Copa del Rey | Atlético de Madrid 1 - Barcelona 3
Messi pone patas arriba el Calderón
Maravillosa actuación del argentino, con tres goles El Barça hizo lo que quiso con el Atleti La grada clamó contra Aguirre Alves y Touré, sobresalientes
Hay ocasiones en las que tu falta de talento queda expuesta. Hoy es una de ellas porque no encuentro palabras para explicarles lo que vi ayer hacer a Messi en el Calderón. Quizás yo no las tenga, quizás ni siquiera existan. Los fríos datos dicen que marcó tres goles, provocó un penalti y tiró al larguero tras una de las jugadas de la temporada, pero la ovación cerrada de la afición del Atlético cuando fue sustituido dice mucho más. Fue una rendida reverencia a quien es el mejor jugador del mundo. Y creciendo. Tiene 21 años e, intuyo, la historia le espera.
Mientras su amigo conquistaba el Manzanares, Agüero lo veía por la tele con una repentina faringitis que no tapa la realidad: se iba a quedar en el banquillo igual. En cada cita importante, Aguirre ha hecho un experimento temerario que le ha estallado en la cara. La de ayer fue la tercera suplencia del Kun en un día grande (tras las dos contra el Liverpool), a las que se suman la de Simao en el derbi y el descanso de Maxi y Maniche en Mestalla. La afición le recordó que ya no soporta más cosas raras pidiendo su cabeza tras el 0-2. Así se dilapida el crédito de quince partidos sin perder. Mala jugada.
Para crédito ilimitado, el de Guardiola, que dijo en la previa que le criticarían si perdía tras reservar a Etoo, Xavi, Valdés y Puyol, y si ganaba, sería un iluminado. Un iluminado, no. Un gran entrenador. Porque el brillo de Messi no escondió su magnífico trabajo. El Atleti no cogió al Barça descolocado ni una sola vez, sufrió una presión asfixiante hasta el último instante, se estrelló mil veces contra el muro Touré-Busquets-Keita y Alves siempre tuvo la espalda cubierta para crear estragos en ataque.
En realidad, por esa increíble banda derecha Alves-Messi, sucedió todo. Tras un minuto de espejismo, en el que Sinama y Maniche probaron a Pinto, el Barça agarró el balón para no soltarlo ya. Iturralde se tragó un penalti de Heitinga a Messi por atropello, pero el argentino tardó poco en vengarse. A los 12 minutos tiró una pared con Alves que, lateral limitadito como es, se la devolvió de espuela y lo siguiente que se vio fue a Coupet sacando el balón de la red.
Sin respuesta.
Quedaban casi 80 minutos, pero el Atleti se declaró perdedor y no muy bueno, por cierto. Assunçao, Pernía, Maniche y Sinama encontraron en las entradas feas su único argumento. Dio igual, eran gnomos tirando chinas a gigantes. Sobre todo, Touré, un portento físico y un futbolista, cosas no siempre unidas en el pivote defensivo actual. Y aunque el exilio de Iniesta en la banda hizo más obvia la ausencia de Xavi, Messi se encargó del resto.
Primero retrató a Heitinga, cuyo crédito ya es negativo, con un penalti y expulsión que él mismo aprovechó. Y cuando un gol de Ujfalusi en un córner amagó con resucitar al Atleti, él respondió con la jugada del año: humillo a Pernía con un regate asombroso, evitó a Ujfalusi y Perea y remató al larguero. Todo a mil por hora. Antes de que cerráramos la boca, el balón volvió a él en el punto de penalti, esquivó a Coupet como un torero y marcó. Tras lo anterior, pareció fácil. No lo fue. Y así se acabó el baño. Con una ovación y yo sin palabras. Sólo me sale aplaudir.