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BARCELONA - ALAVÉS

Adiós al Manzanares: final de consolación o de consagración

El Alavés y 25.000 vitorianos contra un Barça deprimido y favorito. Se espera una zaga de tres centrales en los vitorianos para jugar a la contra.
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Madrid
Los jugadores del Alavés saludan a los hinchas que les despidieron en Vitoria.
EFE
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Una final, un título y dos mundos. La obligación es culé y la devoción, vitoriana. El Rebelde (apodo que Pellegrino le colgó a Luis Enrique cuando coincidieron en el Barça por su vocación antisistema) contra El Flaco (alías que perdió el argentino al pisar el Camp Nou porque un directivo le recordó que allí sólo hubo un flaco, Johan Cruyff). Será en la despedida del Calderón, después de 51 años; quizá de Pellegrino, con muchas propuestas gracias a este Alavés, y seguro de Luis Enrique, consumido por la grandeza del Barça en sólo tres  temporadas y después de ocho títulos. Hoy espera recoger el noveno, que no salvaría el año, pero reduciría las proporciones de la purga veraniega y haría más amable la presentación de Valverde.

Sancionado Luis Suárez, Alcácer pasa a ocupar el centro de la escena. Fichado por 30 millones con la Liga empezada, apenas le ha dado relevos al tridente. Siete goles en 26 partidos, sólo tres completos, no dan para presumir. Se juega un año en un día. También se examina Cillessen, el portero de la Copa, que encajó goles en seis de los nueve partidos que disputó. Curiosamente, el Barça perdió el único encuentro en la competición en que no estuvo él (en San Mamés, ante el Athletic). Sólo una plaza está en disputa, la del lateral derecho, por la sanción de Sergi Roberto. Y ahí pinta que Luis Enrique se entregará al oficio de Mascherano, que esta misma temporada jugó ese papel ante el City de Guardiola en el Camp Nou.

En el Barça el estado de ánimo, bajo, camina por un lado y los resultados por otro. Ha ganado de carrerilla los siete últimos partidos de Liga, en los que marcó entre tres y siete goles por cabeza para forzar el sprint con el Madrid. Y Messi se presenta desatado, con ocho dobletes en sus últimos doce compromisos ligueros. En el Calderón ha metido 12 tantos en 17 duelos. Este Barça goleó en Mendizorroza (0-6) pero pinchó en casa (1-2).

Fiesta alavesa

El equipo vitoriano agarra el partido desde el lado del entusiasmo. Cientos de hinchas le despidieron anoche camino de Madrid. Por la mañana, habían empapelado las instalaciones de Ibaia: “Cuando no podáis más, mirad a la grada”, “Más de 20.000 gargantas os guiarán”, “Del barro a la gloria nos llevareis”. 25.000 alaveses estarán hoy en la capital, sólo 19.103 con entrada. A Dortmund, en la final de la UEFA de 2001 que los vitorianos perdieron contra el Liverpool en la prórroga, sólo fueron 10.000. Ese es el termómetro del entusiasmo.

Pellegrino los ha traído hasta aquí, con un equipo de Babel, con 19 jugadores nuevos, diez de ellos cedidos. Entrenado como futbolista por teóricos como Cúper, Bianchi, Van Gaal, Bielsa o Benítez, estudioso enfermizo (“el fútbol para él es como el hueso para un perro”, dicen en su familia, que sufrió sus viajes a Bilbao tres días a la semana para sacar el título cuando aún estaba en activo) y con un sabio en las tácticas de entrenamiento como Xavier Tamarit (ha tenido muy pocas lesiones), al que conoció en Valencia, ha hecho del Alavés un equipo de acero. Poco lucido pero extremadamente difícil. Y también duro: nadie vio más tarjetas amarillas en la Liga.

Acabó noveno tras  pasar invicto las últimas siete jornadas y ha sabido promocionar a tres jovencísimos futbolistas que la próxima campaña estarán probablemente en la Champions: Theo, Llorente y Camarasa. En los cuatro compromisos ante Barça y Madrid jugó con tres centrales. Esta semana ha ensayado con lo mismo, pese a la baja de Laguardia. Eso alargará en las bandas a sus laterales, Femenía y Theo. Un perfil para jugar a la contra. “El fútbol no es una máquina en la que metes monedas y te da vidas”. Lo dijo Pellegrino en Independiente y le vale para hoy.