BARCELONA - REAL MADRID
Cristiano asusta al Barcelona y Jordi Roura apunta al árbitro
El Barcelona cambia de discurso ante la fortaleza del Madrid. Guardiola actuó igual después de perder la Copa en 2011. Messi parece triste pero sigue marcando.
Ocurrió en 2011, anteayer. Antes de jugar en el Bernabéu el partido de ida de las semifinales de la Champions, y una semana después de perder la final de Copa, Guardiola cambió inesperadamente su discurso y arremetió contra el Madrid y su entorno. Aquella tarde, en la sala de prensa de su eterno enemigo, el entrenador del Barça habló de árbitros, retó a Mourinho y dejó para la posteridad expresiones como "puto amo" o "central lechera". El Barcelona ganó aquel partido 0-2 (Pepe fue expulsado en el 61') y la mayoría de los analistas destacaron el efecto positivo del arrebato de Guardiola en la moral de su equipo (Pep fue recibido en el hotel entre aplausos de sus jugadores).
Ayer, en vísperas de la semifinal de Copa y seis días después de perder en San Siro, Jordi Roura volvió a alterar el elegante discurso del barcelonismo, en este caso para presionar al árbitro, Undiano Mallenco. Si su ataque pareció dictado es, simplemente, porque lo estaba (vía Skype, probablemente). Si no provocó la misma convulsión que hace dos años, es porque Roura carece de las dotes interpretativas de Pep, también de su planta de galán atormentado.
La lectura es que el Barcelona, al igual que hace dos años, utiliza la agitación para reactivar a su equipo, para ahuyentar la crisis y para desviar la atención. La sensación es que la dirección deportiva tiene miedo ("perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real, o imaginado", según la RAE). Tanto miedo como para renunciar a un estilo que le ha concedido una ventaja moral sobre el Madrid, ayer ampliamente recortada. Sin opciones de modificar su fútbol de toque, la única alternativa es jugar al patadón verbal, revolcarse en el populismo, reivindicar la propiedad intelectual de ese victimismo que tanto ha practicado el Real Madrid con su actual entrenador.
La provocación resultó demasiado tentadora como para no obtener la respuesta de Mourinho, que se apuntó al baile de máscaras y se disfrazó de irónica ursulina. Sólo hay una cosa que Mou adore más que la victoria y es tener razón: todo el mundo es malo.
No hay noticias de que Roura fuera recibido con aplausos al llegar al hotel. Tampoco se espera que Undiano salga condicionado por sus declaraciones, entre otras razones porque la fuerza del mensaje se amortigua con la escasa fuerza del mensajero.
Lo único claro es que el empate del Bernabéu no señala a ningún favorito. Parece seguro que el Madrid marcará y el 0-0 es un marcador que ni se considera. Añadamos que el Barça encadena once partidos encajando goles (1,45 por encuentro); consideremos, además, sus problemas en defensa y su incapacidad genética para plantear un partido a la defensiva. Llegaremos a la conclusión de que el miedo está justificado y el pánico es perdonable.
Cracks. Lo más sobresaliente de los onces respectivos es que jugarán Messi y Cristiano, nunca tan próximos. El argentino anda melancólico, aunque eso no impide que los goles se le caigan de los bolsillos. Messi es tan importante que corre el riesgo de serlo demasiado. Nadie duda de que la ausencia de alternativas en el juego del Barça se relaciona directamente con él: empezaron por no gustarle los delanteros altos y ahora ya no le gusta ningún delantero. Su obsesión por controlarlo todo hace que baje al mediocampo para dar el pase que sólo aprovecharía él.
Cristiano, sin embargo, recorre el camino contrario. Del narcisismo ha pasado a la participación, a disfrutar del grupo, a dejar de correr detrás de Messi. Cristiano da más miedo ahora. Observar ese cruce de caminos será uno de los grandes alicientes de la noche.
Plan. Lo demás es accesorio, o no tanto. Si el Barça acepta que su clasificación pasa por marcar dos o más goles (seguramente, tres), la presencia de Villa parece inexcusable. Si Mou hace justicia, jugará Kaká. Si no se acobarda, saldrá con un nueve, probablemente Higuaín. El otro partido dentro del partido lo disputarán Iniesta y Özil, los otros factores incontrolables.
La experiencia dicta que el Real Madrid se crece ante la necesidad y, últimamente, en los anchos prados del Camp Nou. La tendencia es que gane quien parte en desventaja y el mérito es averiguar quién es más débil esta noche, si el musculoso o el pensador.
Se llama "clásico" al periodo de mayor plenitud de una cultura o de una civilización y la definición académica se adapta como un guante al partido de esta noche. Dos estilos, dos culturas, dos civilizaciones.