CONFECUP 2017 | MÉXICO 2 - NUEVA ZELANDA 1
Raúl Jiménez y Peralta salvan a México ante Nueva Zelanda
Nueva Zelanda se adelantó con el gol de Wood, pero los mexicanos consiguieron remontar. México gana una batalla y se la jugará contra Rusia.
Dos goles de Raúl Jiménez y Oribe Peralta, junto a la gran actuación de Javier Aquino, rescataron a la Selección Mexicana en su segundo partido de la Copa Confederaciones, ante Nueva Zelanda. El Tri, espeso, sufrió en demasía para sortear la férrea resistencia de los ‘Kiwis’, que se pusieron arriba en el marcador y estrellaron el balón en el poste, en la recta final del partido.
El laboratorio de Osorio generó un esperpento experimental: Reyes como contención, línea de tres centrales, Peralta y Jiménez repartiéndose las mismas partes del pastel... México fue un Frankenstein, el ‘Hombre Elefante’ de David Lynch, que deambuló sin ojos ni alma sobre el Estadio Fisht de Sochi en la primera parte. Mientras Jürgen Damm regateaba sombras y Jiménez se lidiaba con un ejército de orcos, Nueva Zelanda adquirió el fulgor de los ‘All Blacks’. En ello, Salcedo perdió la batalla con Wood, su hombro se desprendió del cuerpo y el ariete neozelandés, mejor posicionado que en las pachangas de domingo, estrelló su tiro franco en los guantes de Talavera. Juan Carlos Osorio, en florido arameo, recriminó a Hudson, a quien había tratado como ‘caballero’ por su conversión al bielsismo, por no respetar los acuerdos de paz cuando hay un soldado caído.
Salcedo partió, inmovilizado, con rumbo al hospital y el Tri lo hizo con él. El estado de shock le pudo a la retaguardia de Osorio, que dejó pasar un balón enviado por Lewis que remató Wood en las narices de Talavera. Golpe de Estado en Sochi. Nunca Nueva Zelanda se había adelantado a México, en ningún partido de ningún tipo. El tanto de Wood simbolizó los vaivenes depresivos de la selección de Juan Carlos Osorio; pulsión suicida, el placer de caminar por la cornisa.
Al letargo le vino la revolución, guiada por Javier Aquino y Jürgen Damm. El primero, un Fórmula 1 que se sentía en casa (el Parque Olímpico de Sochi es sede, también, del Gran Premio de Rusia), destrozó los neumáticos de Ingham y Boxall. A México le hirvió la sangre cuando Aquino activó el electroshock; se coló en tierra de gigantes, y Jiménez, de media vuelta, liquidó a Marinovic. El subidón del Tri casi noquea a Nueva Zelanda, que optó por cavar trincheras entorno a su meta. En tanto, Damm, con los cuchillos afilados, hizo sangre con Wayne, pero no pudo llevárselo al plato. La banda derecha fue suya, pero nunca colonizó. En tanto, Moreno, sustituto del maltrecho Salcedo, también cedía a las inclemencias de sus muslos de cristal. Rafael Márquez entró para jugar su cuarta Copa Confederaciones y proseguir con la “transición” que ya vaticinó Osorio; el fin de su era.
Nueva Zelanda, tras la demencial zarandeada, recobró la conciencia, se palpó las heridas y advirtió que seguía vivo. Entonces, Aquino hizo tragar polvo, una vez más, a Ingham, y Oribe golpeó sin miramientos a primer poste. ¿La commedia e finita? Ni mucho menos. Thomas colgó la pelota en el travesaño de Talavera, ante el estruendo del Estadio Fisht; una raya de Damm, que había surcado la autopista Sochi-Adler sin límite de velocidad, quemó los guantes de Marinovic y un puyazo de Fabián se elevó hacia el Mar Negro. En el epílogo, Herrera y Boxall casi desatan un conflicto armado México-Nueva Zelanda con Juan Carlos Osorio como comandante de tierra y aire. El partido terminó en concordia sobre las cenizas aún humeantes.