Un Villarreal de pretemporada y N'Diaye complican la Champions
El Mónaco toma ventaja con dos regalos del mediocentro reconvertido a central. Pato, el mejor del Submarino, llegó a empatar y a ilusionar a El Madrigal. El martes, la vuelta.
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-Jornada 32 de LaLiga Santander:Alavés vs Villarreal
El Villarreal no es tan flojo. Pero, debido a las bajas, los inventos y a los líos internos, flojeó cuando más fuerza necesitaba. Y tampoco el Mónaco parece superior. Pero con dos regalos y una mejor preparación tras haber jugado otra ronda previa y disputar ya una jornada de liga, manda en la eliminatoria. Un 1-2 que obligará a la machada española el martes en el Louis II si quiere jugar la Champions, en honor a los méritos del curso pasado y por el bien de su caja, y a despedir la Europa League, que ya se le queda corta.
El minuto 2 y el 72 condicionaron esta ida y recordaron una regla no escrita que, sin embargo, podría ser convertida en ley. Ser mediocentro en un equipo es cosa muy seria. Todo el juego ofensivo y toda la responsabilidad en defensa pasan por su parcela. Pero ser central son palabras mayores. Se trata de un oficio sin colaboradores por detrás en la heroica defensa del portero y con todo el peligro de cara. El propio y el ajeno. Pocos jugadores valen para brillar en ambas posiciones. Y salvo excepciones, más por la cabezonería de algún entrenador que por petición popular, es más usual encontrar a un central reconvertido a escoba en medio campo, que a un organizador al que le queden bien las nuevas pinturas de guerra. N’Diaye, al que le gusta más ir y venir que estar, puede dar un máster sobre esta teoría del fracaso que ha llevado, entre otros, a Busquets, Bruno y Xabi Alonso a no intentar emular más a Beckenbauer.
El senegalés fue obligado a jugar junto a Musacchio por las bajas y en la primera acción del partido ya dio el cante. Acostumbrado a tener socios a la espalda que corrijan los errores, acudió al corte sin las exigencias de un defensa. Midió mal, se pasó de frenada, se dejó burlar por Lemar y, para colmo, le hizo un penalti de libro que el exmadridista Fabinho no desaprovechó. Para que quedara claro que estaba de prestado, volvió a repetir el error en el segundo gol visitante, en el que volvió a pasarse de frenada al salir a la cobertura y habilitó a Bernardo Silva para que buscara a Asenjo y le batiera con un zurdazo envenenado. Ya sufrió una noche similar en Europa en 2014 en un derbi con el Betis.
El Villarreal remataba así una semana para olvidar. Con ocho bajas y Marcelino y Roig divorciados, la custodia del equipo quedó en manos de Escribá con un panorama desolador. Pudo tirar sólo de tres pilares en su debut (Asenjo, Mario y Bruno), apostó casi de milagro por Trigueros y Castillejo, que fueron importantes el curso pasado pero no indiscutibles, se vio obligado a alinear a cinco fichajes sin acoplar, contó con Musacchio, un jefe que estuvo sin entrenar quince días pensando en el Milán, y precipitó el estreno de Santos Borré, que hace unos días estaba jugando con Colombia en los Juegos como jugador del Atlético. Así, la descoordinación y mala imagen de salida fue casi normal. La esperada. El Mónaco se encontró el primer gol y se le vio feliz y suelto. Sin la presión que esperaba. Hasta que el Submarino echó mano de lo único que no se entrena: el amor propio. Bruno comenzó a aparecer y a mandar. Ahí se equilibró el partido, cuando la afición de El Madrigal ya pensaba en que los viajes de la Europa League, con rivales y ciudades menos conocidas, tampoco están tan mal.
Pato se unió pronto a la rebelión en la jaula frente a un Mónaco encerrado en el que sólo Bernardo Silva dio un plus de categoría y en el que Fabinho, lateral reconvertido, es el dueño de todas sus acciones. El nuevo diez del Villarreal primero estuvo a punto de empatar tras un buen centro de Castillejo (12’) y luego con un derechazo desde la frontal (34’). A la tercera fue la vencida. Trigueros filtró un pase al corazón del área donde Soriano, el virtuoso italiano, ganó un duelo de cabeza a Glik para dejar el balón a placer a Pato, que sólo tuvo que cabecear sin oposición antes de decir bien alto “aquí estoy yo”.
El descanso aclaró algo las ideas del Villarreal y reafirmó los planteamientos defensivos del Mónaco, sabedor de que el próximo martes juega en casa con el resultado a favor. Sin embargo, el cansancio frenó los aires de remontada amarilla. El verano pesa y el banquillo, repleto de canteranos sin experiencia, no invitaba a encontrar revulsivos. Buscó la victoria con gritos desesperados de penaltis no concedidos, pero el segundo tanto en contra acabó por frustrarle. La empresa está ahora muy complicada. Urge vaciar la enfermería y devolver los galones a Víctor Ruiz tras su sanción, un central centrado.