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"El boxeo no es sólo pegar, es pensar, tiene mucho de ajedrez"

El actor Álex González protagoniza 'Alacrán enamorado' de Santiago A. Zannou. Una película en la que todo es real. Detrás, trece meses de golpes, algún KO y el reto de subir al ring a un boxeador.

Madrid
El actor Álex González, protagonista de Alacrán enamorado, para AS.
Jesús Á. Orihuela

¿Cómo se preparó para ‘Alacrán enamorado’?

Fue un proceso muy largo. Santiago (A. Zannou, el director) es muy realista. Había que boxear de verdad. He estado más de un año en el que no he hecho otra cosa que estar con Julián. No podías quitarte y ponerte el traje. Había que serlo 24 horas. Han sido trece meses a muerte.

No era la primera vez que una película le subía al ring…

Hace nueve años, me entrené para Segundo Asalto durante dos meses y medio con Jero García. Me enseñó todo. A poner los pies, uno para alante, uno para atrás... Pero fue menos exhaustivo. No ha tenido nada que ver con Alacrán. Ni el realismo ni nada.

¿Revisionó muchas películas para prepararse?

¡Todas! Incluida una, The Warrior, que me costó mucho encontrar y, quizá, fue la que más se aproxima a la esencia de Alacrán. Y un documental de MMA y un spot de minuto y medio. Los veía a diario. Me ayudaron mucho.

¿Qué película de boxeo le ha impactado más?

Cuando era pequeño Rocky, la uno, me encantaba. Y Campeón, la del niño. Cuando eres mayor ves el truco. No sólo del boxeo que no es boxeo, también el gol emocional que te quieren meter. Más tarde me gustó The Boxer... Pero ahora el boxeo no me lo creo. Toro Salvaje es un referente en todos los sentidos. Pero el boxeo tampoco está bien rodado... Es que Alacrán es de verdad... No hay truco. No pongo la cámara aquí y tú delante, y lo falseamos, y tú haces así y se te sale el bucal... No. Todo es real. Todo.

¿Y peleas míticas?

Las de Ali, todas. Pero luego me di cuenta que me ayudaba más ver peleas contemporáneas como las de Pacquiao y, sobre todo, de Mayweather. De hecho, fíjate, tuve la oportunidad de ir al gimnasio de Pacquiao en Los Ángeles y me llamó la atención su precariedad. Y eso es bonito. No perder la esencia.

Tras 'Segundo Asalto' se enganchó. ¿Seguirá boxeando?

Durante todo este tiempo no boxeaba, coqueteaba con el boxeo. Iba cuatro meses. Lo dejaba. Gracias a Alacrán me reenganché. Pero te exige tanto… Condiciona tu vida. Y tanta exigencia al final termina agotándote. Recuerdo que le decía a Pablo Navascues: “No puedo más”. “Sí puedes, tienes que poder. Peleas el 23 de junio...”. Ese era el día que se terminaba la película... Y así me lo tomé. Esa era mi pelea. Tenía que llegar. Pero terminé tan, tan cansado que no he vuelto a boxear.

Subió al ring a un boxeador, no a un actor que boxeaba...

Ese era mi reto. Quería que un boxeador la viera y pensara: “Este tío es boxeador”. Y me siento orgulloso. Todos los que la han visto ni siquiera me dicen si se lo creen o no. Dan por hecho que es de verdad. También es que todos han visto que boxeaba de verdad. Incluso me convencían para que debutara. Pablo Navascues me decía: “Tienes que debutar para que sepas, aunque sólo sea una vez en tu vida, lo que es salir a pelear con público”. Y su razonamiento era muy lógico. No iba a cobrar más de lo que había cobrado hasta ese momento...

¿Algún KO?

Es difícil elegir. He tenido de todas formas y colores (risas). Recuerdo uno que, de repente, estaba en el pasillo de mi cole de pequeño... Te lo prometo. Durante tres segundos sólo veía el verde del pasillo de mi cole. A los tres segundos empecé a oír: “¿Te ha entrado? ¿Te ha entrado?”. Un eco, como en las películas. Era Pablo Navascues. “Te ha entrado, te ha entrado...”. Estuve atontado todo el día. En un KO recibes un golpe tan grande que tu cerebro se apaga. Lo pienso y digo: “¡Qué burrada!”. Pero es la forma de trabajar de Santiago (A. Zannou) y también la mía.

¿Alguna lesión?

¡Aún tengo! Un pinzamiento en la espalda que no sé si ya será de por vida. Tendinitis en los hombros... Y, luego, en su día, ¡de todo! El boxeo es un deporte muy agresivo para el cuerpo. Recibes golpes, los das. Llegó un momento en el que, a veces, tenían que maquillarme para taparme los golpes que ya tenía. Estaba vapuleado (risas).

¿Su golpe estrella?

Creo que mi golpe es el gancho de derecha, pero sobre su fallo de izquierdas... Soy un poco culebrillas (risas). De esos de buscar el fallo del otro, asomar la cara para que el otro te lance la derecha y entonces darle en el hígado...

Dice que el boxeo enseña mucho de la vida...

El boxeo no es dar hostias. Es pensar. Yo lo comparo con el ajedrez. No puedes pegar a lo loco. Tiene mucho de ajedrez. Siempre vas cuatro golpes por delante. Luego te das cuenta de que un puñetazo no duele tanto y cuando te quitas ese miedo te quitas muchos otros. El boxeo, además, también tiene mucho de nobleza. A mí me gusta mucho el fútbol pero no la picardía de que te tocan y te tiras. Si lo ves en otro deporte dices: "¡Venga, hombre!". En boxeo es al revés. Aunque te haya entrado una mano y estés viendo pajaritos, tienes que hacer ver que no, que tu rival piense que estás bien y que no incida en ese golpe.

¿Qué siente cuando está el ring?

El boxeo tiene algo de ritual que a mí me gusta mucho. Ya sólo el olor del gimnasio te envuelve. Dejas atrás muchas cosas. La rutina, apagas el móvil... Te pones las vendas, saltas la cuerda, calientas. No sé subirte a un ring es algo… Yo lo asemejo un poco a subirse a un escenario o ponerte delante de una cámara. Dices: “Algo va a pasar aquí. No sé qué, pero algo va a pasar que se va a quedar aquí y va a ser único y especial...”.