El consumo de animales salvajes forma parte de la cultura culinaria y médica de China. Incluye una fauna variopinta, desde cocodrilos a ratas pasando por perros o gatos, que en otras partes del globo sólo se conciben como mascotas y en el gigante asiático forman parte del menú o de procesos curativos tradicionales.

Estas prácticas también pueden ser foco de problemas sanitarios y de hecho un mercado de Wuhan, en el que se ofrecían carne de ratas, crias de lobo, cocodrilos, civetas o pavos reales camuflada entre la oferta de marisco y pescado, es el origen más probable de la pandemia de coronavirus que estos días sufre el planeta. Por eso el gobierno chino ha decidido poner fin al consumo de animales salvajes en esa ciudad. La prohibición estará vigente en principio por un periodo de cinco años.

En ese tiempo solo estará permitido criar o comerciar con determinadas especies en los supuestos de "investigación científica, regulación de la población, monitorización de enfermedades epidémicas y otras circunstancias especiales". Por otro lado, se subvencionará a las granjas de animales salvajes para que reorienten su producción a las frutas y verduras o la ganadería tradicional, una medida que ya está en marcha en provincias como Hunan y Jiangxi. Así, se pagarán 80 euros por ejemplar de puercoespín, 48 por el de ganso salvaje, 14,5 por un kilo de cobra y 9 por el de rata de bambú.

Pekín, Shenzhen o Zuhai, en la misma línea

Otras ciudades como la capital, Pekín, Shenzhen o Zuhai ya habían prohibido permanentemente el mes pasado la venta y el consumo de animales salvajes y el Ministerio de Agricultura y Asuntos Rurales publicó por entonces una lista de las especies que sí serían aptas para el comercio. Está pendiente de aprobación e incluye cerdo, vaca, pollo, oveja o pato. Ni perros, ni gatos, ni pangolines, nu muerciélagos. Se entiende que todos los animales que no figuran en ella estarían prohibidos.