Cartas desde América
Brasil se queda seca
Es el año del Mundial de Brasil y los clubes del país atraviesan una crisis. Por primera vez en 23 años ningún conjunto brasileño ha accedido a las ‘semis’ de la Libertadores.
Hace siete años, cuando la FIFA concedió a Brasil la organización del Mundial que está a punto de comenzar, todo era euforia: el país vivía una época de prosperidad, crecimiento y promesas. Hoy el panorama es bien distinto. Los estadios van a llegar a la gran cita con la lengua fuera y las protestas en las calles se suceden, ya sea contra el mismo Mundial o contra las precariedades sociales. Y junto a ese áspero clima ambiental y los crudos desmentidos a su condición de estado emergente, la realidad deportiva también se ha venido abajo. El entusiasmo alrededor de la selección sigue intacto, más que nada porque no ha competido. Pero sus clubes se han desplomado.
Y ni los más devotos encuentran explicación ni consuelo. La felicidad del Vaticano, o su ayuda, no alcanza para justificar las tres eliminaciones que el equipo del que es hincha el Papa Francisco ha aplicado a otros tantos adversarios brasileños. Así en cadena, el San Lorenzo de Almagro se ha llevado por delante a Botafogo, Gremio de Porto Alegre y Cruzeiro. Y otros tres paisanos (Paranaense, Flamengo, y Atlético Mineiro) ya habían resbalado antes. Una versión adaptada del Maracanazo.
Una bofetada histórica. Por primera vez en 23 años ninguno de sus representantes, seis de salida, lograron poner un pie en las semifinales de la Copa Libertadores. Los últimos cuatro títulos llevaron su nacionalidad y su himno, pero la hegemonía se acabó rompiendo justo en el año en el que ejercen de anfitriones de la mayor cita futbolística. Y en el periodo de reflexión en el que se sumergieron los analistas locales nada más producirse la última caída hay quien ha encontrado una conexión entre un hecho y el otro.
La Libertadores sin brasileños es como una cena en La Rioja sin una copa de vino. De nada han valido los millones, pisar por Sudamérica como el hermano rico, montar plantillas como si Florentino Pérez o el jeque del City fueran los que mandaran. Rivales con mucho menos presupuesto no se han dejado morder. Las cadenas de televisión se recrean ahora en las comparaciones económicas de quienes han perdido y los que han osado pasarles por encima.
Hay expertos que acusan del golpe a una grave crisis técnica en el fútbol brasileño, su patrimonio universal. Una encuesta desarrollada por el diario O’Globo entre sus internautas atribuyó el descalabro también al estancamiento táctico de los equipos y a la soberbia. No se animan a extender la preocupación a la selección, porque entre sus titulares, salvo Fred, no acoge ningún futbolista que proceda del campeonato local. Scolari ha pescado casi todo fuera. Pero las críticas se acumulan. Brasil no es buen país para perder al fútbol.