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Real Madrid | La biografía del nuevo delantero blanco

Del Metz al Mónaco

CAPÍTULO 2. Marzo de 2002. Adebayor aterriza en un Metz en Segunda y que lucha por evitar el descenso. El togolés lo cambia todo y el equipo asciende. En 2003 se va al Mónaco, donde vive altibajos, pero su potencial no pasa desapercibido para Wenger...

<b>REFERENCIA. </b>Adebayor tardó en convencer a Deschamps, pero en la 2005-06 agarró la titularidad y fue su mejor campaña en Mónaco.
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Dime cuáles son tus cualidades, qué sabes hacer" le dijo Gilbert Gress a Emmanuel Adebayor nada más llegar al primer equipo del Metz. Era marzo de 2002 y se acercaba el final de la liga en plena lucha por evitar el descenso. Estaban en Segunda. Los goles no llegaban y todos vieron en el delantero togolés la gran esperanza. "Salto muy alto y voy muy rápido" le contestó Adebayor al técnico. Y a jugar. Y a brillar.

Se le había visto algo la temporada anterior, con Albert Cartier, pero menos. En la campaña 2002-03, desde que fue titular en el Metz el equipo levantó la cabeza. Hasta entonces el ataque del equipo era el peor de la categoría: sólo 19 goles en 27 partidos. Cinco partidos desde su titularidad y el resultado fue contundente: once tantos, más que los dos líderes juntos. Ya nadie dudaba del acierto del ojeador Francis De Taddeo cuando le vio en aquel torneo de Goteborg, bendito día para el Metz. Su técnico en los juveniles, Pascal Janin, le definió bien: "Tenía dudas al principio porque no era capaz de explotar sus cualidades. Ahora no tengo ninguna". Lo cierto es que con Bastien y Baticle en las bandas y Meyreu como organizador, Adebayor dio lo mejor de sí mismo en el Metz, un equipo que se armó alrededor suyo y con varios jóvenes ganadores de la Copa Gambardella y el campeonato Sub-17 poco antes. Su nivel y sus trece goles sirvieron para conseguir el ascenso a Primera.

Un peldaño más.

Él había transformado a un equipo que sólo unos meses antes se conformaba con asegurarse la permanencia. Un gol suyo en un 4-0 al Geugnon cerró la fiesta. Fue su último tanto en el Metz. Le esperaba un salto más en su carrera futbolística: el Mónaco.

Cuarto mejor goleador de la temporada, con 19 años firmó un contrato de cinco campañas. "Llegué con quince años a Francia, antes vivía en Lomé. Y cuatro años más tarde he firmado por uno de los clubes mejores de Europa, el Mónaco. ¿Qué más me puede pasar?", declaró a France Football ese verano. Nadie se imaginaba que aquel Mónaco llegaría a jugar la final de la Champions. Didier Deschamps dirigía un equipo en el que Adebayor empezó como titular en el ataque junto a Nonda, con Rothen y Giuly en las bandas y la pareja Zikos-Bernardi en el mediocentro. La grave lesión de Nonda cambiaría pronto las cosas ya que llegó Fernando Morientes. El español debutó junto a Adebayor en punta contra el Lille, pero para el primer partido de Champions en Eindhoven, Deschamps dibujó un equipo con un solo punta, Morientes.

El togolés se quedó fuera aquel día, y sólo jugó unos minutos en el histórico 8-3 ante el Deportivo de la Coruña. Perdió la titularidad y nunca terminó de recuperarla. Algún buen partido de liga, tres goles al Montpellier, pero casi nula participación en la fase decisiva de la Champions: siete minutos en cuartos contra el Real Madrid, ni uno frente al Chelsea en semifinales y nada en la final ante el Oporto de su hoy entrenador Mourinho. Sin duda pensó en marcharse del conjunto monegasco; se sentía estancado justo cuando menos lo esperaba. Sólo le salvaban los partidos con Togo en las eliminatorias para el Mundial de Alemania 2006.

Confianza.

Pero su día a día en el Mónaco era muy duro. Terminó con ocho goles, sólo uno menos que una temporada siguiente (2005-06) en la que sí recuperó su sitio en el once de Deschamps, justo cuando parecía más complicado. No en vano la plantilla contaba con el ya recuperado Nonda, Kallon, Chevantón y el argentino Saviola.

Pero en aquel Mónaco, el gigante Adebayor terminó imponiéndose. Eclipsado la temporada anterior por Prso y, sobre todo, por Morientes, tres asistencias y un gol en el partido de la previa de la Champions ante el Gorica le colocaron en la rampa. Y ya no abandonó la titularidad. Su movilidad e incluso su buen juego aéreo, como demostró con un golazo al Paris Saint-Germain, convencieron por fin a Deschamps.

Sería una temporada clave, que callaría muchas bocas, como la de su antiguo entrenador Jean Fernandez que un día le catalogó como un jugador "que jamás tendría nivel para un grande". Muy poco caso debió hacerle Arsene Wenger, que, demostrando su ojo clínico en la captación de talentos, le seguía con atención desde hacía tiempo y no tardó en echarle el lazo para su Arsenal. Pero de su llegada al equipo londinense, en la 2005-06, y los muchos detalles de sus últimos meses en el Mónaco hablaremos en el capítulo de mañana, que hay mucho por contar...