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Real Madrid 3 - M. City 2 | La contracrónica

¡¡¡El Madrid es eterno!!!

Hacía años que el Bernabéu no vivía una de esas noches mágicas europeas que han sembrado la leyenda de los blancos en el mundo entero. El City se encontró con un triunfo inmerecido (1-2), hasta que Karim y Cristiano obraron el milagro.

¡¡¡El Madrid es eterno!!!

Orgullo vikingo. Las generaciones pasan, las modas se suceden y las tendencias llenan las redes sociales. Pero la leyenda permanece inmutable, con carácter, alimentando una épica emocional que lo convierte en un club de culto, capaz de enamorar a veteranos y noveles, a pintores y artesanos, a soñadores y pragmáticos. El Madrid es el único equipo de fútbol que convierte sus hazañas en un motivo de adoración literaria. Con el Madrid no existe el agua tibia. O arde hasta arrancarte la piel a tiras o te congela los pies hasta cortarte la circulación. Por eso, con el 1-2 sólo los que no conocen la leyenda enfilaron el camino de su casa. Hombres de poca fe. Incautos desmemoriados. Una vez vi llorar a cientos de aficionados por perderse aquel memorable gol de Butragueño al Cádiz en un gélida noche invernal. Los que nos quedamos allí hasta el final lo vimos, dimos fe y se lo seguimos contando a nuestros hijos. Anoche asistimos en cinco minutos memorables a la resurrección de los espíritus de Puskas, Marquitos, Zárraga y Juanito. Ellos estaban empujando en la grada enardecida del Bernabéu. Sabían que los once colosos que defienden ese escudo sagrado son capaces de obrar lo imposible, de convertir en cotidiano lo prodigioso. Primero fue Benzema, ese lindo gatito que aún no se había estrenado en lo que iba de temporada. Pero faltaba ÉL. El mejor jugador que ha pasado por aquí en muchos años. Killer de los killers: Cristiano Ronaldo. Su Majestad El Gol. Un tío incapaz de hincar la rodilla. Pudo equivocarse hace dos semanas. Vale. Pero anoche reaccionó con la majestuosidad de un number one, de un legítimo aspirante al Balón de Oro, de un chaval de Funchal que escribirá aquí muchas páginas para la memoria...

El jugador nº 12. Esa es la afición blanca, entusiasta y entregada a la causa como siempre en Champions. Y también Marcelo. El brasileño porta orgulloso ese dorsal que demuestra su humildad. Él sabe que partía como suplente de Coentrao, pero con veladas como la de ayer se ha ganado el crédito para los restos. Avisó dos veces, como el cartero, antes de firmar el 1-1 que rescató la esperanza tras el gol de Dzeko. Luego aumentó el sufrimiento con el gol rutinario de este año: a balón parado y todos con cara de tontos. Pero ahí se encendió la llama del orgullo, la testosterona desatada y el alunizaje futbolístico. Mou reaccionó con reflejos. Con Özil, Modric y Karim en el campo, a Hart se le aparecieron las camisetas blancas como si fuesen los caballeros medievales que defendían al Rey Arturo en la fortaleza de Camelot. Una furia desatada cayó sobre la portería del City. Mancini estaba ahogado en su corbata de seda. El Kun pedía la hora desde el banquillo de ese estadio en el que imaginó hace un año sus sueños futboleros...

Afición 10. La pedazo de ovación a Silva, cerrada y sentida, fue un mensaje maduro e inteligente de un Bernabéu que no se casa con nadie. Da gusto ser partícipe de una hinchada tan serena, reflexiva y formativa. Silva se lleva a Manchester ese aplauso en su corazón canario. Aquí siempre tendrá su casa...

Ramos y la Décima. No me gustó que Mourinho señalase a Sergio con su suplencia. Pero Ramos es fuerte, física y mentalmente, y será uno de los baluartes de lo que resta de temporada. Por cierto, mi señor padre vio el partidazo en la Grada Baja, Fila 7 (Cristiano), asiento número 10 (¡La Décima!). Todos son señales. Señores, iremos a Wembley.