NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

EMILIO MARTÍNEZ LÁZARO

"Es dificil ser del Real Madrid con un presidente tan cursi"

El estreno de Ocho apellidos catalanes, coincide en el tiempo con la revuelta secesionista del Parlamento catalán y el Clásico. Su director, Emilio Martínez Lázaro, el Woody Allen patrio, juega con el cine, el fútbol, la política y el singular humor de los españoles.

Emilio Martínez Lázaro
Emilio Martínez LázaroJ. A. Orihuela
AStv

Llega Ocho apellidos catalanes en el estallido de la tormenta secesionista. ¿La película contribuirá a sofocar el incendio?

—No lo sé, ¡ojalá, me encantaría que así fuera. Debería contribuir a apaciguar el asunto. La película tiene muy buen rollo y no es agresiva, quizá alguno no la digiera bien, pero está hecha con la mejor intención.

—¿Cómo se arregla este desaguisado?

—Es muy difícil porque el asunto ha alcanzado niveles altos de gravedad. Existe un fuerte sentimiento nacionalista y el asunto creo que acabará arreglándose, pero va a llevar más tiempo del deseado.

—¿Recomendaría a los secesionistas catalanes que vieran su película?

—Por supuesto, creo que les vendría bien, a los secesionistas y a los que no lo son, a lo mejor les escuece a algunos, pero no creo. Desdramatizar es de sabios.

—El estreno de la película coincide, además, con el Madrid-Barça, parece hecho a propósito.

—¿Si?, pues eso no lo sabía, cosas que pasan. Espero que no afecte a la taquilla pero, en fin, da igual, y que gane el mejor.

—Dice Piqué que los Madrid-Barça le ponen cachondo, ¿a usted también?

—A mí no, pero entiendo que a Piqué le ponga cachondo porque son partidos de una tremenda rivalidad y sentirse protagonista de ese espectáculo debe suponer un subidón de adrenalina muy importante.

—¿Qué le sugiere el Camp Nou repleto de esteladas?

—Esto tiene mucho que ver con los problemas económicos, con la justicia que tienen los directivos y algunos jugadores del Barcelona, y algunos de los principales políticos catalanes.

—¿Qué piensa cuando escucha pitar con tanta furia el Himno de España por parte de la afición del Barça?

—Me parece patético haber llegado a esta situación. La cosas tienen un cauce y expresar el disgusto con gamberradas e insultando a la máxima autoridad del Estado me parece, como poco, de muy mala educación.

—¿Y esa imagen de Artur Mas carcajeándose en la cara del Rey mientras se pitaba el Himno en la final de Copa?

—Ese ha sido uno de los momentos más groseros que yo he vivido en mi vida. Es increíble y, además, quedaba claro que lo estaba haciendo para la galería. Es imperdonable.

—Háblenos de su pasado madridista.

—Ejem, sí, fui madridista e iba al Bernabéu, al tercer anfiteatro de pie, y también al Fondo Sur, antes de que llegaran los Ultras. Luego me fui apartando del fútbol por culpa de sus dirigentes. Mira, empecé a desinflarme de mi afición madridista cuando escuché decir a su presidente, Florentino Pérez, aquello de que el Madrid era un equipo para soñar. ¡Que cursilada! Es difícil ser del Madrid con un presidente tan cursi como Florentino. Y luego esa idea de convertir al Madrid en un equipo superior a partir de fichar a estrellas millonarias que luego no dan el fruto que se les exige. El Madrid no juega con la brillantez que demandan sus fichajes.

—Su madridismo se ha hecho añicos.

—Sí, y lo lamento, pero todo viene de la actitud de ese presidente Florentino. Puede que sea cierto que la gestión económica sea intachable pero cuando le oígo hablar con esa vocecilla desplegando un discurso cursi, amanerado y sin interés. ¡Un equipo para soñar!, joder,¡ venga ya!

—¿Cuál sería su manual de entrenador de un equipo de estrellas?

—Seguramente el mismo que utilizo para dirigir una película. Muchísima mano izquierda y hacerles sentir bien a los jugadores, valorarles en su justa medida y colocar en el campo a cada uno en la posición que mejor sabe actuar. Y evitar el cortocircuito constante de la directiva, ese es el gran problema. Ahí tenemos, por ejemplo, a Simeone, el del Atleti, el argentino loco, ha conseguido independizarse de la dictadura de la directiva para imprimir su sello propio en el equipo y, como vemos, no le está saliendo mal.

—¿Cree, de verdad, que Simeone está loco?

—Bueno, es una expresión cariñosa. Yo recuerdo que cuando era jugador era muy sucio y daba unas patadas de cojones, ahí está Julen Guerrero para corroborarlo. Pero la pasión que pone en su trabajo es extraordinaria y buena parte del éxito que está teniendo el Atlético de Madrid es responsabilidad de Simeone, de su carácter. Es creíble. Es fantástico.

—¿Le interesa la película sobre Cristiano Ronaldo?

—No, no tengo interés, la verdad.

—¿Por qué el cine de fútbol no acaba de cuajar en género?

—Se han hecho muchas pero sin trascendencia, incluso John Huston hizo una, Evasión o victoria pero, bueno. El boxeo tiene más peso literario, ahí hay un combate cuerpo a cuerpo, mística y pasión real entre dos hombres, uno contra uno. Y luego, todo lo que rodea eso en cuanto a amaños, mafia, corrupción. En el fútbol lo más que puede ocurrir es que uno se lesione por una entrada, quizá fortuita, o que Sergio Ramos vuelva a resentirse de la clavícula después de meter un gol. El boxeo es individual, como el póquer, un pulso entre la gloria y el fracaso entre dos hombres, y eso es muy importante y lo que marca la diferencia.

—Elías Querejeta fue futbolista profesional y, después, productor de cine y amigo suyo. ¿Hablaban de fútbol?

—Mucho, por supuesto. Sobretodo, hablaba él. Y ahora que se ensalzan a tantas estrellas modernas del fútbol como Messi, Cristiano… él siempre me decía, siendo jugador de la Real Sociedad, que el mejor que hubo y, seguramente que habrá, era Alfredo Di Stéfano. Elías jugó muchas veces contra él y me comentaba que hacía cosas que ya se han perdido. Di Stéfano era el que mandaba, con autoridad, sabiduría y arte y, claro, el equipo le respetaba y le seguía. Y Cristiano intenta imponer su autoridad a alguno de sus compañeros y quizá alguno le siga, que está por ver, pero a regañadientes.

—¿Cuál es su héroe y villano en el fútbol?

—Mi héroe sería un jugador como Di Stéfano, sin duda. Un tipo que se entregaba a su trabajo de tal manera que era el mejor, pero su ansia no era la de ser protagonista, sino que ganara su equipo, y debido a sus extraordinarias condiciones y entrega era respetado por todos. El villano o antihéroe de un equipo yo siempre lo localizaré en la directiva.

—Llega Ocho apellidos catalanes, una película que, en un principio, tenía reparos en rodar después del éxito de Ocho apellidos vascos.

—Es verdad que no lo tuve claro porque después de que la película de los vascos arrollara en la taquilla la gente iba a pensar que ahora lo fácil sería hacer la secuela con los catalanes y que esto era pan comido, y de eso nada, por eso puse muchos reparos. Todavía me asombra el éxito que obtuvo. ¡Recaudó más de 50 millones de euros!, teniendo en cuenta la historia que contábamos, pero acertamos, así es. Y tenía muchas dudas acerca de la continuación del relato, me preguntaba qué hacer con los personajes, a donde iría ahora la historia después de que la película ya estaba cerrada.

—En el planeta donde parece que se nota menos humor es en el del fútbol.

—En el fútbol hay poquísimo humor. El aspecto más nimio se trata con una seriedad y solemnidad asombrosa. Se ve en las declaraciones de sus protagonistas, ¡hombre, relajáos un poco! Pueden llegar a las manos por la mayor de las chorradas. Creo que se derrocha demasiada vida y pasión en lo que ocurre con este juego.

—¿Se creyó muy importante cuando ganó el Oso de Oro en el Festival de Berlín con Las palabras de Max, su primer largometraje y con sólo 30 años?

—Pues no, la verdad, además, después del premio sentí como una ducha helada porque nadie me llamó para contratarme. Coincidió con un momento trágico para el cine español, era el año 1978, plena transición y había un sometimiento feroz a los americanos y les hicieron un tratamiento fiscal muy escandaloso que acabó con las producciones españolas de esos años. Sólo se salvaron las películas “S”, ya sabéis. Luego ya llegaron los socialistas y con la Ley de Pilar Miró la cosa se arregló un poco.

—¿Los del cine son tan ‘rojos’ como se dice por ahí?

—Eso sólo se le puede ocurrir a un gobierno descerebrado como el del PP, pero sí, es lo que piensan.

—¿Con un Gobierno de izquierdas le iría mejor al cine español?

—Hombre, con Zapatero yo tuve una pésima experiencia pero creo que, al menos, otro Gobierno no nos insultaría como nos ha insultado el ministro Montoro. No sé si nos iría mejor con otro Gobierno pero lo que sí es cierto es que aquí en España las cosas son muy raras. En todo el mundo el cine es muy importante para los gobiernos, Estados Unidos, Alemania, Francia, Inglaterra.., pero también en Sudáfrica, y lo apoyan con bonificaciones fiscales y otras medidas porque genera riqueza, empleos y se preocupan porque el cine da identidad. En España ocurre lo contrario, es increíble. Eso que dijo Montoro, “el cine español no va bien porque es una mierda”, no se le ocurre ni borracho decirlo a un ministro norteamericano. Creo que el PP es un partido que no se merece ni su afición de derechas. Tienen unos estigmas heredados de la maldita Guerra Civil que no se han diluido, ahí siguen.

—¿Para cuándo Ocho apellidos castellanos?

—Para nunca, quizá si fuera Ochos apellidos madrileños... no sé. Porque aquí en Madrid no se montan esos ciscos inútiles. Todo tiene otra gracia universal. Porque en Madrid todos somos churros, merinos, vascos, catalanes, manchegos, andaluces, moros, judíos, de Carabanchel y mucho más. Hay chistes de vascos, catalanes, andaluces, gallegos, pero de madrileños no hay tantos y gracia en Madrid hay para aburrir. Madrid reúne a todas las sangres y esa es su grandeza. Los tópicos sobre los madrileños vienen de Arniches, la zarzuela y todo eso, pero no veo a los madrileños vestidos de chulapos por las calles.