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REAL ZARAGOZA - GRANADA

Zaragoza y Granada insisten en seguir en zona de peligro

Ni goles ni ocasiones en La Romareda. El equipo blanquillo sigue sin ganar en 2013 y al Granada le faltó ambición para sacar algo más. Ambos se quedan a tiro del Mallorca.

Actualizado a
Zaragoza y Granada insisten en seguir en zona de peligro

Al Zaragoza se le está haciendo cada día más delgado el suelo bajo los pies: ahora mismo la fina capa que lo separa del descenso mide apenas dos puntos, que es nada: menos de un partido. Si el Granada estaba señalado como rival directo, el partido tenía la etiqueta de final por la permanencia y necesario punto de inflexión para detener su larga caída, el encuentro no dijo nada diferente a los de las últimas semanas. El equipo de Lucas Alcaraz, que no expuso gran cosa, se llevó un punto. El resultado no saca de pobre a ninguno de los dos, retrató la escasez y vino a subrayar la creciente impresión de que al fútbol no le gustan los lunes y que el Zaragoza está en problemas serios: lleva cuatro meses sin ganar en La Romareda y 10 partidos consecutivos sin victoria. Tampoco el Granada pudo irse de La Romareda cantando ninguna victoria, pero un punto lejos de casa siempre tiene un sabor más convincente.

Los dos equipos van de la mano en la clasificación (un punto más el Granada) y de la mano expusieron sus miserias. El conjunto de Alcaraz extendió el primer rato una impresión más amenazadora, entre los saques de esquina que templaba Nolito, una salida de Siqueira por su lado, la energía de Torje a la hora de cruzar balones o el olfato inagotable de Ighalo. Pero el equipo de Alcaraz enseguida perdió su intención vertical, para pasar a insistir en un juego directo poco provechoso. Antes, Ighalo probó la elasticidad de Leo Franco una vez de cabeza, y luego peinó un córner que tocó la madera del otro lado. Un susto notable para el Zaragoza en un partido bastante ajeno a los sobresaltos.

El Zaragoza expresó su necesidad en las tentativas de Rochina, que tuvo un poco de todo. A veces se hace un nudo, pero su calidad la mezcla con hambre y eso da un jugador con intención, que quiere la pelota y se orienta en cuanto puede a portería. Jiménez lo quita siempre hacia el minuto 70, cuando ve evaporado su resuello. Ayer también. Pero salvo por el valenciano, con un par de remates notables de zurda, la reforzada media punta produjo poco o nada. Montañés se vino a la derecha un buen rato y su juego de zurdo acusado se resintió. Postiga tuvo que laborar a menudo en solitario o entenderse con Rochina, que tuvo la mejor ocasión aragonesa en una buena combinación de Sapunaru y Montañés en el lado derecho. Su disparo silbó junto al palo.

El mayor ímpetu lo ponía el rumano Sapunaru, que recuperó su perfil de lateral largo y de percusión. Una buena noticia para un equipo al que no le sobran los argumentos de llegada. Sin agredirse más de la cuenta, la persistencia del empate y la languidez del ritmo no ayudaron a desenmascarar si el asunto tenía otro destino que el del empate sin goles. Así que el choque quedó mucho tiempo sin gobernador evidente, abierto a cualquier posibilidad; un poquito más posesión del Zaragoza, que ejerció una propiedad muy horizontal, bastante plana. Poco a poco el Granada decayó al abuso de balones largos, juego directo que obligó a Ighalo y El-Arabi a jugar de espaldas. Éste apenas lo consiguió. Cuando El-Arabi se fue y apareció Buenanotte, el Granada ganó avidez en las zonas interiores. Jugó más abajo, implicó a Nolito en la combinatoria, pero la insistente pelea de Ighalo fue más solitaria que otra cosa.

Al otro lado, la mejor ocasión local vino en un tiro libre lateral rematado entre Mainz y Sapunaru. Toño se lució en escorzo, pero la jugada tuvo un lado oscuro: en su pugna por la posición, Mainz practicó el camiseteo habitual: el rumano del Zaragoza cayó y pidió penalti. No le faltaba razón. El balón detenido era una opción a falta de otras, pero Leo Franco y Toño se encargaron de desactivar con solvencia y ocasional brillo los pocos problemas en que quisieron meterlos. Mientras Ighalo lanzaba sus últimos zarpazos el Zaragoza, con una velocidad de juego tan baja como acostumbra, tampoco encontró en Edu Oriol, Babovic o Montañés lo que no tenía antes. El encuentro tuvo siempre menos tensión que aburrimiento. Nadie terminó de cambiar el diapasón, la depresión del lunes. A estos dos equipos el final de la Liga se les va a hacer larga.