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Asensio celebró su gol con Lucas Vázquez.
Asensio celebró su gol con Lucas Vázquez.CHEMA DIAZ
LALIGA

Sin vistosidad ni lujo, gracias a dos penaltis que no arrojaron sospechas, el Madrid enfrió sin gracia ni emotividad la fiesta del Fuenlabrada. El partido careció de solemnidad. El nacional y canterano grupo de Zidane evitó un partido abierto, fuera de sus cabales. Lo aceptó el Fuenlabrada, que ofreció sudor y compromiso, aunque no le alcanzará para cumplir la segunda parte del sueño: mantener con vida la eliminatoria hasta el Bernabéu.

En otro tiempo, partidos así servían de escaparate para la parte menos agraciada de la plantilla del Madrid. Ahora, gran parte de los que Zidane puso de salida ante el Fuenlabrada, el plan B llevado hasta el extremo (ningún titular, diez españoles, cinco del filial en el banquillo), acabarán el curso con veinte partidos. Esa política del café para todos le ha quitado el hambre a la segunda unidad, para la que la Copa ya no es un tren que no pasa dos veces. Fue evidente en el Fernando Torres.

Antes del descanso el Madrid tiró tres veces a puerta, tras tragarse dos ocasiones del Fuenlabrada. Fue el suyo un dominio teatral, sin nervio. El Madrid se conformó con amaestrar aburridamente a un Fuenlabrada que está a otra cosa, pero que exponía su imagen de marca como nunca antes en la historia.

Todo, salvo Ceballos, estuvo por debajo de lo esperado en el Madrid. Theo se sintió enjaulado como interior; necesita más pista para despegar. A Vallejo no le exigieron nada y acabó expulsado. Achraf anduvo impreciso en el control. Marco Asensio se sintió extraño en el partido. Lucas Vázquez no fue el jugador revoltoso de otro tiempo. Mayoral anduvo de espaldas al juego. Cierto es que el banquillo del Madrid ha sufrido recortes severos (recuerden que Pepe, Isco, James o Morata contribuían al look alternativo del equipo el año pasado), pero también lo es que algunos de los que se mantienen han perdido frescura y vigor.

Los penaltis

Así que quedó un partido encapotado, en el que este Madrid de canteranos y esporádicos se explicó tan mal como en algunas tardes del Bernabéu este curso. Despachó la primera parte con un latigazo al larguero de Llorente y un tiro sin veneno de Mayoral. Y sólo después de una hora tomó ventaja, en penalti de Fran García a Achraf transformado por Asensio. Lo que sucedió después fue a mayor gloria de Codina, una pared para Mayoral. Un segundo penalti, esta vez convertido por Lucas Vázquez y que además dejó al Fuenlabrada con diez, evaporó la resistencia del Fuenlabrada, que dejó un aire de equipo bien hecho, fondeado en torno a Milla, notablemente más físico y dinámico que su padre, y Cata Díaz, que ha hecho ciencia de la experiencia. En ataque fue una ficción.

Aparte comieron Ceballos, un jugador absorbente, con finura y personalidad, un titular en ciernes, y Llorente, que de mayor quiere (y puede) ser Xabi Alonso. Se les augura un recorrido largo.