Ratón en brochetas contra el hambre en medio de la pandemia en Malaui
En el cuarto país más pobre del mundo, el roedor ha pasado de ser un aperitivo a convertirse en un alimento esencial para sobrevivir.
En esta antigua colonia británica, el plato se suele tomar como un tentempié, pero la pandemia de coronavirus ha provocado grandes necesidades entre la población más pobre del país convirtiéndose las brochetas en una comida de resistencia.
La carretera de 320 kilómetros que separa Blantyre y Lilongwe, las dos grandes ciudades del país, se ha convertido en un mercado ambulante continuo donde se vende la carne de roedor asada. En el distrito de Ntcheu, a medio camino, Bernard Simeon es uno de estos ‘chefs’: “Cazamos al ratón para vivir. Lo utilizamos como complemento de nuestra dieta diaria y lo vendemos a los viajeros para conseguir ingresos', explica.
Según el exdiputado y músico malauí, Lucius Banda, a los niños se les enseña a cazar ratones a partir de los tres años. En la zona, la variedad más popular es gris y de cola corta, conocida con el nombre de ‘kapuku’. “Sigo comiendo ratones, más como recuerdo de mi infancia que otra cosa”, afirma.
Un país extremadamente pobre
Malaui es un estado algo más grande que Castilla y León, pero habitado por unos 18 millones de personas. La alta densidad del país se junta a una extrema pobreza, ya que se estima que más de la mitad de sus habitantes viven bajo el umbral de esta. Según el FMI, el Producto Interior Bruto per cápita del país era el cuarto más bajo de todo el mundo en 2018.
Las medidas para frenar al coronavirus – que ha afectado a 5.400 personas y ha dejado 170 muertos según cifras oficiales- han afectado a la economía, pues se estima que se perderán un total de 680.000 empleos a final de año.