Tumbado a la sombra y disfrutando de la compañía de su inseparable amigo Gabi Milito, Leo Messi observaba ayer las evoluciones de sus compañeros que la noche del miércoles no salieron de inicio frente al Manchester United. Él, que jugó algo más de 62 minutos, hizo una simple y suave sesión de recuperación, lejos de esfuerzos que pudieran complicar su delicada musculatura. Hay pánico a que el Pulga vuelva a sentir un pinchazo. Si está constipado, todo el barcelonismo estornuda y ese síntoma de dependencia no es bueno, puesto que se transforma en presión y estrés para el joven talento de la cantera.
Felices por su ejercicio de responsabilidad al pedir el cambio frente al Manchester la noche del miércoles, los azulgrana descargaron tensiones al comprobar que Messi podía completar sin problemas los ejercicios ordenados por los recuperadores. Carrera continua, pequeños toques de balón y una serie de estiramientos fueron el plan de esfuerzo para el crack, que parece haber entendido que las prisas son malas consejeras y que caminando poco a poco se acaba llegando al punto de destino.
Frank Rijkaard, que ayer se ausentó de ver a sus futbolistas en el campo de prácticas, incluirá en la lista a Messi esta mañana para viajar por la tarde a A Coruña. Otra cosa es que, en Riazor, los hinchas gallegos del Barça puedan ver las evoluciones de su favorito y que los seguidores del Deportivo sufran por sus gambeteos por la derecha del ataque culé. El martes próximo, a partir de las 20:45, el Barça se juega la vida en Europa, en un partido en el que nadie puede fallar y menos la joven estrella. El entrenador culé cavila qué hacer con él: o bien lo pone de inicio para sentarlo tras el descanso o incluso existe la posibilidad de que espere en el banquillo a ver cómo marcha el partido y si es necesario darle más rodaje al zurdo pensando en Europa.
Messi es la esperanza culé en las cuatro semanas que quedan de competición. Cuando fuerza su musculatura, sufre todo el barcelonismo. El problema de tener dependencia por un futbolista.
