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Sevilla | José Castro

“Ser presidente es un sueño, pero no amo más al club por ello”

Afronta su primera temporada completa al frente de un club al que en la última década le ha pasado de todo, desde tocar el cielo a llorar una pérdida. Es un sevillista corriente.

“Ser presidente es un sueño, pero no amo más al club por ello”

—¿Qué supone para un sevillista de cuna como usted llegar y ejercer el puesto máximo de la entidad?

—Lo significa absolutamente todo. Lo máximo a lo que un sevillista puede llegar a aspirar, algo que uno sueña muchas veces durante su vida pero que a veces, la mayoría de las veces, cree que es imposible que suceda. De todas formas, que quede claro que no amo más al Sevilla por ser presidente del Sevilla. Esto se lleva en la sangre desde que uno es consciente.

—¿De dónde le viene su pasión por el fútbol y concretamente por el Sevilla?

—Mi pasión por el Sevilla se la debo a un tío mío. Él fue quien me inculcó el amor por nuestros colores desde que era un niño. Me traía al estadio cada vez que podía y me hizo sevillista a base de constancia. En este caso, como dice la canción que tantas veces se entona en nuestro estadio, le preguntaba “qué equipo es el mejor” y él me respondía “Sevilla Fútbol Club” (risas).

—¿Tiene en su memoria la primera vez que vio al Sevilla en directo en Nervión?

—Por supuesto que sí, fue un Sevilla-Sabadell. Aquella tarde ganamos por 2-0.

—¿Y la primera vez que viajó a un campo de fuera?

—Pues si no me falla la memoria creo que fue al Molinón a un partido ante el Sporting. El resultado de aquella tarde ya me baila un poco.

—Me ha dicho que iba con su tío, pero la zona del estadio donde uno tiene su abono siempre es especial para los sevillistas.

—Y tanto. Yo tenía mi carnet en el Gol Norte, detrás de la portería y, por costumbre, primero con mi tío y posteriormente con mi amigo Miguelín, cumplíamos el ritual de acceder siempre por la puerta 19. Daba igual la cola o que otras puertas estuvieran vacías para entrar. Nosotros, siempre por la puerta 19.

—Usted es de Utrera, que pese a no estar muy lejos de Sevilla sí imagino que tendrá anécdotas de sus primeras visitas a Nervión por las dificultades para ir y para volver a su pueblo ¿no?

—He ido y vuelto de Utrera y Sevilla de todas formas, vaya, siempre ha habido mucho movimiento de sevillistas de Utrera y siempre había alguien con quien ir o con quien volverse, pero hubo una época que usaba incluso una moto que tenía para no perderme un partido. Hiciera sol, lloviera o diluviara, ahí estaba mi moto. Son cosas como éstas las que hacen que uno valore lo que significa ser presidente y la responsabilidad que supone de cara a todos los sevillistas.

—¿Quién era su ídolo y por qué razón?

—He tenido muchos dependiendo de la época, aunque siempre fui más del equipo que de jugadores. Todos los jugadores lo eran un poco: Lora, Eloy, Pazos...

—Predilección por la cantera...

—Es lógico. De aquí siempre han salido muy buenos futbolistas, aunque el foco se ponga ahora más encima nuestra por la importancia que han tenido los canteranos en los últimos tiempos, pero sí es cierto que el aficionado sevillista, y su presidente al fin y al cabo es uno más, siempre tiene un cariño especial al que sale de la casa, aunque también es cierto que ese cariño a veces se desborda y se puede llegar a convertir en una exigencia excesiva.

—¿Puede quedarse con un partido de todos los que ha vidido en Nervión? Ya sea en la grada o en el palco ejerciendo de consejero.

—Aquí me temo que voy a ser muy poco original y voy a elegir el que la mayoría de los sevillistas dirían. Pero creo que es normal. Lo que se vivió en nuestro estadio el jueves de la Feria de Abril de 2006 ante el Schalke no tuvo nombre. Vernos por primera vez a las puertas de una final, el año en el que celebrábamos el centenario de nuestra fundación, ésa prórroga cuando Jesús (Navas) cogió el balón en la banda y lo puso para que Puerta marcara en el minuto 100 del partido... Se juntaron demasiadas cosas en ese momento, la alegría y la tristeza por los que ya no podían vivir aquello... Eso no tuvo nombre ni se puede describir.

—Si ese fue su mejor momento, el peor creo que me lo imagino y tiene poco que ver con los descensos.

—Pues sí. La muerte de Antonio Puerta fue algo que nos dejó muy muy tocados. Estábamos en Atenas y nos volvimos sin jugar ante el AEK la previa de la Champions que tanto habíamos anhelado y tanto nos había costado conseguir. Volvimos para asistir a la capilla ardiente y al funeral. Fue un golpe duro, durísimo.

—Volvamos a la alegría. Las finales han sido muchas y variadas en la última década...

—Hay dos que me dejaron marcado especialmente: la final de Eindhoven, que era la de cumplir un sueño, al igual que el de otros miles de sevillistas, y la final de Copa de 2007. Ver 80.000 sevillistas desplazados en lo que hoy día es un récord nacional de desplazamiento de una afición es algo para no olvidar jamás. Creo que la mayoría de los sevillistas elegirían estas dos, aunque lo de Turín del pasado mes de mayo también tuvo miga y para mí será una de las más especiales.

—Hablar de fútbol en Sevilla es hablar del Sevilla y del Betis. Hubo tiempos oscuros entre las directivas pero de un tiempo a esta parte, tanto como con Del Nido como con usted la situación se normalizó.

—Mire, a mí me enseñaron a vivir la rivalidad con el Betis con mucha guasa, pero al mismo tiempo con muchísimo respeto y educación. Lo pasamos bien con los piques entre sevillistas y béticos, pero jamás he faltado al respeto a ningún aficionado del eterno rival, no lo haré, tanto por el puesto que represento como por cómo entiendo que se debe vivir una rivalidad que está hasta dentro de las propias familias.

—Aunque no sea un desconocido para el público futbolero, hay quien no sabe cómo llega José Castro a ser presidente del Sevilla.

—Cuando se convirtió el club en Sociedad Anónima Deportiva se abrió una puerta para adquirir acciones y posteriormente con la ampliación de capital, mis socios de Utrera y yo decidimos ampliar nuestro paquete. No tenía la intención de ser presidente en aquellos momentos, pero sí que estoy en el Consejo de Administración desde entonces y ocupando la plaza de vicepresidente. Cuando estás en ese cargo siempre puede surgir la ocasión y así ha sido, pero me lo he planteado más como un ejercicio de sevillista responsable que por apetencias reales.

—¿Se pierde la visión idílica que el aficionado tiene del fútbol al acceder a un cargo de responsabilidad?

—Sin duda alguna, y créame que llevo como digo más de quince años en el Consejo de Administración del Sevilla. Conocer los números de primera mano te hace saber que hay cosas que el corazón quiere hacer, pero la mente y la responsabilidad no te dejan. Y aprendes que tienes que tomar decisiones impopulares pero sumamente responsables si se quiere ser un buen dirigente. Valga como ejemplo la venta de Reyes en 2004. La perspectiva del tiempo, afortunadamente, da valor a este tipo de decisiones que nadie quiere y que tanto costaron tomar en su momento.

—¿Qué cambiaría del fútbol y del Sevilla actual para recuperar el romanticismo con el que ahora se mira épocas pasadas de este deporte?

—Cambiaría quizás el exceso de tensión que se vive ahora en las gradas algunas veces. El fútbol debe ser una herramienta para disfrutar y no para ofuscarse. Igualmente, eliminaría muchos de esos círculos que hay alrededor del fútbol y que se nutren de él sin dar nada a cambio.

—Ya que hemos regresado al pasado, ¿es capaz de recitarme de memoria el primer once que recuerda?

—Recuerdo muy muy bien uno que era el siguiente: Buyo, Nimo, Rivas, Álvarez, Sanjosé, Juan Carlos, Francisco, Pintinho, López, Magdaleno y Santi. No es mi primer once, pero me lo sabía porque nos dio muchas alegrías con Manolo Cardo en el banquillo a mediados de los ochenta.

—¿Hay algún jugador de ese Sevilla que querría en el equipo de Emery?

—De ése en concreto hay varios, pero si tuviese que traer a un futbolista del pasado al Sevilla actual sería siempre Lora. Trabajo, pundonor... Intentar jugadas una y otra vez hasta que saliera. Él es sin duda el máximo acreedor al Dorsal de Leyenda que le vamos a entregar en unas semanas.

—¿Cuál es el sueño de José Castro como presidente?

—Mi sueño auténtico, inviable mientras no cambie el sistema del reparto de la tarta televisiva en el fútbol español, es ganar una Liga.

—Entonces no podrá ser esta temporada porque el reparto sigue exactamente igual, ¿con qué se conformaría? O mejor dicho, ¿a qué aspira este nuevo Sevilla?

—Creo que hay muy buenas perspectivas para esta temporada. Volveremos a pelear por metas que están por encima de lo que dicta la realidad económica del Sevilla, no lo dude. Confiamos plenamente en nuestra secretaría técnica, en el cuerpo técnico del equipo y en nuestros profesionales, porque lo pelearán todo hasta el final y contamos con nuestra fiel afición para que su aliento sea el que nos empuje a las victorias. Soy muy muy optimista.