Boris Johnson recobró plenamente este lunes sus facultades como primer ministro británico. Tras semanas recuperándose de la COVID-19, que contrajo junto a otros miembros de su gobierno y que le llevó primero a una cuarentena domiciliaria, después a ser ingresado en el hospital de St. Thomas cuando se agravó su condición y finalmente a la residencia campestre de Chequers, el premier se dirigió a los ciudadanos de las islas este lunes en un discurso televisado frente al número 10 de Downing Street. 

El gran mantra de su alocución fue el rechazo a empezar el desconfinamiento de la población. Johnson, cuyo semblante aún es el de un hombre convaleciente y que ha estado, en sus palabras, "al  borde de morir", aseguró que entiende "las consecuencias" de las medidas de distanciamiento social y que comparte "la urgencia" de sus compatriotas por retomar cierta actividad cotidiana. Pero también que no está dispuesto a desperdiciar "todo el esfuerzo y el sacrificio" de las últimas semanas con un error de cálculo que podría ser fatal. 

"Debemos reconocer el riesgo de un segundo pico, el riesgo de perder el control del virus y dejar que su tasa de reproducción vuelva a situarse por encima de uno. Porque eso no solo significaría una nueva ola de muerte y enfermedad, sino también un desastre económico, y tendríamos que volver a pisar los frenos en todo el país", alertó el mandatario. 

"Os pido que contengáis vuestra impaciencia porque creo que estamos llegando al fin de la primera fase de este conflicto y, pese a todo el sufrimiento, casi hemos triunfado", añadió en un intento de aplacar las ansias de normalidad de sus ciudadanos. Cuando llegue el momento (y eso aún no se puede saber, insistió), las decisiones sobre el desconfinamiento se tomarán "con la máxima transparencia".