El Calderón será juez y parte
El Atlético aguantó ante un Celta que fue mejor casi todo el partido. Gabi salvó el gol vigués en la línea en el 82'. El Celta pidió un penalti de Thomas en el 89'.
Si uno quiere ver goles, no será en un partido del Atlético, que es al fútbol como El perro del Hortelano a la vida: ni marca ni deja marcar. Y eso, en resumen fue lo que pasó ayer en Balaídos: mucha intensidad pero cero goles. El Calderón decidirá semifinalista de Copa en una semana.
Simeone nunca llegó a encontrarse cómodo en el partido de ayer. Lo iba contando su cara en el banquillo minuto a minuto, con la precisión de un reloj suizo. En el 9’ ya movía la cabeza en un gesto de negación. Y eso que ayer no se dejó a titulares en el banquillo. Ayer el Cholo casi salió con todo. Los Griezmann, Gabi, Godín y compañía. De su once tipo sólo faltaban Oblak, Juanfran y poco más. La Copa sin el Madrid es el camino más recto a Neptuno y el Cholo la quiere. El problema es que Berizzo también y tampoco se reservó a nadie. Eso convirtió el partido en un intercambio de golpes. Los dos primeros los dio el Atlético gracias al ímpetu de Filipe y de Carrasco por la izquierda: una vez uno de los centros del belga encontró a Jackson (que envió su remate al aire) y, otra, el balón se paseó por el área sin que a Griezmann ni a Koke les diera tiempo a llegar. Pero, en ese tiempo, el Celta también había tenido una ya, con un disparo de Guidetti que blocó Moyá (impecable, segurísimo toda la noche) que dejó una certeza: cada vez que Orellana, Aspas y Guidetti triangulaban era alarma roja.
El partido entonces era pura electricidad. Sólo faltaba el gol. Los golpes volaban en las dos áreas, con un Jackson que, hasta ahora, no se había visto en el Atlético. Se revolvió, peleó y a ratos hasta se le vio cabreado, como si hubiera cogido al destino de la pechera y le hubiera dicho: “Voy a hacer goles aquí sí o sí”. Ayer no los hizo tampoco pero al menos es un cambio. El chico tiene sangre.
En el área contraria, Guidetti mostraba que, bajo su aire sueco, bullen sus orígenes italianos y brasileños, obligando una y otra vez al Atlético a tirar de la mejor de sus virtudes: su defensa infranqueable y todo el campo que abarca Godín. El central volvió a hacer un partido mayúsculo, barriendo todo ataque del Celta. Pero en el minuto 42 la cara de Simeone seguía siendo la del 9’ mientras le daba instrucciones a Correa en el banquillo. Su gesto contraído volvía a contar qué pasaba sobre el césped. Y lo que ocurría era que el Celta estaba mejor y casi lo certifica con un disparo de Pablo Hernández que detuvo Moyá.
Al inicio de la segunda parte algo cambió sin que cambiaran aún los jugadores: los primeros tres minutos fueron del Atlético. Tres córners, dos remates de cabeza (Savic y Godín) y un latigazo de Jackson envenenado a la base del poste que sacó Rubén por los pelos. Un minuto después Moyá se iba al suelo para atrapar un disparo raso de Aspas. Volvía a crecer el Celta y volvía a apagarse el Atlético porque ayer Griezmann, perdido en labores defensivas, no era ni chuvisca (lluvia fina).
En el 59’ Correa entraba por Jackson pero estaba vez los cambios del Cholo no cambiaron nada y el partido acabó 0-0 pero pudo ser un 0-1 porque en el 88’ Augusto no se entendió con Moyá y casi marca un gol en propia meta (salvó Gabi, en la línea, después de una carrera que ni el mismísimo Bolt le habría ganado) y dos minutos después el árbitro pudo pitar penalti por una mano de Thomas en el área que fue, involuntaria, pero fue. Justo en ese momento comenzó a llover en Balaídos, una lluvia fina que fue como el partido, de esas que molestan pero nunca terminan de empapar.