¡Ramos es el falso 9!
Esta vez sí hubo cámaras de televisión como testigos. Para desgracia de la campeona de Europa y del Mundo, los gallos franceses se pusieron ídem en un segundo tiempo donde nos pasaron por encima. Nada que objetar. Toca apretar...


Lo que mal empieza... El chasco es más grande que tres Torres Eiffels juntas. El gol de Giroud nos dejó helados, con el alma en pena, con un mar de dudas ante lo que se avecina y con una sensación de que hemos extraviado nuestra condición de infalibilidad. La noche ya empezó entre tinieblas, con algunas butacas vacías por culpa de esos precios locos (de 30 a 85 euros) que no entienden el significado de la palabra "crisis". Después, la temprana lesión de Silva nos capó ese talentazo canario que en Minsk nos encendió muchas luces. Más tarde, la crónica de sucesos se engordaba con el penalti fallado por Cesc. El cupo de desgracias se iba a ampliar. Al inicio del segundo acto sufrimos la lesión de Arbeloa, que descompuso la zaga hasta convertirla en una autopista sin peaje para Ribéry y Benzema, espléndidos toda la velada. Juanfran, sustituto del lateral madridista, estuvo negado y en una pifia del rojiblanco en el descuento llegó el 1-1. Justo, por más que nos duela. Tocan tiempos de reflexión...
Gracias, árbitro. No podemos buscar excusas con un árbitro que tiene el nombre de moda de la semana (Felix, como el austríaco que ha llenado las portadas con su salto supersónico). Un linier del alemán Felix Brych se sacó de la manga un fuera de juego de Menez que era un gol catedralicio. Eso evitó el 1-1 que ya nos hubiera puesto las pilas al descanso. Pero sirvió para entender que la noche no estaba para juegos florales. Algo estaba pasando por el sur de la ciudad...
¡Siempre Sergio! De un tiempo a esta parte, cuando las cosas se ponen feas tenemos que recurrir a alguien capaz de resolver cualquier avería. Una especie de Señor Lobo (¿se acuerdan de Pulp Fiction?). Ese es Sergio Ramos. Un león con corazón y un corazón de león. Un tipo capaz de provocar un fuego y apagarlo a la vez sin necesidad de pedir ayuda. Es capote y montera a la vez. Un hacha en defensa y un cañón en sus incursiones tras las líneas enemigas. Dijo su amigo Benzema, en plan profeta, que prefería que le marcase Ramos antes que Puyol porque le conocía "más". Sergio, genio y figura. Interpretó lo de marcar en su sentido más literal. Y marcó. El gol de la fe. El gol de la furia que también conviene rescatar en los días en los que el tiqui-taca se toma un respiro. El Tarzán de Camas cabeceó al palo, se desesperó, el esférico regresó a sus dominio como un boomerang y agujereó a Lloris con un derechazo inmisericorde. Su celebración la hubiese firmado Hugo Sánchez en mutación con Nadia Comaneci. Dobles mortales para el recuerdo. El Calderón gritando "¡Sergio, Sergio!". Nuevo cántico cuando Iker salvó el empate con un paradón a Karim que repone a Casillas en su trono. ¡Ánimo, capitán!
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Maldito penalti. No me quito de la cabeza el máximo castigo errado por Cesc. Una acción que llegó 'gracias' a mi amigo Maldini. Me explico. En el AS de ayer escribía: "Koscielny es un central vistoso pero con lagunas y poca contundencia atrás". El muchacho debió leerlo en el hotel de concentración y quiso dejar mal al maestro con la madre de todos los penaltis. La patada a Pedro fue tan violenta que debió costarle la roja directa. Pero Lloris nos dejó con las ganas. Debió tirarlo Xabi Alonso... ¡O Ramos a lo Panenka!
¡Podemos! Tranquilidad, señoras y señores. Del Bosque y España tienen crédito de sobra. Venceremos en París. Sabrá mejor. Quién ríe el último...



