copa del rey | sevilla 0 - barcelona 1
Guardiola pierde su primera guerra
La 'era Guardiola', la del 'hexacampeonato', dejó la primera mancha en un expediente hasta ahora impoluto y maravilloso. El Sevilla confirmó la sorpresa e hizo valer el resultado de la ida en un Sánchez Pizjuán en el que sufrió lo indecible en el segundo tiempo ante un gran Barça que lo intentó todo, esta vez sin política de rotaciones y prácticamente con el equipo de gala.
Había perdido algunas batallas, muy pocas y de muy poca importancia. ¿Quién se acuerda de ellas? Pero ninguna guerra, no hasta hoy. Porque hoy 13 de enero Pep Guardiola ha perdido la primera Copa después de seis en línea, se ve fuera de su primera competición como entrenador del Barcelona. El rey de Copas no repetirá título. Cayó con las botas puestas, pero cayó. Lo dijo el propio Guardiola: "no somos tan buenos como para no perder nunca". Cierto, nadie lo es. Lo humano es falible y el Barcelona es humano. Su mérito ha sido hacernos pensar que no lo era, brillar con tal intensidad, tal calidad y tal devoción que pareció imparable, imbatible. Incluso hoy, en esta decepción que obligó al Sevilla a un esfuerzo heroico y a un sufrimiento infinito.
Queda saber si el Barça encajará el golpe, si mantendrá el plan de vuelo y el nivel de confianza o si aprenderá a recibir golpes y se hará más mundano. La duda es cuántas veces más le veremos caer. A juzgar por el partido del Pizjuán y su victoria insuficiente, el Barcelona sigue siendo el Barcelona. Menos continuo y menos rotundo, pero un equipo con personalidad, fuerza y fe. Su forma de caer lo demostró y dignificó su figura y la del Sevilla, tenaz y terriblemente resistente. Murió arriba, remando hasta el final, rebelándose contra el destino, convirtiendo en héroe a Palop, rematando al poste... perdió en campo rival, tocando, jugando e intentándolo. Empujando, empujando y empujando. Así lo ha ganado todo y así ha perdido esta vez. Así es, en definitiva, este equipo en los días buenos y en los días malos. Con idea y espíritu, esta vez sin tino y sin suerte.
El reto era mayúsculo y a posteriori es fácil señalar a la alineación del Barcelona en la ida como clave de la eliminatoria. Entonces la política de rotaciones culé empujó al Sevilla hacia un triunfo que era más que oro, más que medio pase. Y llevó al Barcelona a un situación límite de la que finalmente no escapó. Aunque lo mereció en justicia. Su segunda parte fue excelente, llena de pasión y fútbol, con fe en su plan y en sus fuerzas. Convirtió el partido en un infierno para el Sevilla hasta el 0-1 y tuvo ocasiones para machacar después, en minutos de trueno y nervios. Pero el Sevilla aguantó, resistió cada embate a veces colgado de Palop, siempre a base de hacer kilómetros y aguantar la tortura en pie, asustado pero férreo, casi fanático.
El Sevilla, del plan a la épica
El Barcelona jugó con todo lo que tiene menos Valdés. Olvidó las rotaciones, olvidó a Chygrynskiy, Milito, Márquez, Thiago... el equipo era casi de final porque el partido era casi una final. El Sevilla por su parte renunció a Capel y se puso en manos de su sistema defensivo y de Navas. Y durante el primer tiempo fue suficiente. Con energía física, el equipo de Jiménez discutió el balón a un Barcelona que no encontró espacios. Navas se agigantó y creó peligro, casi siempre con Negredo como objetivo y con la lluvia como aliada a la hora de hacer espeso e impreciso al rival. En ese primer tiempo pudo adelantarse el Sevilla pero también pudo marcar Ibrahimovic, que remató mal ante Palop. Pero apenas aparecieron Xavi o Messi. Esa era la buena noticia en el Pizjuán. La mala, que el equipo local llegó al descanso entre síntomas de cierto agotamiento.
Y en la segunda parte apareció el Barcelona. Rotundo, majestuoso y con una intensidad brutal. Jugó al fútbol como sólo él parece saber hacerlo, entró por el centro y por las bandas, tocó a la velocidad de la luz y robó arriba, muy arriba. De repente apareció Xavi, aparecieron Messi e Iniesta y hasta un Ibrahimovic peleado consigo mismo y con el gol.
Primero el Barça se hizo superior a los puntos, luego dominó completamente el partido, sometió al Sevilla y se fue a por la eliminatoria. Palop se agigantó, Ibra falló, Iniesta se dejó el balón atrás a bocajarro... el Sevilla boqueaba en su campo cuando Xavi colocó el balón en la red con suavidad desde la frontal. Quedaba casi media hora y parecía demasiado para un Sevilla magullado, encerrado y por momentos histérico. Instantes después del gol, Messi levantó una vaselina que rozó un poste con el que se encontró después en un disparo con cuyo rechace tampoco acertó Ibrahimovic. Después Palop remató su noche perfecto con un último paradón tremendo a Messi.
El Sevilla, a fuerza de no encajar y de resistir, volvió a creer y a sentirse vivo. Hasta obligó a Puyol, titánico en los minutos de la furia, a cortar un pase de Capel que estaba listo para embocar Negredo. En los minutos finales el partido se jugó entre faltas, tanganas e imprecisiones. Así que casi no se jugó y así se descosió la invulnerabilidad del Barcelona, ya con Bojan y Pedro en el campo, estrellado contra un muro pero entero y rabioso. Es la primera eliminatoria perdida desde la Champions de 2008 ante el Manchester. Un paso atrás en la carrera por los títulos, apenas un traspiés en una imagen golpeada por la derrota pero fortalecida por la caza sin suerte de la segunda parte. Para el Sevilla quedan los cuartos, la épica, la firma de lo que es casi una proeza. Y, mucho me temo, el cartel de gran favorito en esta Copa del Rey que ya no tiene campeón.