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Primera | Málaga 0 - Valencia 2

Campeón de la mejor Liga

Dos golazos de Ayala y Fabio Aurelio dieron el título al Valencia.Nuevo recital de fútbol de Aimar y Baraja.

ANDRÉS AGULLÓ
Actualizado a
<b>LA ALEGRÍA DE DOS HÉROES.</B> Pablo Aimar y Santiago Cañizares, dos de los artífices del título conseguido por el Valencia de Benítez, se felicitan sobre el césped de La Rosaleda por el gran éxito conseguido. Así enterraban las heridas por las derrotas sufridas en las dos finales de la Champions de París y Milán. El actual Valencia se doctoró en Málaga y llevó a sus vitrinas la quinta Liga de su importante y dilatada historia.
J. Navarro, M. Pozo y P. Rodríguez

El presentimiento de la hazaña lo engordó más aún la noble figura de Ayala. Desde la altura de su juventud, agitó el latido de Valencia y Málaga con un golazo. Una contracción y el vacío de la adrenalina. Una explosión que golpeó de latidos esta Rosaleda. Un gol, como una bocanada de fe, que encendió la mecha en esa creencia de que este equipo ya es histórico, es el más grande, como en su día lo fueron Abelardo; Vidagañy, Aníbal, Antón; Claramunt I, Sol, Sergio, Forment, Pellicer, Paquito y Claramunt. También este nuevo Valencia de Benítez se hará inolvidable. Ha sido un larga travesía pero al final, después de 31 años, también este grupo nos ha enseñado esa cara de campeón. El 5 de mayo ha elevado a los altares a este magnífico bloque.

Fue una victoria ajustada al guión que tan bien ha interpretado esta temporada. Atrapado de inicio, por la explosiva salida del Málaga, y contundente en el sprint final. Esa resistencia física la ha dado el plus para tener los pulmones llenos cuando ya pasa factura la temporada. Aguantó bien el chaparrón local, que le metió mucho más brío a su ataque que el Valencia. Así que, comenzaron a caer los suspiros en la grada. El primer ay por una cesión defectuosa de Curro que apuró Darío, sorteando la salida de Cañizares. Menos mal que Pellegrino, una de las novedades del once valencianista, metió la pierna. No fue la única. Empezó dichoso el uruguayo de Peiró, como pez en el agua. Frustrado en la otra trinchera, Aimar, encimado por el gato Romero. Encontró el líder el horizonte con esa salida eléctrica y con esos pases majestuosos de Pablo hacia Baraja. Comenzaba a engancharse esta bendita sociedad y se estiraba este Valencia que acaba en Angulo. Fue la disposición que le dio Albelda y del Pipo en ese centro del campo, la que marcó el ritmo de caza. Metió la quinta y se lanzó con decisión a por ese gol. Desmarcándose por las bandas, con un soberbio Vicente y un deslumbrante Fabio Aurelio. Y por esa zurda se obró el milagro. Tuya, mía, ahora me la devuelves y Dely que estaba por allí la tocó por la línea de fondo. También la tocó Contreras, pero para sacarla del fondo de las mallas. El testarazo de Ayala rompió al Málaga.

La Rosaleda parecía Mestalla y el Valencia ese equipazo que no se arruga ni ante la adversidad ni ante los elementos. Esta final pasará a la historia por el campeonato blanco y por un gol que entró, y bien, pero tardó cinco minutos en subir al marcador. Burrull se enredó por la poca vista de su asistente, que no dio por válido el golazo de Fabio Aurelio, tras jugadón de Aimar, y después dio marcha atrás cuando Pablito se encaró con él. Un minuto, que valió un partido y una bronca. Claro que sí. No se puede jugar con el sentimiento de un pueblo, ni con un presupuesto sideral por la falta de apreciación de un asistente. Se lo recordaron los más de dos mil seguidores valencianistas. Así que Burrull, que tuvo poca ayuda cuando le salpicó el charco, le dio la legalidad después de no sé cuántas consultas con su ayudante, con Valcarce, con Aimar y con casi todos los jugadores que le envolvieron. En fin, la imagen de la moviola, pero que no debe empañar en absoluto este brillante logro porque fue aristocrático, tanto como el vocerío de la grada. Lo bueno, si me permiten, fue que llegó, como dicen los eruditos del balón, en el momento psicológico. A un minuto del descanso. Y con esas dos muescas en el revólver se fue este Valencia al descanso para meterse el festín en el segundo periodo.

Y así fue. Dobló el Málaga la rodilla y explotó el Valencia. Bueno, al revés. Mejoró Baraja, encontró una autopista por la derecha y esa frescura lanzó al Valencia. Hizo valer esa solidez por el centro del campo y rompió el mil pedazos el sueño europeo malagueño. Enmudeció este campo, que ya se estaba acondicionando para preparar su estreno europeo. No superó el susto, convivió hasta el final con esos nervios y con la cabeza llena de pajaritos. Estaba blando y roto, sin saber cómo darle trabajo a Cañete. Aunque ya saben que con esta defensa es difícil. Ésta ha sido una de las grandes bazas de este título.

La otra, ese estilo sencillo para llegar en tromba hasta con cinco jugadores, para rematar, para presionar. Ese hambre por hacer algo grande tiene mucho que ver con la crisis de Milán. Aquello supuso un punto de inflexión en el vestuario, que dejó de pensar que era inferior a nadie. Llegó el convencimiento, el ánimo y creyeron que eran los mejores. Y lo han demostrado a lo largo de este año. El baile al Málaga del segundo tiempo no fue más que el que se llevó hace unos días el Espanyol o tantos otros. Alguien me dijo hace tiempo que con un 9 podría haber adelantado este alirón. Por eso es más grande este título. Con esas limitaciones ha sido capaz de reclamar la gloria que se escapó en París y Milán.