, que le hubiera metido en un lío al Madrid de salir antes, se atrevió con una obra de arte mayor. Le robó la pelota a Llorente y desde 45 metros lanzó un pelotazo que golpeó el larguero. Fue la última bofetada a un equipo que recibió el castigo de un segundo penalti, este inexistente, y del gol final de Mayoral, con el que el Madrid engañó al marcador, aunque no debe engañarse a sí mismo.