366 HISTORIAS DEL FÚTBOL MUNDIAL | 12 DE NOVIEMBRE
Pablo Hernández Coronado no llegó a los cien años (1997)
Durante la Guerra Civil se mantuvo en Madrid y en el club, de cuyos archivos fue cuidador y depositario. Aunque compartió paredes y trabajo con los incautadores del club y con los gestores del Batallón Deportivo, no fue represaliado al final de la guerra. Era muy apreciado, tenía muchos amigos y se le consideraba puro hombre de fútbol, por lo que nadie fue contra él. Siguió en el fútbol, en el Madrid, hasta que algunas desavenencias con Bernabéu le hicieron abandonar el club. Antes tuvo iniciativas como numerar a los jugadores (el Madrid fue el primer equipo español que lo hizo) o experimentar con dos alineaciones diferentes, una para los partidos de casa y otra para los de fuera. Fue seleccionador en dos ocasiones. En la primera de ellas sufrió España la primera derrota de su historia con Portugal, que él ya se temía de antemano, lo que dio lugar a una de sus frases más comentadas: «Me parece que voy a tener el honor de haber sido el primer seleccionador que pierde contra Portugal». Fue el 26 de enero de 1947. Aún estaría en otro partido, con derrota en Irlanda por 3-2. Volvió a ser seleccionador para el Mundial de Chile, para el que llevó como entrenador a Helenio Herrera, en una bicefalia que aún era frecuente en la época, pero difícil de sacar adelante con dos personalidades tan marcadas. A ese Mundial llevó a varios nacionalizados ya muy veteranos, los Di Stéfano, Eulogio Martínez, Puskás y Santamaría, por lo que fue muy criticado tras la eliminación de España.
Su singular manera de ver su deporte quedó perfectamente reflejada en un libro magnífico, Las cosas del fútbol, que mereció un prólogo de José María de Cossío. Describe a los entrenadores como válidos solo para conseguir que el equipo funcione al cincuenta por ciento («pero hace falta un listero para que los jugadores sepan que tienen obligaciones»), a las novias como una de las lesiones más frecuentes y graves para el jugador, a las peñas como células cancerígenas, sin utilidad para el club, que se multiplican y complican la vida del organismo. De los periodistas deportivos no tiene gran opinión. Dice que «para escribir de fútbol en un periódico solo hacen falta dos cosas: ser amigo del director y no servir para otra cosa».